La guerra es real.
La ejecuta el Estado venezolano en contra de un enemigo: los venezolanos.
En la Venezuela de
hoy toda empresa exitosa es sospechosa, pues el socialismo totalitario no
comprende el éxito, ya que el éxito es fruto de la libertad. Además, el éxito
de una empresa privada –i.e. Día a Día, Farmatodo- crea una sombra sobre el
fracaso de las moribundas empresas públicas, que una vez brillaron con luz
propia –i.e. Cada, Diana- antes de ser expropiadas.
“El proceso” ya
fracasó. Fue un verdadero proceso de destrucción nacional. La ideología roja
llevó a cabo la titánica tarea de destruir al país con otrora más riqueza del
continente sudamericano. Y lo hizo de principio a fin.
Ahora quedan
escombros por doquier. Están hechos de todas las tierras y todas las empresas
exitosas, que hoy son apenas un recuerdo en la memoria colectiva de los
venezolanos. Entre las ruinas quedaron en pie Farmatodo y Día a Día, gracias a
las cuales más o menos se resolvía. Pero eso también es pasado. El poder
innoble las invadió y las saqueó.
Porque hoy, en
Venezuela, la ley es el arma para asesinar las libertades y sus frutos. El
malandraje del Estado ha sido legalizado, entre otras, en la “ley de precios
justos”. La conducta del poder es hoy la conducta del hampón. La conducta del
gánster en el poder. A una burda invasión se le da el argot legal de ocupación
temporal. A un descarado saqueo le llaman venta a cielo abierto. Al desvío de
un camión de alimentos de Polar, al delito de robo según el Código Penal, a eso
como que no le encuentran un nombre para la conducta delictual cometida por
esos funcionarios públicos.
Las colas son el
resultado directo de la escasez, En Derecho, es una relación causal. El Estado
venezolano actual, esta asociación de forajidos en el poder, culpa a los dueños
y gerentes de los establecimientos por la existencia de colas a sus afueras.
Esto es lo propio del totalitarismo: culpar al inocente de los actos propios.
Porque al ser las colas el resultado de la escasez, y la escasez, a su vez, el
resultado directo de la acción del Estado, el único culpable de las colas es el
Estado. Lo peor es que es una culpa con dolo, es decir, con intención.
El ataque al
capitalismo ha sido una forma soterrada de anular la libertad. Toda empresa
privada es en este momento enemiga pública del Estado. Ya no hay caretas. La
guerra es frontal. El ejercicio del poder va por la destrucción nacional
absoluta. Que no quede nada en pie y todo en ruinas parece ser la orden.
Mario Massone
mariogmassone@gmail.com
@massone59
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