"En cualquier caso vemos morir
'reiterada y atrozmente- como quien ve llover."
Intento escribir y me quedo impasible viendo
el ordenador. No he tocado el teclado para dedicar unas líneas a algún evento,
cuando súbitamente otra calamidad opaca o resta "vigencia" a lo
iniciado. De la muerte de un menor, a la
escasez, a la amenaza del imperio o la declaración de Roy u Obama. Sorprende
cómo nos habituamos al barbarismo, aceptándolo violenta y primitivamente.
Los periódicos o los portales, vienen
inundados diariamente de noticias sobre asesinatos. Desde la muerte de Mónica
Spear y Génesis Carmona (por fijar un "corte", siendo que ya nos
olvidamos de la masacre de los niños Faddoul, los homicidios de Otaiza o Serra
o el cobarde asesinato de la periodista embarazada Adriana Urquiola, por lo que
aquí no se salva nadie), no exageramos al decir que los venezolanos perdimos el
sentido de perplejidad.
Nadie pregunta (poco importa), quiénes son los
responsables de estos crímenes. Y tienen que matar a un artista, un concejal o
un diputado, para que recordar cómo nos estamos matando. Además es imposible
reseñar 48 muertes diarias (sólo en la gran Caracas), historias y
circunstancias.
Es un parte de guerra. Y lo vemos normalmente. Muertes tras
muerte, de niños, hombres o mujeres, de cualquier condición, ultimados de un
tiro en la frente, decapitados, quemados o lanzados en una quebrada. Los
secuestros son "el delito menor". ¡Salí con vida! celebramos lógica
pero insanamente. Porque nos conformamos con "la venia"de no morir.
Esta atrocidad en términos de DDHH; del derecho a la vida, a la dignificación
de la persona, a la seguridad e integridad, y a una convivencia ciudadana y
pacífica, es reprochable esencialmente al Estado. Pero también es imputable a
nuestra aberrante aceptación (sin comillas) a vivir y morir así. En condiciones normales el hombre y la
sociedad no se acostumbran a la violencia. La contienen, la censuran y la
evitan, apelando a la misma fuerza si es necesario. Es la legítima defensa.
Desde los clásicos a la modernidad, el derecho de los pueblos y del hombre de
defender su vida, ha sido un continuo de comprensión intelectual. Martín Lutero
proclamó que si un gobierno degenera en tirano (y peor en forajido o criminoso)
vulnerando las leyes, los súbditos quedaban librados del deber de obediencia.
Calvino, el pensador más notable de La Reforma, postula el derecho del pueblo a
oponerse a cualquier usurpación de poder y vulneración a la vida. Locke en su
Tratado de Gobierno, sostiene que cuando se violan los derechos naturales del
hombre, el pueblo tiene el derecho y el deber de suprimir o cambiar de
gobierno. "El único remedio contra la fuerza sin autoridad, está en
oponerle la fuerza".
¿Qué ocurre cuando un Estado/gobierno
sistemáticamente es ineficiente e indolente en la prevención del crimen,
luciendo como política de Estado? Si los ciudadanos lo aceptamos asumiendo una
actitud débil o evasiva, por no decir egoísta (¡qué bueno que no me tocó a
mí!), queda claro que estamos corroborando vivir y morir así. Y no por
costumbre, sino por enfermos... Es un tema que entra en los linderos de la
patología grupal. Es la degeneración o involución social que hablaba Emile
Durkheim en su teoría sobre la desviación patológica de la consciencia social
en las sociedades modernas. Nos hemos convertido en una sociedad instrumental
donde la solidaridad es por conveniencia, y los deudos del vecino nos duelen,
dependiendo de un color. En cualquier caso vemos morir (reiterada y atrozmente)
como quien ve llover. A Spear le cargó la vida "El Adolfito", un
joven de 26 años que llevaba desde los 14 delinquiendo. Pertenecía a una banda
de delincuentes bautizada Los Sanguinarios del Cambur, que actuaba con total impunidad
en la ruta Puerto Cabello-Valencia, cuatro años antes de matar a Spear. ¿A
quién le importó?... El año pasado murió de forma violenta un venezolano cada
veinte minutos hasta sumar casi 25.000 víctimas según el Observatorio
Venezolano de la Violencia (OVV). Y ya son 200.000 desde que llegó Chávez a la
fecha. ¿Nos preocupa? Sí. ¿Nos solidarizamos? Absolutamente no.
Matan a mototaxistas, concejales, diputados,
escoltas de Ministros, mineros, sindicalistas o secretarias de ministerios.
Matan a estudiantes, mujeres embarazadas, jóvenes, niños. Matan a ciudadanos.
Una imagen de un muchacho que se ensangrentó el pecho con unos trazos de sangre
de Kluivert Roa (joven de 14 años quien murió de un tiro en la cabeza por un
PNB) dio la vuelta al mundo por Twitter. Y la pregunta a los policías
bolivarianos "¿Cómo es posible que ustedes hayan matado a un muchachito de
14 años?". Y yo le pregunto a los 30 millones de venezolanos: ¿Por qué lo
aceptamos?
Son 58 asesinatos anuales p/c 100.000 hab. Sólo superados por Honduras
(104 p/c 100.000 hab.). Superior a Jamaica (45), Colombia (44), México (22) e
Iraq (19).
Pero no pasa nada. Lo que nos preocupa es la escasez, "el
inglés" de Maduro o lo que diga la MUD. Es la anomia de la que hablaba
Durkheim. La nada, la anarquía, la carencia de un orden de solidaridad social,
donde acostumbrarse a morir, es nuestra sentencia...
Orlando Viera-Blanco
vierablanco@gmail.com
@ovierablanco
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