Si
de algo puede vanagloriarse Venezuela y tener en ello timbre de orgullo y
compromiso es el haber contado en momentos trascendentales de su historia con
hombres de significación, virtudes ejemplares, capacidad intelectual, méritos
ciudadanos para cumplir la responsabilidad de orientar a la nación y haber
ocupado inclusive la presidencia de la República.
Por
cada dictador, autoritario y déspota que tuvimos, un ciudadano, un republicano,
un estadista, una sociedad que se opuso a las fuerzas del atropello y la
barbarie señalando el país futuro, más allá de la Venezuela de las pasiones y
la lucha, la del deber, la del derecho, la de la escuela, la de la paz, la del
bien común.
El
Dr. José María Vargas simbolizó ideales de civilización y de cultura cuando su
prestigioso nombre fue presentado en medio de nuestras contiendas políticas
para detener las apetencias del instinto guerrero que se creyó dueño de la
República por haberse expuesto en los campos de batalla, representado en cambio el eminente sabio una
etapa superior de pensamiento, civilidad y republicanismo que prometía al fin
realizar los propósitos en los que se había fundado la nación y por los cuales
se había alcanzado la independencia.
La
nueva República que había surgido en 1830 tuvo entre sus constituyentes
principales a Vargas, sabio, prudente, ejemplar, en medio de la vergonzosa
ingratitud contra Bolívar de la cual no se hizo parte y, al mismo tiempo,
afirmando los cimientos de la nación, ya que bajo su ejercicio como presidente
de la Convención de Valencia en ese mismo año surgieron la ley del 23 de julio
que organizó a la Marina, el decreto que señaló los sueldos de los altos
funcionarios, el decreto del 5 de agosto que abolió la confiscación y el
notabilísimo decreto del 6 de agosto en el cual se consagraron las garantías de
los venezolanos y en el cual, entre otras disposiciones, se reconocía la
facultad de: "reclamar sus derechos" ante la autoridad pública que:
"en ningún tiempo será impedida ni limitada"; la prohibición de que
ningún individuo o asociación particular pudiese: "abrogarse la
calificación de pueblo"; la libertad de pensamiento y el derecho de asilo.
Igualmente, se consagró el impedimento de detenciones arbitrarias; el derecho
de los presos a la comunicación; la exclusión del: "tormento, y todo
tratamiento que agrave la pena"; la no extracción y utilización del tesoro
público para fines indebidos y, por último, el sometimiento de los militares a
la autoridad civil, todo lo cual evidenció su elevado carácter como hombre de
Estado y los principios conforme a los cuales se afirmaba Venezuela.
Ante
esos y otros hechos que testimoniaban su admirable conducta del pasado y del
presente, nada pudieron lograr entonces contra el ilustre Vargas las infamias y
asechanzas del militarismo que dirigido por Mariño, Carujo y otros más, se
oponía a la candidatura presidencial civil imputándole carecer del:
"prestigio moral... de las grandes acciones y las relaciones adquiridas en
la guerra de independencia", con lo cual no se concebía a Venezuela de
otra forma sino dependiente a la autoridad perpetua de las armas.
No
obstante ello, Vargas ganó las elecciones presidenciales inaugurando así un
primer ejercicio de transición republicana entre aquellos gobiernos sometidos
por la espada del caudillo y aquellos otros que significaban el predominio de
la ley y las aspiraciones de una ciudadanía libre.
Los
desagradados enemigos del gobierno civil, el 08 de julio de 1835, desataron en
Caracas sus acciones a través de actos intimidatorios con los cuales
pretendieron forzar que el presidente Vargas renunciase abandonando su deber.
No cedió el insigne magistrado ante ninguno de ellos, y cuando la cólera
insultante de Carujo le expresó: "Señor doctor, usted sabe ya el
pronunciamiento..., una revolución produjo el gobierno que usted ha
servido..." y que: "Los gobiernos son de hecho...", Vargas le
respondió: "La nación se ha constituido legalmente y establecido su
gobierno hijo de un grande hecho nacional y la voluntad de todos legítimamente
expresada...", ante esa respuesta de coraje y dignidad el antiguo
conspirador septembrino gritó violentamente: "El mundo es de los
valientes...", mientras Vargas con firmeza respondió: "No! El mundo
es del hombre justo...". En ese momento cuando ya las pasiones se
desbordaban el presidente civilista mantuvo e impuso finalmente su autoridad
impidiendo en ese instante que se materializara el infame acto contra su
gobierno para enaltecimiento de la República, del derecho y de la patria.
Jose
Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599
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