ESTAMPILLA DE 1965 |
Al
considerar con criterio histórico, geográfico y cartográfico el mapa de la
Nueva Andalucía elaborado por don Luis de Surville en el año de 1778
comprensivo de las provincias de Cumaná y Guayana, se aprecia un territorio
orgánicamente estructurado y que había adquirido entidad administrativa,
militar, comercial, religiosa y poblacional.
Las
posesiones hispánicas se encontraban claramente demarcadas en el mapa en el
límite este del río Esequibo indicando hacia el sur los territorios denominados
Naturayos y Macusis, más allá del nacimiento de sus aguas fluviales, más allá
del Lago de Parima y del cerro El Dorado donde la antigua tradición de
conquistadores y exploradores españoles afirmaban la existencia de ricas
posesiones al norte de la línea equinoccial.
Los
nombres castellanos e indígenas en esos dominios forman una estrecha unidad:
los Aruacas, el río Cuyuní, los 39 saltos, los caribes Uraños, la laguna Amaca
y la sierra de Tumurucaraque, la cual aparece en ese mapa y erradamente algunos
historiadores de Guyana indican que por primera vez fue publicado en el
"Atlas de las Dos Américas" en 1825. Entre esa serranía y el llamado:
"cerro Dorado" es donde se origina, según apunta el mapa, el propio
río Esequibo, "provincia rica" como la denominó Gumilla y que fue
durante varios siglos parte esencial de los esfuerzos de exploración y posesión
que realizó España en el territorio.
Una
referencia geográfica y poblacional de lo que se han llamado las:
"Naciones del Orinoco" y lo que constituyeron los dominios españoles
nos la aportó el padre Joseph Gumilla (1686-1750) en su autorizada obra:
"El Orinoco ilustrado y defendido, historia natural, civil y geográfica de
este gran río, etc." (1745) al indicar que el pueblo Caribe: "Ocupa
esta nación parte del río Orinoco, y mezclada con indios aruacas, puebla la
costa marítima de Barlovento, hasta la Cayana (hoy Cayena), fundación del rey
cristianísimo, en donde de esta inhumana nación, tienen formadas misiones muy
lucidas los padres jesuitas franceses...". El ilustre misionero español
también hizo preciso señalamiento sobre lo que eran esas tierras:
"...antes que los holandeses formasen las tres colonias de Esquivo, Bervis
y Coretín, y la opulenta ciudad Surinama, que demarqué en el plan de la costa
de Barlovento, que corre hacia el río Marañon...".
En
el año de 1733 Gumilla reclamó formalmente al gobernador holandés establecido
en la otra parte del Esquibo los daños cometidos a las misiones y el tráfico
ilícito de armas e infiltración con los caribes en las mismas indicando que:
"daría cuenta a mi cathólico monarca, para que su majestad se querellase a
las altipotencias de Holanda".
La
formación y desarrollo del territorio de Nueva Andalucía y posterior Guayana
fue un empeño constante de la corona hispánica y sobre ello fray Antonio
Caullín (1719-1802) dejó un importante testimonio en cuanto a cómo
especialmente a partir de 1759 se extendieron los reales dominios, se estimuló
el poblamiento, se incrementó el comercio y además fueron: "...desalojados
los olandeses, desterrado su ilícito tráfico, y establecida la navegación y
recíproco comercio de España y Orinoco..." , lo cual implicó asentamiento,
cultura, trato y civilización entre aquellos pueblos. Se llegó a estimar entonces la presencia en
esos lugares de 18.000 habitantes y además fueron poblados: "vastos
desiertos de los ríos Caura, Erebáto,
Paráva, Paríme, el Alto Orinoco, Casiquiare, y Río Negro" empresa
de notable proporciones humanas.
Los
límites de esa región fueron precisados por el padre Culín en el libro:
"Historia coro gráfica natural y evangélica de la Nueva Andalucía,
etc." (1779), quien indicó: "...por la parte oriental termina en el
mar, que circunda la Costa de Paria, Golfo Triste, Bocas del Orinoco, y las
Costas de Esquivo, y Cayana...".
El
mapa de Surville representativo de la Nueva Andalucía tenía pues evidente
sustento, tal y como otros anteriores y posteriores que confirmaron sus
dimensiones geográficas y más allá de éstas las profundas implicaciones
sociales y políticas que ello representaba, que bien sustentan los derechos de
la Capitanía General de Venezuela en base a la cual se constituye la nación
desde que nacimos como República en 1811.
Si
se quiere cumplir con la Constitución y defender nuestra soberanía sin ambages
y vacilaciones, sin otros intereses que no sean los nuestros, sin omitir
nuestros derechos e incurrir en actos indignos a la patria, debemos reivindicar
nuestro Esequibo.
La
defensa de la patria no tiene otro requisito sino el valor de sostenerla, la
certeza incuestionable de nuestros derechos y la resolución que inspira la
justicia y la verdad.
La
integridad histórica, territorial, política, jurídica y moral de Venezuela
tiene en la recuperación del Esequibo una de las más elevadas exigencias que
demanda el honor nacional y el verdadero patriotismo.
Jose
Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599
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Un adelanto del libro Crisis venezolana, causas y soluciones estructurales ... compartelo
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