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miércoles, 25 de junio de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, LOS DERECHOS HUMANOS,

Si hay un hecho que marca la evolución del proceso civilizatorio en el hombre, entendiéndose éste no sólo como una mejora en la calidad de vida de las personas y la sociedad en general, sino en la concepción misma del ser humano como sujeto moral y responsable de sus acciones, ese hecho tiene que ser el reconocimiento de los derechos básicos individuales por parte de la comunidad de naciones del mundo, es el punto clave para entender la historia moderna.

Para un sector de la humanidad no es del todo significativo que luego de 10.000 años de historia del ser humano en el planeta Tierra, llegaremos por fin a declarar expresamente, en convenios internacionales, constituciones y otros instrumentos legales, que el ser humano tiene derechos fundamentales, sin la existencia de los cuales esa persona dejaría de ser un ser humano.

La larga historia en la lucha por los derechos humanos va de la mano de la historia política de los Estados. Los gobiernos han tenido diferentes actitudes y tratos para con sus gobernados desde la perspectiva del ejercicio del poder, de allí surgieron las relaciones con los vasallos, súbditos, representados o ciudadanos, que han sido desde simples números en la ecuación de la lucha por el poder, hasta individuos que importan y participan en las decisiones sobre los asuntos de la República.

Desde este punto de vista, tenemos gobernantes que han pisoteado a sus semejantes y coterráneos sin ningún miramiento a la hora de cumplir con sus propósitos y fines del Estado, incluso, exterminando a una buena parte de la población.

Otros gobernantes han tenido el cuidado, la sensibilidad y el conocimiento de que efectivamente, un Estado debe funcionar en base al consenso y la participación de todos sus integrantes, por lo menos de una mayoría, tanto para la paz como para la guerra. En este camino lleno de obstáculos hemos avanzado en buena medida de aquellos tiempos en que el Rey o soberano se creía ungido por Dios y que estaba por encima de las leyes y la justicia de los hombres.

Fue en la Carta Magna inglesa en 1215 donde por primera vez se mencionaron los derechos humanos, luego en 1689 se concretaron normas específicas que los protegían en el Bill of Rigths.
La Revolución Francesa y la Norteamericana estuvieron inspiradas en estos antecedentes, igualmente, los principios de la religión cristiana sobre la dignidad de los hombres, el respeto al prójimo y la consecución ética del bien individual y común, aportaron el ingrediente humanista a este proceso.

Y entre guerras y desastres, genocidios y crímenes, juicios, reparaciones y condenas, la humanidad fue avanzando en un camino de muchos sacrificios y razones, para culminar finalmente en unas declaraciones sencillas pero muy poderosas: “Todo ser humano nace libre y tiene derecho a la vida, a la libertad de opinión y de expresión, al trabajo, a la educación, al desarrollo de su personalidad, a la propiedad y a vivir entre los suyos”.

Se trataban de derechos originarios, irrenunciables, que ningún gobierno podría violar ya que al hacerlo violaría los fundamentos del mismo Estado, su propia fuente de soberanía.

En palabras del profesor suizo Thomas Fleiman, un estudioso y publicista de los derechos humanos: La idea fundamental consiste en que el gobierno está, precisamente, obligado a respetar los derechos humanos, esta obligación limita el poder del Estado y obliga al gobierno a respetar la dignidad humana aun cuando le repugne o no le sea conveniente hacerlo.

El respeto a esta obligación,  y esto constituye el contenido esencial de los derechos humanos,  debe poder ser garantizado mediante jueces independientes, que deben tener la potestad y el deber, en caso de violación de los derechos humanos, de tomar las medidas necesarias, aun contra el jefe de Estado.

Gobernar respetando los derechos humanos es difícil, pero a la larga legitiman a los gobernantes y la sociedad se fortalece.  Al contrario, los  gobiernos que violan los derechos humanos pierden rápidamente la confianza de sus gobernados, se deslegitiman e irremediablemente se derrumban, y sus actores, terminan respondiendo ante la justicia y la historia.

