Pablo, profesor titular a
dedicación exclusiva en una universidad autónoma, con título doctoral, más de
25 años de docencia e investigación, ganador de premios de excelencia, me dice
desconsolado que hoy en su cuenta bancaria tiene apenas Bs. 1.300, equivalentes
a US$ 7,20 (a dólar oficial SIMADI) para atender los gastos de su familia.
También cuenta que a esa tasa, su sueldo, tope en la escala, apenas llega a
$83.
Saber que gana casi tres
veces el salario mínimo (Bs. 5.622; $31; 1 dólar diario) es magro consuelo
porque según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y
organismos similares, ganar $1 diario equivale a estar en el umbral de la
pobreza extrema o indigencia, mientras que sus $2,70 diarios de sueldo bordean
los $ 2,50 que definen la línea de pobreza, según esos parámetros
internacionales.
¿Para qué le alcanza ese
triste sueldo si según el CENDAS, la canasta alimentaria en enero de 2015 se
ubicó en Bs. 18.343 ($ 101; 3,3 salarios mínimos) y la canasta básica familiar
(que incluye vivienda, educación, vestido, servicios) llega a casi Bs. 32 mil;
5,6 salarios mínimos; $ 5,90 diarios?
No es de extrañar entonces
que Pablo haya decidido irse a Ecuador porque allí el gobierno local, a
contracorriente del nuestro y a pesar de la afinidad ALBA, ha decidido que para
entrar de lleno en el siglo XXI contratará científicos extranjeros de alto
nivel para formar recursos humanos propios que los pongan a tono con los países
desarrollados. Allí Pablo ganará US$ 5 mil mensuales (Ecuador no tiene moneda
propia; a pesar de toda la cháchara “revolucionaria”, el presidente ecuatoriano
mantiene al dólar yanqui como su moneda local), un sueldo similar al que
también ganaría en Brasil, Colombia o Chile.
La misma CEPAL que en 1999
reportaba 49,4% de pobreza y 21,7% de indigencia en Venezuela y que nos
felicitaba en 2009 por haberla reducido a 27,1% y 9,8%, respectivamente, ahora
asegura que entre 2012 y 2013, la tasa de pobreza pasó de 25,4% a 32,1%,
mientras la indigencia creció de 7,1% a 9,8%, el más grave retroceso en la
región.
Cifras que la UCAB, UCV y
USB actualizan a 2014 en su estudio “Condiciones de vida de la población
venezolana”. Allí documentan que poco más de 3,5 millones de hogares
venezolanos (48,6% de 7,2 millones de familias) son pobres y de ellos, 1,7
millones (23,6%) subsisten en la pobreza extrema. En resumen, Venezuela volvió
a niveles de 1998.
Es hora de que el régimen
recoja velas en cuanto a sus alardes sobre reducción de la pobreza, porque el
proceso se ha invertido. En los años de bonanza, los pobres fueron estimulados
a vivir de la asistencia pasiva en forma de misiones, de las que hoy sabemos
que no han sido dirigidas a los más vulnerables, dado que sólo 19% son
beneficiarios en pobreza extrema y 49% no son pobres.
Por un corrupto manejo de
políticas públicas populistas, las misiones suplantaron cualquier plan de
superación de la pobreza basado en el esfuerzo y la productividad. Ya lo dijo
alguna vez un ministro: “no vamos a sacar a la gente de la pobreza para que se
vuelvan opositores”. Ése, en cambio, debe ser el reto para la alternativa
democrática: en vez de dar pescado para mantenerlos subyugados, enseñarles a
pescar para que asuman la ruta del ascenso social, orgullosamente
independientes.
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TUITEANDO: "La patria en
llanto y sangre": a propósito del asesinato del niño Kluivert Roa http://giocondasanblas.
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