«¿Con cuántos seres que, desde la obscuridad, infligen creyéndose temibles demonios debemos irremediablemente cohabitar? ¿No habrá una parte de ellos en nosotros que la reclaman mediante la urdimbre?»
Durante mi pubertad, con frecuencia, el verbo «hack»
prorrumpía entre jóvenes estadounidenses cuando –fortísimo- algo les impactaba
la conciencia (el rock, LSD, peyote, haschischs, licores, experiencias
macabras, et.)
Años después, un alcaloide se popularizaría en Norte y
Sudamérica bajo el nombre de «crack» (son vocablos sinónimos y semejan
fonéticamente: su pronunciación denota quiebre, ruptura empero igual el
sacudimiento eufórico que produce el «crack cocaine») No dudo que el
advenimiento de los «hackers», ya en la «Era de la Informática», responde a una
ontogénesis de significantes y formas idiomáticas de las lenguas romances. Hay
un indiscutible vínculo entre la Juventud de los Años 70-80/S. XX, con su fardo
de experiencias sicodélicas, y la «Moderna Tecnología de la Informática o
Internet» (la ficción de comunicarnos en la Comarca Global donde dejamos
registros de nuestro pensamiento, ideas e imágenes personales)
Sospecho que el parto de los «hackers» se produjo
con la aparición de «jeroglíficos», la «proto-escritura», «ideografías» o
«símbolos «mnemónicos» que tenían por finalidad [des] informar sobre sucesos
épicos, tragedias, invenciones y conocimientos en el curso de la Edad Infante de la Cognición Apriorística. Y no
dudo que hubo inefables que muy hábiles en la falsificación de la realidad con
fines nada misteriosos.
La primera vez que un «hacker» me alertó respecto a
su presencia comunicacional e intenciones maliciosas fue en Mérida (Venezuela,
Década de los Años 70/S. XX) cuando, en el ya extinto diario Correo de Los
Andes, el forajido logró publicar con mi nombre un texto intitulado Génesis de
mi Grafía (en el cual yo aparecía confeso de odiar a mi madre porque –según su
corrosiva imaginación- solía aterrorizarme cuando era niño) Esa persona, un
profesor universitario y poeta en el cual confié porque lo tenía por respetable
amigo, entregó la crónica a la secretaria del Presidente del Correo de Los
Andes (De Armas, abogado, docente e intelectual con el cual solía reunirme
varias veces por semana).
El «hacker» tuvo un efímero éxito al intentar
presentarme como una especie de «matricida» porque, en el ámbito universitario
y en el de Artistas e Intelectuales, a los lectores que me conocían les
parecieron extrañas esas afirmaciones (no exhibían mi impronta, estilo o
desenfado escritural)
Al siguiente día apareció mi desmentido. No quise
revelar el nombre del «hacker» porque su comportamiento delataba a un espíritu
perturbado, plago de cizaña, y mi decisión no fue enfrentarlo públicamente para
darle la oportunidad de arrepentirse como caballero (lo cual no hizo al
instante que, en privado, le expresé mi reclamo. Desde ese día, fue declarado
persona no grata en la redacción del periódico)
Es curioso que su conducta se haya debido a su
frustrada persistencia por convencerme de escribir reflexiones a favor del «Comunismo»
(en El Nacional, donde me inauguraba colaborador)
Mis advertencias respecto a la inoculación en el
país del «Totalitarismo Doctrinal», fenomenología que inició en ámbitos
académicos y culturales, me acumularon enemigos. Algunos ya escindieron, pero
otros permanecen en este Mundo aliándose con quienes tienen experticia en las
novísimas formas de intervención o allanamiento de dominios informáticos.
Prueba de ello es que les obsede violar mi muro de
Facebook al colocar videos pornográficos u otros musicales que son «malware»
(«virus lesivo» que corrompen el sistema de conexiones entre usuarios) Desde
hace más de un lustro, fui vetado por todos los medios de comunicación donde
mantuve columnas y sólo puedo publicar mis textos en plataformas como blogs,
Facebook y Twitter. Hacerlo bajo acecho, con los riesgos de siempre.
Algunos sostienen que hay «hackers» al servicio de
mejores causas que desprestigiar a personas por sus posiciones contrarias a
castas gobernantes desalmados.
El caso de la «Internacional de Hackers Anónimos» es
interesante porque bloquea la propaganda de grupos de terroristas como el
«Estado Islámico» (ISIS)
No estoy persuadido que logren sus honorables
propósitos. Cualquier secta o agrupación de criminales logrará reclutar, hasta
sin propaganda, a quienes son proclives.
Alberto Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor
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