Violar los derechos humanos del soberano que es el pueblo, así sea su derecho de expresión libre en un proceso eleccionario, es un atentado en contra de la soberanía de ese país y un crimen de lesa patria.

Para los puristas, el tema de los derechos humanos es uno solo y en una sola vía, si hay una violación, cualquiera que esta sea debe ser investigada, procesada y reparada, tan sencillo como una relación causa-efecto.

Pero en el mundo real las cosas no son tan sencillas y menos en el tema de los DDHH, tan cargado de pasiones, sentimientos y sobre todo, de tanto contenido político.

Hoy por hoy, los el tema de los DDHH son considerados un arma política, tan eficaz y devastadora como un misil con una cabeza nuclear.

Algunos líderes mundiales han señalado que los DDHH son otra forma de dominación colonialista de países ricos contra los pobres, un nuevo ropaje para que continúe la colonización y la explotación del más fuerte, excusas que permiten el intervencionismo e impiden el libre desenvolvimiento de las culturas ya que en algunas sociedades existen costumbres ancestrales que pudieran tipificar violaciones a estos derechos.

La izquierda, quien alega ser la madre de la criatura, tiene en los DDHH la manera más responsable e idónea de hacer justicia en contra de los abusos del capitalismo salvaje. 

La derecha, tiene en los DDHH la excusa perfecta para intervenciones y actos de guerra.

Un país o un gobierno, un líder o una facción que sea acusada de violar los derechos humanos queda manchado de inmediato por el oprobio y pasa a la defensiva, una acusación de ese tipo siempre trae una secuela de problemas, sanciones y procesos que han terminado con muchas carreras políticas e incluso, ha acabado con gobiernos.

Basta ver los innumerables reportes, índices y listados que diferentes organismos nacionales e internacionales publican señalando el respeto o no a los derechos humanos de países e instituciones, listados que tienen sus repercusiones en la apreciación de la calidad de vida, grado de desarrollo y seguridad para inversiones de la comunidad internacional y que sin duda afectan la viabilidad de ciertos gobiernos.

Las acusaciones reverberan en el ambiente, cuáles son los grupos que están alineados con una tendencia, quién financia a quién, cuál es el interés del acusador, que países apoyan una acusación, quienes secundan una intervención.

Una de las más evidentes muestras del proceso globalizador es sin duda el tema de los derechos humanos, la corresponsabilidad de los países en que prevalezcan la paz y la justicia en el orbe, que sean erradicados los crímenes odiosos en contra de la humanidad, que terminen los holocaustos, que cesen las genocidios, los desaparecidos, los refugiados, la práctica de la tortura.

Por un lado se descubren nuevas formas de convivencia y cogestión, el hecho de que se conformen grandes bloques de países en el mundo, uniones y confederaciones de naciones, gobiernos supranacionales, organismos internacionales con presencia y autoridad en los países miembros, fuerzas de choque, de alivio, de ayuda, organismos multilaterales de financiamiento, expediciones multinacionales de paz, grupo de países de amigos y hasta fuerzas multinacionales para la guerra, hablan por sí solas de un cambio profundo en el tejido del mundo y las relaciones de sus partes.

Como reacción también vemos el resurgimiento de las tesis de una soberanía a ultranza, del derecho de la libre determinación de los pueblos, de esos nacionalismos trasnochados y las posiciones oportunistas de la no intervención y que son caldo de cultivo de las violaciones masivas de DDHH.

Los derechos humanos son sin duda los aspectos más visibles y sensible de esta transformación mundial y lo son, porque tocan un aspecto clave y notorio de los seres humanos, y sobre todo de los gobiernos, el uso de la violencia.

Justamente esa tendencia salvaje del humano por dominar a los otros, por doblegar y comandar sobre la voluntad de sus semejantes, por imponer puntos de vistas y visiones del mundo a la fuerza, de llegar a las persecuciones, encarcelamientos, torturas y muerte por satisfacer apetitos personales o de una camarilla, esa tendencia a la discriminación y al exterminio del "otro" por razones de sexo, raza o creencias, está, en estos momentos, siendo cambiada por una manera de relación diferente.

