1.
“Una invitación a disertar sobre el Pacto
de Punto Fijo me ha obligado a revisar los hechos que lo concitaran, sobre todo
en la circunstancia histórica de vivir en condiciones, en muchos sentidos,
inmensamente más graves y devastadoras para el país que las imperantes cuando
la sociedad venezolana decidiera, en un momento de grave orfandad política,
pero acompañada por la juventud laboral, universitaria y liceana, el liderazgo
emergente en los partidos, particularmente en Acción Democrática, la Iglesia
católica y militares patriotas empujar a la dictadura al destierro y erradicar
muchas de sus taras y males mediante el soberbio expediente de la rebelión
popular del 23 de enero, el establecimiento de un gobierno de transición, la
firma del Pacto de Punto Fijo así como del acuerdo mínimo de gobierno y la
construcción de la extraordinaria democracia social, política y económica que
terminaría siendo llamada la Democracia de Punto Fijo. Un sistema de libertades
y garantías constitucionales de 40 años: el período más pacífico,
constitucionalista, próspero y progresista de nuestra historia republicana. Un
período que debió haber contado con una populosa e invencible falange de
defensores a ultranza, pero que por caprichos, rencores e inconsistencias de
males endémicos y ancestrales terminaría sus días tirada a la basura y
ultrajada por la escoria que ella misma, en sus descuidos, procreara”.
“Lo insólito y sorprendente es que aún hoy,
incluso en los sectores de la élite dirigente de la oposición, sobran quienes
lejos de solidarizarse con nuestra democracia – la única real y verdadera de
nuestra bicentenaria historia republicana – se suman al desprecio, hábilmente
instrumentalizado por la barbarie militarista para quebrarle la columna
vertebral al sistema y abrirle los portones al golpismo caudillesco de rancia y
muy pestilente estirpe. Al leer el aparato bibliográfico que me acompaña – soy
un auténtico coleccionista de los libros de nuestra historia – me impresiona la
ingente obra realizada desde el primer día de gobierno puntofijista – vale
decir: consensuado, respetuoso de las leyes y obediente de la separación de los
poderes, la alternabilidad, el respeto a los DDHH y el desarrollo económico y
social preferentemente dirigido a los sectores más necesitados de nuestra
población – hasta el arribo de su sepulturero. Enrique Aristeguieta Gramcko, de
cuya amistad me precio y acompañante en el foro que al respecto celebramos este
mediodía en la Universidad Metropolitana, la enumera a vuelo de pájaro: marea,
es vertiginosa”.
“La estulticia golpista y proto golpista ha
querido difamarla aferrándose a las obras del dictador militar, aquel cuyo
pescuezo retoñaría de muy mala manera cuarenta años más tarde: algunas
importantes construcciones de gran formato, unas ya planificadas durante el
gobierno de Medina Angarita, otras bajo su esfuerzo desarrollista y llevadas a
la práctica durante el gobierno de la dictadura. No le llegan al tobillo a las
ingentes obras de ingeniería vial, puentes, carreteras, infraestructura,
desarrollo habitacional, autopistas, represas, establecimientos educativos,
hospitalarios, etc. Sin contar con la gigantesca obra puesta en acción que transformó
la Venezuela rural en la pujante democracia social de nuestra modernidad: la
electrificación del país, la nacionalización plena del petróleo, la creación de
PDVSA – no para importar pollos podridos y transferir gigantescos montos
numerarios a los amigotes del presidente, golpistas de medio pelo y tiranos
cuasi centenarios sino para montar centros de desarrollo industrial, acerías,
metalúrgicas, – el gigantesco desarrollo educacional – pasando de 3 a más de
100 establecimientos universitarios y becando a decenas de miles de jóvenes
venezolanos para estudiar en la mejores universidades del mundo -, el
despertar, en fin, social y cultural de nuestra democracia. Todo lo cual con el
barril de petróleo a mucho menos de 10 dólares. Exhibir la existencia del sistema
sinfónico de orquestas infantiles como obra de Hugo Chávez es tan absurdo,
irreverente y obsceno como lo sería considerar que el Metro de Caracas, la Cota
Mil y la Avenida Libertador fueron creadas bajo el empuje del teniente coronel
o sus esbirros. Suyos serán y para el ominoso recuerdo de su infinita
mediocridad los campamentos aladrillados debidos a arquitectos neofascistas del
régimen que exhiben para inmensa vergüenza de los demócratas su desfachatada
firma. Conventillos disfrazados de edificios de apartamentos que tendrán el
mismo triste final que tuviera su promotor: la ruina”.
“Este 23 de enero debiera haber sido día de
profunda reflexión. ¿Qué nos une y qué nos separa de la acción popular de la
más extraordinaria fecha de nuestro calendario histórico? ¿Qué les ha sucedido
entre tanto al cerebro y al corazón de la Nación? ¿Vale comparar la MUD con la
Junta Patriótica y a algunos de los presidenciables de la oposición con Rómulo
Betancourt, Jóvito Villalba o Rafael Caldera? ¿Cuán bajo hemos descendido como
Nación desde entonces?”
“La Iglesia ha recordado la efemérides con el
mejor de los reconocimientos: un documento a la altura de la Carta Pastoral del
Arzobispo de Caracas, Monseñor Rafael Arias Blanco. The rest is silence”.
2.
