Nos tienen agarrados por el estómago y
un pueblo atrapado en colas para conseguir la subsistencia no piensa en la toma
del poder. Esto es lo que nos ocurre. Mientras en los países vecinos ir a los
mercados es una cotidianidad apacible, en Venezuela la compra de alimentos se
ha convertido en un vía crucis.
Calculadamente el gobierno permite que
esta semana se encuentre aceite y papel sanitario, pero que falte azúcar, arroz, mayonesa, que aparecerán los próximos
días, para mantener a la ciudadanía en esa angustiante búsqueda. Esto no es
obra del azar, de la falta de divisas para la importación, esto es una política
de Estado. Y no es que faltan solo los rubros que señalamos, no hay hojillas y
crema de afeitar, salsa de tomate, café, pañales, jabón de tocador y de lavar,
las panaderías comienzan a quejare de que no hay harina de trigo. Todo esto
sabiendo a la par que en otros géneros, faltan repuestos para vehículos,
cauchos, medicinas, pasajes de avión, insecticidas.
Unido a esta escasez y control hay temas
que van parejos a esta problemática. La seguridad alimentaria no es solamente
una cuestión de soberanía, lo es también de control de calidad, de higiene de
los alimentos, de almacenamiento en los puertos, de cumplimiento de las normas
del Código Internacional y Principios Generales sobre la higiene de los
alimentos. La prisa del gobierno por maquillar sobre todo en Caracas, el
abastecimiento, ha puesto de lado el control de calidad. Consumimos con engaño,
preparados de mayonesa, leche, mostaza, queso y otros comestibles vendidos con
similares etiquetas.
La situación alimentaria de Venezuela es
muy grave. Estamos alimentando a un pueblo fundamentalmente de carbohidratos,
los cuales en exceso producen enfermedades que van desde la diabetes a la
obesidad. En Venezuela ya se han perdido hábitos de consumo porque hay que
comer lo que se encuentre y la inflación impide el balance de la dieta diaria.
Mientras esto ocurre es aberrante
escuchar a Maduro con sus fantasías, hablar de guerra económica, de exportación
de alimentos a los países árabes, saber que funcionarios boliburgueses han dado
propinas después de banquetes de hasta cien mil euros, de bodas donde se lanzan
dólares al ritmo de la danza. Que en Puerto Cabello se han perdido toneladas de
alimentos por culpa de la burocracia. Y es humillante además, saber que mientras Venezuela se encuentra en
la peor bancarrota, países vecinos exportan aguacates, guineos, naranjas y toda
clase de hortalizas.
El régimen nos tiene pensando con las
mandíbulas y no con el cerebro. Quiere un pueblo ocupado en cómo comer, con una
devoción fetichista por Chávez, preocupado por llenar el estómago, pero mudo y
sin ansias de rebelarse. Por eso hay que repetir aquello de que el “día que nos
den a escoger entre el pan y la libertad, hay que escoger la libertad para
seguir luchando por el pan”. Y cuidado: Thomas Eliot dice “Abril es el mes más cruel”.
Julio Portillo
julioportillof@gmail.com
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