El régimen se ha envuelto en la bandera para
enfrentar las acusaciones que se producen ya en varios continentes en contra de
jerarcas rojos. Sólo que la bandera, de tan desgarrada y hecha jirones que
está, no oculta las vergüenzas, pústulas y deformidades del tumefacto cuerpo
(del delito) bolivariano.
El régimen se ha envuelto en la bandera para
enfrentar las acusaciones que se producen ya en varios continentes en contra de
jerarcas rojos. Sólo que la bandera, de tan desgarrada y hecha jirones que
está, no oculta las vergüenzas, pústulas y deformidades del tumefacto cuerpo
(del delito) bolivariano.
En vez de exigir a la Fiscalía General que
investigue –lo que ella haría con ternura-, así como solicitar a los gobiernos
de EE.UU., España y otros, información sobre el bichaje sospechoso; la
autocracia criolla procede a un táctica gastada y poco eficiente, la de
recurrir al “enemigo externo” con la pretensión de uniformar el campo doméstico
y atapuzar la boca de los temerosos de ser catalogados como antipatriotas.
La declaratoria de “emergencia” por parte de
Obama para enfrentar la “amenaza a la seguridad interna de EE.UU.” es un
instrumento, con nombre grandilocuente, que le permite tomar medidas más allá
de las escogidas, cuando existan evidencias de otros crímenes que puedan
afectar a ese país; puede imponer más sanciones y congelar más bienes, en caso
vinculados no sólo a los derechos humanos sino a la corrupción, narcotráfico y
terrorismo. No son medidas en contra de Venezuela (como es, en el caso de Cuba,
el embargo), ni siquiera en contra del gobierno –hasta ahora- sino de
individuos: seis militares y la fiscal “estrella”.
Hay quienes han argumentado que las sanciones
“ayudan” a Maduro a plantear toda la bellaquería patriótica reciente, claro,
con la estruendosa desmemoria del Esequibo. Siempre lo intenta con los
opositores: si protestan, son golpistas; si se reúnen con diplomáticos, son
conspiradores; si viajan al exterior, complotan; si defienden los derechos humanos
en el mundo, son traidores a la patria. En el caso de los gobiernos, como
Canadá, Colombia (cuando defendió a Pastrana), Chile, Perú, Uruguay, España,
Reino Unido, y EE.UU., basta que se pronuncien aunque sea tímidamente, para ser
tratados igual que el enemigo doméstico.
Los dirigentes democráticos, radicales y
moderados, han viajado por el planeta para denunciar las tropelías del régimen
de Maduro; durante mucho tiempo no han sido escuchados por gobiernos y
partidos, parlamentos y personalidades relevantes.
Ahora, la situación cambió y
los escuchan. Se ha hecho evidente la instauración de una dictadura posmoderna
o del siglo XXI en Venezuela y la máquina de defensa de los derechos humanos,
lenta pero implacable como es, se ha puesto en marcha, y tiene consecuencias.
No resulta coherente quejarse de las consecuencias…
Carlos Blanco G.
@carlosblancog .
www.tiempodepalabra.com
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