La señora Carmen vive en el barrio Gramovén
de la parroquia Sucre de Caracas, acompañada de dos nietos, uno de 10 años y
otro de seis, porque los padres murieron atrapados en una balacera entre
delincuentes hace dos años. Ella trabaja como mantenimiento en un negocio ubicado
en el centro comercial Metrocenter, en la avenida Baralt, gana sueldo mínimo, y
su jornada empieza a las 6 de la mañana porque debe dejar todo limpio antes de
que llegue el resto del personal a las 8 de la mañana y temprano debe que
preparar arepas para sus nietos
desayunen cuando se levanten.
Como todos los venezolanos la señora Carmen
sufre la escasez y la inflación que azota a toda Venezuela. Su número de
cedula termina en 9, por lo que de
acuerdo a lo establecido por el gobierno de Nicolás Maduro y apoyado por el
Defensor del Pueblo, Tareck William Saab, le corresponde comprar en PDVAL,
Mercal, los Bicentenarios y en la red privada de supermercados los días
viernes. Ella debe hacer colas y comprar en esos sitios para poder rendir el
dinero, que con las devaluaciones, la inflación y el alto costo de la vida por
la especulación de algunos comerciantes inescrupulosos, todos los días pierde
poder adquisitivo.
La señora Carmen tiene primero que esperar
cobrar la quincena, para luego planear que viernes puede ir a realizar su
plantón en la cola para entrar a los establecimientos comerciales que ese estén
vendiendo pollo. Una vez que cobra, habla con “su patrón” para que por favor le
conceda la mañana libre de ese viernes para poder ir a comprar, su patrono se
lo concede, pero con la condición que haga la limpieza en la noche, después que
el negocio haya cerrado. Así queda acordado y la señora Carmen viene a las 7 de
la noche a realizar la limpieza en el establecimiento y regresar nuevamente a
su casa.
Antes de salir de su casa a las 2 de la
mañana montada en jeep para bajar del barrio donde vive e ir al supermercado y
poder comprar pollo, la señora Carmen agarra su banquito para poder sentarse
mientras hace la cola. A las 8 de la mañana abren el establecimiento y el
portero empieza a pasar de seis en seis
personas para que hagan las compras. En ese tiempo la señora Carmen habla con
las personas que están cerca de ella haciendo la cola. Pasa el tiempo y a las
once de la mañana el portero pega un grito diciendo, “señoras y señores, se
acabaron los pollos, vengan mañana”.
Pero lamentablemente para la señora Carmen no
hay mañana sino una semana, ya que su número de cedula como dijimos al
principio termina en 9, y no puede venir sino el próximo viernes. Después del
grito del portero anunciando que se acabaron los pollos y donde muchos de los
que hicieron cola se van sin poder comprar, la señora Carmen queda con una
inmensa frustración, una gran arrechera y con muchas ganas de llorar por la
impotencia de no poder decir nada, por temor que alguno de los guardias
nacionales o policía bolivariano se la lleve presa por “alterar el orden
público” y sea acusad de desestabilizadora.
Ya en su casa nuevamente, la señora Carmen
piensa como hará para pedirle nuevamente permiso a su patrón y poder ir el
próximo viernes mas temprano la humillante cola para ver si tiene un poco mas
de suerte. Pero como hay que comer, a la señora Carmen no le queda mas remedio que ir a la
carnicería del portugués en la esquina a comprar un pollo, pero tampoco hay, el
lucitano le dice que no hay porque el gobierno lo obliga a vender por menos de
lo que compra.
El caso de la señora Carmen del barrio
Gramoven en Catia no es aislado, es el
drama de millones de venezolanos que viven la tragedia de la escasez, la
inflación y el alto costo de la vida, por culpa de un gobierno indolente,
corrupto e ineficiente que devaluó la calidad de vida de los venezolanos.
Gerónimo
Figueroa Figuera
geron2ff@yahoo.com
@lodicetodo
CNP:
569
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