Venezuela constituye un interesante caso de
estudio dado el grueso de contradicciones que han desvirtuado la naturaleza de
la política en su concepción.
La estrecha ligazón que se establece entre la
economía y la política, dada la naturaleza social de ambas realidades, ofrece
sobradas razones para explicar, en esta oportunidad, los intríngulis que
condujeron a precipitar las efectos de la crisis de Estado que tiene atrapada a
Venezuela. La disertación que versó sobre “Una explicación económica de la
crisis política”, motiva ésta que, sin duda, deberá complementar el enfoque
primeramente esbozado en aras de la importancia del problema, tanto como por la
necesidad de transitar teoréticamente por el reverso de la delicada situación
por la que, contradictoriamente, cruza el país.
En principio,
cabe decir que todo problema social o económico tiene una explicación
razonada en la teoría política. Ahora bien. Según la Teoría Económica, cualquier
problema que acontezca alrededor de toda situación, no puede violar la Ley del
Valor de acuerdo a la cual toda mercancía, sea un producto o servicio, adquiere
la utilidad que la circunstancia le confiere en virtud del trabajo que ha
requerido su preparación o elaboración. Sin embargo, según la Teoría Política
el valor que ostenta la mercancía no es un problema de razón exclusivamente
económica. La elaboración de cada producto o prestación de cualquier servicio
susceptible de ser transado, compromete la formación de valores morales en la
comunidad trabajadora lo cual deviene en un mayor o menor apoyo ciudadano al
proceso de reconocimiento y afianzamiento de la identidad sociocultural propia
de la región o país.
En este sentido, Venezuela constituye un
interesante caso de estudio dado el grueso de contradicciones que han
desvirtuado la naturaleza de la política en su concepción. Peor aún, el
comportamiento de la economía en su utilización.
De manera que los efectos de tan marcado entuerto, desdibujaron objetivos de crecimiento económico y de bienestar social del mapa trazado electoralmente, previo al arribo al poder de la opción liderada por el finado presidente de la República. Cuando la dirigencia política afecta al gobierno, alcanzó el máximo dominio al lograr la abolición de la autonomía de los poderes judicial y legislativo poniéndolos al servicio del Ejecutivo Nacional, comienza a desplomarse la institucionalidad democrática generándose de esa forma graves transformaciones en la correlación del poder y sus mecanismos de elaboración y toma de decisiones.
Además, la debilidad del liderazgo político a
nivel del alto gobierno devino en serios problemas de gobernabilidad,
representatividad y legitimidad. Ello dio lugar a la formación de relaciones
inmorales en los cuadros gerenciales de la administración del patrimonio
nacional. Asimismo, de cambios en los esquemas de apuntalamiento político, que
ante otras condiciones, son acogidos a instancia de reconocidos procesos de
configuración del desarrollo económico y social de toda nación que presuma de
democrática. Ello derivó en la preparación y aprobación del adefesio según el
cual el régimen ha pretendido replantear el arreglo del país para lo cual se
valió de la orientación del mentado socialismo del siglo XXI que presupuso la
imposición del inaplicable “Plan de la Patria”. Además, basado en falacias.
La crisis económica que padece Venezuela,
además de ser absoluta expresión de políticas públicas impropiamente elaboradas
e improcedentemente concebidas, es un tanto consecuencia de razones
relacionadas con la miopía que intereses políticos coyunturales han irradiado
hacia decisiones económicas. Sobre todo, porque el régimen siguió focalizado en
objetivos enteramente políticos: permanecer en el poder a costa de todo. Así ha
jugado con un déficit público persistente, un forzado financiamiento crediticio
que derivó en una inflación desproporcionada y su validación desde el lado
monetario. Estos problemas limitaron al bolívar como función de “reserva de
valor” en desviado favor de actividades especulativas que instaron la
adquisición de bonos públicos y la fuga de capitales. El ejercicio de una
política prisionera del populismo dominante, estimuló una “irracional
exhuberancia fiscal” sostenida por el incremento de la deuda pública interna,
que a su vez presionó el alza de las tasas de interés y el crecimiento del
endeudamiento externo y su vinculación con el tipo de cambio. De manera que
reordenar tanto desorden de la economía venezolana, terminaría por obligar al
régimen a reconocer su talante de haragán, pero bajo una particular acepción de
política. Que sin duda, le complicaría más aún la gestión de gobierno hasta
ahora pretendida. De alguna forma, esta disertación se ha esbozado a manera de
presentarse como una explicación política de la crisis económica.
