Insistir sobre los males que aquejan al
ciudadano común es llover sobre mojado. Ningún opinador los conoce mejor que
quienes los sufren, aunque quizás este en mejores condiciones para narrarlos.
Pero el hecho cierto es que estos dieciséis años de revolución socialista han
sido una terrible tragedia que nos ha convertido en un “pobre país pobre”, en
medio de riquezas naturales que pudieran ser la envidia de buena parte del
mundo, además de una ubicación geográfica privilegiada.
Se impone una serena y
profunda reflexión para ir a la raíz de los problemas y poder echar las bases
de la construcción de un futuro que ya empezó sin rumbo claro, es decir,
incierto.
Entre otras cosas es tiempo de revisar lo que
va quedando de la vida institucional del país. Nada funciona. Retrocedemos en
todos los aspectos. La democracia es apenas un cascarón vacío. Igual casi todos
los partidos tradicionales y también los nuevos, las organizaciones públicas y
privadas y las fuerzas armadas están al margen de sus deberes y obligaciones
constitucionales.
No es un extremismo retórico decir que llegó la dictadura. La
represión, la violencia física e institucional, el palabrerío de las cabezas
del régimen encabezado por la nefasta dupla Maduro-Cabello, pulverizan
cualquier duda sobre lo que el mundo entero se está planteando. Venezuela está
gobernada por un régimen tiránico, actúa al margen y en contra del Derecho
interno y de las normas internacionales que regulan la existencia del mundo
libre.
El reto para la dirigencia de la creciente
oposición nacional es tremendo. ¿Qué hacer?
Si se sigue haciendo lo mismo que
hasta ahora, los resultados seguirán siendo los mismos.
Es bueno decir que en
un alto porcentaje la caída aparatosa del régimen se debe mucho más a los
disparates de los gobernantes, a la corrupción y a la ineficacia, que a
políticas claras y acciones definidas por el liderazgo opositor. No sé qué
pasa, pero desconcierta éste universo declarativo. Pareciera más en búsqueda de
una cierta convivencia con lo existente, que del cambio indispensable para el
relanzamiento de una democracia real.
Para la oposición es fundamental definir
el objetivo. Si el qué está claro, no será difícil implementar el cómo. De lo
contrario, cualquier error puede ser fatal.
Oswaldo Alvarez Paz
oalvarezpaz@gmail.com
@osalpaz
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