ALBERTO JIMÉNEZ URE |
«Agitan a
criminales que ilegítimamente apertrechan tras presumir que asustarán como
yhidadistas de Califato Tiránico y proclaman reinarán más allá del tiempo,
confiando que sus víctimas no estén sigilosos y al asedio fuera de las plazas
de próceres»
Quienes somos
adversarios de la «Doctrina de Estado Tiránico» tuvimos triunfos electorales
que fueron, con inaudita y delictiva petulancia, abortados por el «Mercenariado
del Gobierno Venezolano»: integrado por mujeres y hombres con experticia para
devastar y corromper instituciones públicas que deben permanecer al margen de
la «Fétida Cúpula del Poder Ejecutivo», empero que por ello desde hace más de
una década esas personas están en desacato constitucional y tendrán que ser juzgadas.
Estoy en desacuerdo con la rebuscada «Tesis de Pacto de Paz con Victimarios
para Impartir Justicia de Reparación a Víctimas», semejante a la memorable
plasta evacuada por un falto de seriedad y cordura Presidente en Colombia. Si
hoy disciernes sobre la «Institucionalidad de Estado» con quienes ultrajan a
los ciudadanos que te confirieron el mando, ellos no cejarán en el propósito de
exigirte aceptes «La Sodomía como Insólita Gesta Independentista». Sucede aquí,
en esta parte de la vecindad latinoamericana bajo peligro de extinción por
hambruna.
Pica como sarna,
cierto, pero es bueno que la Historia Política Universal de Abominaciones nos
recuerde que los inagotables martirios que padecemos los venezolanos desde hace
casi dos décadas proceden de los «ordenamientos no jurídicos ni empíricos» de
un trasto o lastre que desgració a nuestro país. Violó el «Código de Justicia Militar» y el «Penal», capituló, fue capturado, recluido,
infortunadamente sobreseído y vitoreado por una sociedad atribulada que por
carecer de amor propio le confió el resguardo del «Parque de Armas de
Venezuela» y el «Poder Ejecutivo». Rápido, se auto-invistió de Suprema Deidad
con el propósito (bajo investigación sociológica) de exterminar a una ingenua
nación cuyo senil mandatario lo indultó.
Los «ordenamientos
no jurídicos ni empíricos» del hoy «Supremo-Eterno-Difunto-Exterminador»
desplazaron a los consagrados en la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela de 1999. Sus hijos presuntos, aproximadamente 200 entre forajidas y
hombres nuevos que usurpan cargos públicos de gran relevancia, en el curso de
un acto de «Magia Bolivariana» desaparecieron al erario del país condenándonos
a vivir desabastecidos, con torpedeado acceso a la Justicia y «Derechos
Civiles» sujetos a improvisados interdictos. Amparados por la Constitución, no
podemos solicitar a los malhechores con poder que entreguen sin violencia las
llaves de los distintos organismos. También estamos inhabilitados para
declararnos en «Desobediencia Civil» porque nos imputarían el delito de
«Conspiración para Cometer Magnicidio» (que no se sabe contra cuál individuo
«magnánimo».
A favor de la
Cúpula Corrompida y Periclitada de «Iglesia Católica», asunto que por rebote
también intenta blindar la (bajo sospecha de fraude) santidad de los monstruos
que gobiernan en nuestro continente, el
Jefatural Supremo del Vaticano formuló que la «Libertad de Expresión»
tiene límites porque nadie puede practicar la sátira por escrito ni con imágenes
o gestos cuando pudiere afectar a personalidades del mundo o la dignidad de
quienes profesan distintas religiones. La Humanidad está, culturalmente, en
peligro de estancamiento o retroceso por culpa de celebridades del
«Farandulerismo Internacional» y conciliábulos supremos de pedófilos o
esquizofrénicos.
Los pedófilos que
visten sotanas lo son con agravantes, y los «¿dignatarios?» ladrones o asesinos
también. Cuando están confinados, no deberían tener por alternativa solicitar
«medidas sustitutivas de libertad». Porque
son incorregibles, jamás serán contritos y el riesgo de su excarcelación
comporta un inexcusable riesgo para los verdaderos seres humanos. Arrogantes,
narcisistas y abusadores confesos, quienes de modo ilícito lograron heredar el
poder en Venezuela no dan tregua a su causa incendiaria (vistos en sofocantes
«tribulaciones de radio, televisión e Internet»). Tampoco sus detractores
estamos en cesación de funciones ciudadanas. Debemos impedir la consolidación
de La Sodomía como Insólita Gesta Independentista: una doctrina que se esparce
sin casi hallar resistencia por la América Latina.
Alberto Jimenez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor
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