Indudablemente
que en todo proceso de elecciones hay factores y actores que por su importancia
no pueden ser excluyentes. Por simple lógica el actor más importante y razón de
ser de la elección siempre es y será el elector, aunque ello parezca una
perogrullada. En los países que se rigen por sistemas democráticos el elector,
aunque el proceso sea automatizado y los números reemplacen nombres y
apellidos, siempre será la presencia física o la voluntad autorizada del
elector – en los países en donde se vota por internet o por correo- la que
convalide el voto.
En Venezuela, y
en los últimos procesos electorales, se han diseñado estrategias que dificultan
o impiden la presencia del elector. Entre otras podemos señalar las trabas para la
inscripción de nuevos votantes; reubicación, no comunicada, a otro Centro de
Votación a veces para otros Estados; el elector aparece en el listado a la
puerta del Centro pero no en el Cuaderno de Votación; apertura tardía –tres o cuatro horas- del
inicio del proceso; cierre del Centro de Votación aun habiendo votantes en la
cola de espera; desperfectos en máquinas de votación que obligan a esperar
varias horas para su reemplazo; intimidación de motorizados a quienes están en
las colas; personas con doble o triple cédula de identidad que les facilita
votar dos o tres veces en Centros diferentes. No me refiero, por
desconocimiento, a lo que dice “el correo del pueblo” sobre todo lo posible en
cuanto a la incongruencia de resultados entre Cuadernos de Votación, máquinas,
listados y actas.
Hecha
referencia al elector votante, quiero hacer énfasis sobre la necesidad del
elector pensante, aquel quien tiene plena conciencia del inmenso valor de su
voto como mecanismo para lograr sus individuales y grupales aspiraciones como
ciudadano con principios, valores, igualdad de derechos, garantías y deberes
para todos. Esa conciencia no puede ir entubada por la indiferencia, el
fanatismo o la obligación por posibles sanciones.
En estas
próximas elecciones parlamentarias, y dada la actual situación política que
para los que creemos y practicamos la democracia está muy alejada de los
principios, valores, derechos, garantías y deberes que el pueblo venezolano
aprobó en el vigente Constitución Nacional, estamos en la patriótica obligación
de ser indiferentes, de rechazar imposiciones y de dejarnos llevar por el decir
de otros, para dar nuestro consciente voto por aquellos candidatos que han
demostrado vocación de servicio a la Patria y mucho amor por su terruño. En este
caso me refiero al Estado Carabobo. Si Valencia, en 1830, parió a Venezuela, la
nueva Valencia recogerá en su seno, alimentará y fortalecerá al hijo enfermo y
desorientado para que se enrumbe por el camino del desarrollo y el humanismo
cristiano.
Daniel Chalbaud Lange
vonlange1939@gmail.com
@danielchalbaudl
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