En los días previos
al 23 de enero de 1958, la tranquilidad
parecía reinar en la dictadura de Pérez Jiménez, los medios silenciados
no publicaban las movilizaciones de quienes se atrevían a protestar contra el
régimen.
La gran mayoría de los líderes de la oposición estaban presos o en el
exilio. Los esbirros estaban prestos a arremeter contra las manifestaciones
populares, los Poderes Públicos secuestrados y en teoría quedaban por lo menos
5 años más de Pérez Jiménez.
Pero en el fondo el pueblo de Venezuela tenía
una sed de libertad insaciable y toda la represión y censura no iba a alcanzar
para detener la determinación de esos hombres y mujeres que salieron a la calle
a devolvernos la democracia.
A pesar del silencio al que estaban obligados los
medios de comunicación, de la brutalidad de cuerpos como la Seguridad Nacional;
los estudiantes, amas de casa, profesores, obreros y pueblo en general salieron
valiente y organizadamente a dar fin a una dictadura. El 23 de enero la Vaca
Sagrada salía de Caracas cargada de dinero fruto de la corrupción y el saqueo a
las arcas venezolanas.
Si este relato se
les hace familiar y notan parecidos tal vez no sea simple coincidencia, pero lo
que es importante es aprender de nuestro pasado para poder abrir paso a un
mejor futuro. Las manifestaciones que simultáneamente se dieron por varias
ciudades del país, a pesar del intento de invisibilizarlas en los medio masivos
de comunicación, demuestran que una vez más nuestro pueblo está decidido a
retomar la senda de la democracia y las libertades que una vez conquistaron
nuestros antepasados aquel 23 de enero.
La ruta para poder
salir de esta terrible crisis en todos los aspectos de la vida nacional, pasa
por la presencia de nuestro pueblo en la calle, es un derecho que reivindicamos
y que está garantizado en nuestra constitución en su artículo 68. Nadie nos
podrá quitar ese derecho sagrado de manifestarnos y de protestar por el
terrible manejo de la economía, de la salud, la educación, y que nos tiene
sumidos en una catástrofe general.
No se trata de
alentar atajos ni escenarios de violencia, quien alegue que la salida es por esa vía debe ser sospechoso
de connivencia con el gobierno, porque en momentos de la popularidad más baja
del oficialismo y en el que la crisis golpea a los que una vez vistieron las
camisas rojas, los escenarios de violencia y caos solo le convienen a los que
pretenden atornillarse al poder a toda costa.
Pero tampoco
podemos quedarnos de brazos cruzados esperando las siguientes elecciones,
mientras nuestro pueblo padece los efectos de un sistema ruinoso y en
decadencia. No se puede pensar solo en elecciones mientras pacientes mueren en
hospitales y clínicas por falta de insumos tan simples como un yelco, o
mientras una madre sufre con su hijo epiléptico porque el fenobarbital
desapareció, y así miles de historias que diariamente nos encontramos en
nuestro recorrido por los sectores de Maracaibo.
Las manifestaciones
deben ser pacíficas, sí, pero contundentes y contestatarias. Deben ser
organizadas y no buscar el caos o la anarquía sino acompañar a los ciudadanos a
expresar su indignación con un gobierno que nos trajo a la actual situación. La
protesta debe estar centrada en los temas que diariamente inquietan a los
ciudadanos, logrando que día a día más se sumen a esta causa y se rompa el
silencio y el miedo. Salgamos seguros que el pueblo una vez toma las riendas de
su destino es imparable, y que detrás de la tranquilidad del dictador se
esconden siempre los vientos de cambio.
Leonardo Fernandez
leocat100@hotmail.com
@leofernandezf
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