La forma y manera de
afrontar una circunstancia en un momento dado en el escenario político, pueden
generar cambios históricos. El 4 de febrero el “Por ahora” de Chávez y el
discurso de un político que se consideraba de retiro, como fue el de Rafael
Caldera, generó un viraje en la política venezolana.
La campaña antes de las
primarias fue sumamente pobre y los candidatos, todos sin excepción, no
trasmitían ninguna esperanza de cambio ni de posibilidad para confrontarse con
el presidente actual. Hasta ese momento era un grupo con norte pero sin motor, con
una discursividad sin conexión sólida ni con los grandes electores, los más
pobres del país, ni con aquellos que estaban en desacuerdo con las políticas
gubernamentales pero tampoco querían volver al pasado. Era una unidad con
saliva de loro. Unidad donde la vieja dirigencia socialdemócrata hacia lo
imposible por preservarse jugando al viejo estilo, con la tesis “es preferible
esperar, fortalecer el partido hasta que el nuevo líder, bajo el control de un
Alfaro Ucero de nuevo cuño, pudiera dirigir los destinos de la nación”.
Sin embargo, como en
otras oportunidades, el pueblo hastiado jugó con la economía del voto. Apostó.
Y, Capriles en esa circunstancia, específica, se montó en la ola y construyó
una discursividad que apenas era un susurro en meses anteriores, con una voz
fuerte y decidida. Se desplazó de su tradición política de derecha y se ubicó,
a través de dos consigna “Hay un Camino” y el “Progreso”, en la tradición de la
política que ha devenido de la izquierda con componentes prácticos y teóricos de
las tradiciones liberales y colocó al partido de los trabajadores del Brasil
como una referencia y a Lula como ejemplo a seguir.
Ese giro político es
similar al de Rafael Caldera en el antiguo Congreso, cuando en plena digestión
sociopolítica de aquel golpe de estado, arremete contra el Fondo Monetario
Internacional, y se hace de la voz de los que no tenían voz, agrupando a su
alrededor “ El Chiripero”. Retazos de su partido de origen, retazos de Acción
Democrática, socialistas históricos como Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff
(aunque tarde, después del desubique que relató Cabrujas), mezclado con los
nuevos actores del escenario político representados por Arias Cárdenas quien
dirigió unos de los Programas Sociales que posteriormente le dio la visibilidad
para llegar a la gobernación del Zulia. El talón de Aquiles del viejo
socialcristiano era su propia historia, era constructor de lo que quería
destruir.
El Capriles del 12 de
febrero, en la noche, es otro. Los políticos deben evaluar eso. Ese otro puso a
Chávez a responder, a defenderse, sin mucho tino y dedicándose más bien al
asunto de la quema de los libros como táctica dilatoria, frente a un Capriles
que lo dejó desubicado. El líder del “Trabuco Venezolano” se colocó de la
siguiente manera: Se separa radicalmente de un momento histórico donde él fue
protagonista, habla del golpe de Carmona y dijo: “nos equivocamos”. No hay
golpe bueno ni malo, todos son malos, tanto el del 4 de febrero como el del 11
de abril. Su plural es su nueva carta de presentación. Reconoce la importancia
de la esperanza de cambio que se expresó con la nueva constitución y ubica, de
manera precisa, el momento de ruptura de la esperanza por parte del gobierno,
cuando propone una reforma constitucional. Él se asume como nueva generación,
no es Caldera, que retoma la esperanza.
Define sin ambigüedad a
su oponente: “Izquierda retrógrada” y se autodefine “Progresista”. En
coherencia con la reapropiación del sueño, no teme coincidir con las políticas
sociales del gobierno. Configura un discurso aguas abajo integrador sin
exclusión de la masa seguidora del ideal socialista y, de manera simultánea,
realiza una confrontación directa al pensamiento atrasado y a las políticas
públicas del Presidente.
La ventaja sustancial
es que encendió un motor con 200 cilindros, líderes desde parroquiales hasta
estadales. Cohesionó y ajustó. Administrarlo, para acelerar en septiembre, será
su responsabilidad.
*Jonatan Alzuru Aponte es Dr. en Ciencias Sociales,
profesor del doctorado y de la Escuela de Trabajo Social UCV.
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