VENTANA DE PAPEL
GOBIERNO EN CORTOCIRCUITO
Entrar en pánico, es figurativo de un estado
repentino de miedo intenso o malestar, que indispone a cualquiera rápidamente.
Pero una crisis de pánico, igualmente puede padecerla una institución o
colectivo toda vez que su realidad política o social sufre de un ataque
desencadenado por causa de una situación de la cual no puede escapar.
Particularmente, cuando experimenta razones que la mantienen sujeta a
consideraciones que la martirizan sin que pueda zafarse de sus obsesiones y
ansiedades.
Lo que acontece en el país por estos días
caracterizados por órdenes de la Fiscalía pero sin la orden correspondiente, o
para decirlo con alguna ironía: “con pero sin”, es producto del pánico que
paralizó la capacidad de actuar correctamente del régimen. Su paranoia lo ha
desconcertado frente a cualquier opinión que pueda asustarlo. Lo sucedido con
la brutal, arbitraria e ilegal detención de Antonio Ledesma, Alcalde Mayor de
Caracas, pone al descubierto el terror que vive. Sin duda, tan grave situación
tiene su analogía con el tiempo de oscurantismo bajo el cual creció el régimen
de Adolf Hitler en Alemania.
No obstante, la delicada y complicada crisis
política y económica, tiene profundamente confundido al alto gobierno. La
ineptitud lo tiene acorralado. No hallan solución alguna que tienda a aminorar
sus efectos. Precisamente ante tal descalabro, cayó en pánico al extremo que
las decisiones tomadas lejos de apaciguar los ánimos exacerbados de un pueblo
maltratado por tan absurdas determinaciones, ha encendido la mecha de protesta
que inexorablemente debe transitar su propio camino, constitucionalmente
reconocido (Léase artículo 350). La manoseada excusa de un “magnicidio” o de un
“golpe de Estado” ya no convence. Aunque sólo sirve para que el régimen siga
valiéndose de fútiles argumentos para arreciar la escalada de represión a la
que toda dictadura (entiéndase por dictadura: gobierno de débil base política
razón por la cual se apoya en el poder de las bayonetas) acostumbra aplicar.
Ello es fehaciente demostración del pavor y
nerviosismo que siente ante la dura realidad que lo desborda. O ante cualquier
rumor que pueda creerlo, por inconsistente que sea. El motivo alegado fue el de
un documento publicado el pasado 11-F por la prensa nacional en torno al
recorrido por el cual habrá de transitar el país en su travesía hacia la
democracia toda vez que hay un disgusto manifiesto del pueblo por cuanto su
calidad de vida viene en franca picada. Sobre todo, en la antesala de las
elecciones parlamentarias ante las cuales pareciera que el régimen las tiene
perdidas. Y es exactamente eso lo que lo tiene descontrolado, la angustia ante
tiempos de renovación política. Así puede decirse que el país está tiranizado
por un gobierno en cortocircuito.
“EL QUE ES Y NO ES”
Nuevamente la Internet vuelva a incendiarse
con consideraciones que destacan el problema de hablar mal o de no hacerlo
según lo indica la Real Academia de la Lengua Española. Y aunque esto sucede
por mero proselitismo político, el de la peor condición, el daño viene
cundiendo a maestros y profesores, moderadores de medios, comunicadores
sociales y hasta periodistas (oficios diferentes) quienes deberían ser los
abanderados del hablar cultamente. ¿Y qué decir de dirigentes de partidos
políticos y de funcionarios gubernamentales?
Ciertamente, se ha venido descarriando el
castellano a lo cual ha contribuido, contradictoriamente, los nuevos esquemas
de información y comunicación. Particularmente, aquellos de los cuales
derivaron las redes sociales.
Por doquier se escuchan expresiones que solo
dan cuenta del desconocimiento de la Ley Lingüística de la Economía Expresiva.
Así como de otros postulados gramaticales dirigidos a ser más explicativos sin
sacrificar la sintaxis. Estudianta, soldada, dirigenta, presidenta, gerenta,
pacienta, son algunas, entre muchas otras, las palabras que colman el léxico de
quienes no tienen la menor idea de que el participio activo del verbo “ser” es
“ente” y no “enta”. Y esto significa, “el que tiene identidad”. Pero nunca
será, “el que es y no es”.
“Si la política entiende los pormenores de la economía, ¿por qué los dirigentes políticos en funciones de gobierno se distancian tanto del propósito tantas veces aludido en torno a considerar sus implicaciones a fin de hacer del país un Estado democrático y social de Justicia y Derecho?”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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