Los derechos humanos imponen el reconocimiento del "otro" como una extensión del
"yo", implica un reencuentro con la comunidad, una apertura al diálogo y a las negociaciones, impulsan la participación, niegan la guerra como salida a los conflictos, a la violencia como respuesta a las diferencias.

Nos encontramos en estos momentos en un punto muy delicado de la existencia del ser humano como género y cohabitantes del planeta Tierra, el mundo está cambiando porque nosotros estamos cambiando y la necesidad es una: sobrevivir.

Quizá los actuales momentos sean de mucha confusión y contradicciones, pero la salida que brinda la preeminencia de los DDHH por encima de los egoísmos y la violencia primitiva, es la única posible a un temprano fin de la civilización.

La tendencia claramente indica que los habitantes del planeta Tierra nos dirigimos hacia un gobierno mundial, los nacionalismos están quedando como perversiones de museo, como excusas para que gobiernos forajidos cometan crímenes en contra de sus poblaciones y atenten en contra de la estabilidad internacional.

Pero el camino apenas comienza y la ruta es larga y dura.

Las Naciones Unidas cada día toma más y más responsabilidades en el concierto de naciones del mundo, a medida que los diferentes bloques económicos se unifican y las regiones toman conciencia de sus posibilidades, la necesidad de instituciones y organismos que ayuden a resolver conflictos, prevengan las guerras y fomenten el desarrollo se hace más urgente.

Ya lo dijo de manera clara Nelson Mandela ex presidente de Sudáfrica y Premio Nobel de la Paz: "Estamos presentes en la creación de otra transición en la historia. Por ello, existe la necesidad de desarrollar un sentido de orden en el mundo. Para lograrlo, es preciso establecer un vínculo directo entre la participación responsable de la comunidad de naciones, y la estabilidad y el proceso globales. Lo contrario también es cierto; si los países desean disfrutar los derechos de la comunidad, tienen que actuar de manera responsable".

Lo que ha sucedido con el gobierno de Chávez y su reiterada violación de los derechos humanos en Venezuela era un buen ejemplo de lo que Mandela refería.

En su intento de convertirse en líder mundial de los excluidos Chávez viajó por todo el mundo con un ácido discurso criticando el nuevo orden mundial, su intención era clara: dividir y confrontar, sus propuestas eran levantar a los oprimidos en contra de sus opresores, su argumento de multipolaridad no era sino un intento velado por socavar las bases de los esfuerzos del primer mundo por llevar orden en zonas críticas y altamente convulsionadas del mundo.

Chávez utilizó cada foro internacional para llevar su mensaje de confrontación, cuando le servía a sus propósitos la comunidad mundial le era útil, pero cuando los demás países le exigían responsabilidad en sus actuaciones, entonces se ocultaba tras los ropajes del nacionalismo, la autodeterminación de los pueblos, la soberanía y la independencia.

El "proceso" que había iniciado en Venezuela, la "revolución bonita" de la que tanto se ufanaba, empezaba a desviarse hacia un autoritarismo disfrazado de legalidad y no pasó mucho tiempo en que se iniciaran los crímenes contra la población que lo adversaba.

Fue así que un grupo de abogados, en representación de unas víctimas de la violencia del Estado, viajaron a La Haya, a la Corte Penal Internacional en Holanda para que se abrieran las averiguaciones por presuntos crímenes contra la humanidad ocurridos desde abril de 2002 hasta marzo del 2004.

La asociación de víctimas solicitó al tribunal internacional que investiguara en total, 20 casos de torturas, 40 muertes, 50 de violencia física, 40 encarcelamientos arbitrarios y cuatro casos de abuso sexual, por presuntos móviles políticos.

Desde entonces los abusos del poder han aumentado y la represión en contra de los oponentes al régimen suma una larga lista de víctimas.

Ahora Nicolás Maduro, el sucesor de Chávez y sus secuaces, han escalado en esta arremetida general en contra de los DDHH en Venezuela, entre los que lamentablemente se encuentran oficiales y soldados de nuestras fuerzas armadas, no han entendido la gravedad de su situación, continúan jugando al engaño y a la descalificación, pero es seguro que más pronto que tarde se vean obligados a responder por sus crímenes, los cuales son imprescriptibles.