El texto antes citado fue publicado el 23
de enero del 2014. En su esencia -la defensa de la Democracia de Punto Fijo y
las bases estructurales que pusiera en pie – sus consideraciones continúan tan
vigentes como hace un año. Constituyen un balance irreprochable. Salvo en un
punto: el régimen todavía imperante ha agravado entre tanto las circunstancias
que provocaran la insurrección cívico militar que derrocara al dictador y lo
aventara para siempre del país. Con aterradores agravantes: nuestra economía no
es la boyante empresa que pusiera en pie la dictadura desarrollista; la pobreza
que entonces existía se ha convertido en miseria y depauperación; un abismo de
incomprensiones, odios y rencores separa a nuestras clases sociales; el valor
de la moneda ha sido ultrajado hasta extremos irrisorios, por no decir
trágicos; la entidad de las Fuerzas Armadas ha sido arrastrada por el fango y
el desprecio; el endeudamiento público es colosal y mientras el 23 de enero
supuso en lo económico una cierta continuidad con las bases estructurales
sentadas por el desarrollismo, hoy las bases de un modelo seudo socialista
catastrófico que nos ha hundido en el abismo deberán ser removidas de cuajo
para intentar la reconstrucción de la Nación. Con un lastre reconocido hace ya
más de un siglo por nuestros pensadores: como todas las revoluciones del
pasado, la chavista ha envilecido a millones y millones de compatriotas y
generalizado la corrupción y la inmoralidad a extremos nunca antes conocidos.
Venezuela es hoy una parodia de Sodoma y Gomorra.
Si la insurrección popular del 23 de enero de
1958 dispuso de una sorprendente unanimidad social, cívico-militar, esperanzada
y llena de futuro, hoy resulta inimaginable un consenso generalizado y nacional
que logre la renuncia y el desalojo del régimen dictatorial sin atravesar por
graves amenazas, disturbios y eventuales conmociones. El veneno marxista
infiltrado en el cuerpo social por el castrocomunismo ha logrado que sus
fuerzas, que entonces coadyuvaran con los restantes sectores democráticos a derrocar
al dictador, hoy le sirvan de último sostén: son, como los colectivos y el
PSUV, el parapeto civil que, unido a la presencia de altos mandos de las
fuerzas armadas invasoras y sus tropas de ocupación, sostienen al gobierno más
corrupto, incapaz, ineficiente y devastador que conozca la historia de la
República. Es sobre esa macolla de generalato corrompido, tropa y generales
cubanos, así como trasnochados sobrevivientes del marxismo leninismo que se
alza el gobernante más despreciado de nuestra historia.
En pocas palabras: la Venezuela del general
Marcos Pérez Jiménez, al margen de sus brutales violaciones a los derechos
humanos y la naturaleza policial de su sistema de dominación, era un islote de
felicidad, próspero y en pleno desarrollo en comparación con la Venezuela
atropellada por el chavismo: devastada materialmente, enconada y pervertida
socialmente, enquistada por el terrorismo islámico, la subversión castrista y
el odio de clases. ¿Un 23 de enero al día de hoy?
3.
Es el 23 de enero de 1958, no obstante, el
único antecedente legítimo que pueda servirnos de precedente histórico para una
salida a la crisis existencial que nos aqueja al día de hoy, cincuenta y siete
años después. Que encuentra en los mismos sectores que entonces permitieron el
alzamiento nacional un reencuentro de nuestro pueblo con su democracia: la
juventud universitaria, la sociedad civil, los partidos, la Iglesia. Y last but
not least: los sectores más conscientes, patrióticos y nacionalistas, el
reservorio de nuestras fuerzas armadas. Convocados por un espíritu unitario al
reconocimiento de la autoridad supra constitucional de una Junta Patriótica –
es la idea: el nombre poco importa – , como puente de transición hacia un
proceso electoral y la elección universal de las nuevas autoridades.
Desde la escritura del escrito con que
encabezamos este artículo, se han cumplido tareas de magnitudes históricas,
así, por omnipresentes, no lo podamos reconocer con claridad: se ha
consolidado, en primer lugar, un nuevo liderazgo nacional, ampliamente
reconocido por la sociedad democrática, como lo confirman todas las encuestas
de opinión, en las figuras de María Corina Machado, Leopoldo López y Antonio
Ledezma. Dando pruebas de una gran lucidez y madurez política, ese nuevo
liderazgo ha buscado afanosa e incansablemente la unidad con los liderazgos
consagrados y superando todos los escollos, prejuicios y malentendidos, hoy se
fortalece la unidad entre el llamado Congreso Ciudadano y la Mesa de Unidad
Democrática. Debemos resaltar al respecto los auspiciosos encuentros que han
tenido lugar entre Henrique Capriles y los líderes del Congreso Ciudadano.
Y un último elemento de importancia capital:
la sociedad democrática, reforzada por los amplios sectores desencantados de
otro delirio de utopías trasnochadas que despierta del encantamiento a la
pesadilla de una realidad espantosa, reconoce en la necesidad estratégica de un
cambio profundo y verdadero la única vía para reencontrarnos con nosotros
mismos. Subordinando toda acción táctica – calle y/o elecciones – al supremo
fin estratégico: el desalojo del régimen y la limpieza a fondo de una realidad
que la historia nos conmina a superar y dejar atrás.
Razones todas para el optimismo. Me encuentro
de paso y casualmente con Monseñor Ovidio Pérez Morales, me sonríe emocionado:
“estamos muy optimistas. El amanecer ya se aproxima”. Es el latido del tiempo
que nace. Es el parto del futuro que ya comienza a anunciarse.
Antonio
Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
@Sangarccs
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