Los acontecimientos de los últimos días
parecieran describir la sórdida relación entre altos funcionarios del gobierno
y grupos, según parece ahora, no tan santos como generalmente se les
consideraba.
La historia de estos grupos está
estrechamente relacionada con los círculos bolivarianos, suerte de brigadas de
choque de la revolución chavista; los
colectivos ubicados en algunas parroquias populares de Caracas; y, sin bien no
tan visible, por ahora, con las milicias bolivarianas. Ya les llegará su
momento. Cada uno de ellos ha tenido su padrino en la estructura de poder en
estos 15 años.
Estos colectivos han hecho saber con su
práctica de los que son capaces, de los recursos de intimidación que poseen:
motos de altas cilindradas, armas de todo tipo, y, de nuevo, padrinos y santos
protectores de carne y hueso prestos a salir en su defensa cuando son señalados
por sus fechorías.
No pocas veces la oposición ha puesto sobre
la mesa la necesidad de que el gobierno proceda al desarme de los grupos
violentos, obteniendo siempre la indiferencia como respuesta oficial. Siempre
estuvo advertido el gobierno de las consecuencias futuras que podrían
presentarse. Pero en fin de cuentas, eran sus muchachos, esos que podrían salir
a enfrentar y amedrentar a otros venezolanos.
El mejor cuerpo para el control social, para generar pánico y miedo. Los
únicos que actuarían impúdica e impunemente. La mano de la justicia sería
siempre corta, muy corta, para llegar a ellos y certificadamente ciega para ver
a su alrededor.
Qué pasó que ahora el gobierno carga la mano
contra los hijos de la revolución, contra el hombre nuevo formado en estos años
de revolución. Qué incomoda al gobierno o parte de él. Qué dejaron de hacer o
qué nueva actividad desarrollan que ha hecho posible el retiro del protectorado
que hasta ahora habían disfrutado. Ya se sabrá.
El gobierno libró su primera batalla contra
uno de los colectivos. La Batalla de Quinta Crespo contra el “Colectivo Escudo
de la Revolución” dejó 5 camaradas muertos entre ellos su líder José Odremán.
El jefe del CICPC ha dejado claro que se trataba de una banda de criminales y
que nada tenía que ver con la muerte del diputado Serra. Siempre habrá quien lo
crea.
Lo cierto es que la opinión pública, a pesar
del control de los medios ejercido por el gobierno, comienza a sobresaltarse
por los acontecimientos. La sociedad, que sabe del deleite que por la opacidad
siente el gobierno, busca informarse, acude a nueva fuentes y construye una
verdad que le resulte verosímil. La verdad oficial no genera confianza, sino
dudas.
Son demasiadas las aclaratorias que debe dar
el gobierno sobre estos acontecimientos. Cómo es que el jefe de una banda de
criminales se toma un selfie con el fallecido presidente, con José Vicente
Rangel, con el diputado Serra, con el Presidente y su señora, con un alto
efectivo de las FANB y pare usted de contar que avergüenza.
La revolución bonita ha comenzado a ofrecer
su verdadero rostro feo, cruel, sanguinario, abominable, detestable y
repugnante. Se come a sus hijos. Lo cierto es que la revolución cooptó y
organizó a buena parte de estos grupos que ahora resultan ser bandas
criminales, según palabras del jefe del CICPC. Preferimos pensar que fue así y
no a la inversa.
El gobierno tiene la obligación y la
responsabilidad ante el país de corregir su torpeza y su desatino.
Claro, si les da la gana.
Leonardo
Morales P.
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP
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