En el informe de la organización Human Rights Watch del 2014 dice lo siguiente: 

“Durante el gobierno del Presidente Chávez, y del actual Presidente Maduro, la acumulación de poder en el ejecutivo y el deterioro de las garantías de derechos humanos han permitido que el gobierno intimide, censure y enjuicie a sus críticos. Si bien aún son muchos los venezolanos que critican al gobierno, la posibilidad de enfrentar represalias — a través de acciones estatales arbitrarias o abusivas— ha socavado la capacidad de los jueces de pronunciarse imparcialmente en casos con fuertes implicancias políticas, y ha obligado a periodistas y defensores de derechos humanos a medir las posibles consecuencias de publicar información u opiniones críticas sobre el gobierno.
En septiembre de 2013, entró en vigor la decisión del gobierno de Venezuela de denunciar la Convención Americana sobre Derechos Humanos, lo cual impide que los venezolanos puedan acceder a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, un tribunal internacional que ha protegido sus derechos durante décadas en un amplio espectro de casos.
El abuso policial, las condiciones carcelarias y la impunidad en casos de abusos cometidos por miembros de las fuerzas de seguridad continúan siendo materia de profunda preocupación.”
Es terrible para el país que un jefe de Estado se encuentre involucrado en asuntos tan siniestros como la práctica de la tortura, los asesinatos por encargo, las restricciones a la libertad de expresión, el uso del terrorismo judicial y que la comunidad internacional haya puesto a Venezuela bajo estricta observación.
Los expedientes en la Corte Penal Internacional han aumentado, los acusados son ahora un buen número de funcionarios que tendrán que rendir cuentas por sus actuaciones.
De acuerdo al informe Febrero-Mayo del 2014 sobre protestas y derechos humanos preparados por una serie de instituciones, ONG’s privadas, la situación fue la siguiente para esos meses caracterizados por una intensa protesta cívica y pacífica en todo el territorio nacional:“Según cifras del OVCS entre los meses de febrero y marzo de 2014 se realizaron en todo el país la cantidad de 3.671 manifestaciones: en solo 2 meses el 83,2% del total de manifestaciones registradas en el año 2013, cuando hubo 4.410 protestas… La Guardia Nacional Bolivariana (GNB), órgano que ha tenido la mayor cuota de responsabilidad en el control de las protestas, es también el organismo sobre el que recaen la mayor cantidad de denuncias debido a los excesos que ha cometido en el ejercicio de estas funciones. Uso desproporcionado de la fuer¬za, empleo de armas de fuego y sustancias tóxicas en manifestaciones, casos de torturas y tratos crueles, inhumanos y degradantes a detenidos, resaltan entre las principales denuncias que víctimas y organiza¬ciones de derechos humanos del país han documentado a propósito de la actuación de este componente de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), en el marco de las protestas de febrero-mayo 2014. Asimismo, los cuerpos policiales de carácter nacional como la Policía Nacional Bolivariana (PNB), el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), y el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Pe¬nales y Criminalísticas (CICPC), encabezan junto a la GNB las denuncias por uso excesivo de la fuerza y violaciones a la integridad física de manifestantes y ciudadanía en general.”

El régimen dictatorial de Maduro está en plena campaña de descrédito internacional en contra de las instituciones que se ocupan de vigilar el cumplimiento de normas y tratados que el país se ha comprometido a cumplir, una serie de movimientos diplomáticos le han garantizado cierto apoyo de bloques de países que pretenden que el gobierno de los chavistas salgan impunes por los delitos cometidos en contra de  los DDHH, pero al final prevalecerá la razón y el imperio de la ley, porque no se trata simplemente de proteger o no a unos cuantos criminales, sino de la sobrevivencia de la humanidad en el planeta, es la necesidad de que impere un orden y que no se pierda el sentido de humanidad por razones de ideología. – 

Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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