ROSALÍA MOROS DE BORREGALES |
Dedicado a mi amigo José Manuel Pardo
Me escribe nuevamente un querido amigo, asiduo del camino de
Santiago de Compostella.
Mas o menos cada dos días nos narra su caminar,
expresa sus percepciones, emociones y nos nutre con interesantes datos
históricos. El reporte de hoy me gusta de manera especial, me recuerda a mi
Señor Jesús en su platica con Nicodemo, un fundamento de nuestra fe. También
percibo en mi amigo una profundidad espiritual hermosa que me llena con un
sentimiento de gratitud.
Nos cuenta sobre "A cruz dos farrapos", cuya traducción
es el título de este artículo. Esta cruz de dos metros de altura poseía una
piedra ahuecada en su base y se encontraba en la fachada norte de la catedral
de Santiago, antes del pórtico de la gloria . Los peregrinos al llegar a
Santiago acudían donde se encontraba la cruz despojándose de sus ruidas ropas,
quemándolas en la base de la cruz. En su interpretación del significado de esta
cruz, mi amigo nos dice: - "Pareciera ser parte del ritual humano de
despojarse de lo malo, despojarse del pasado para nacer de nuevo".
Parecido a lo que se hacía y continua haciéndose en Finisterre donde los
caminantes queman la ropa y el calzado de la peregrinación frente a donde muere
el sol para salir vivo de nuevo por la mañana. ¡La resurrección, el
renacimiento de un hombre nuevo!
Al leer la inspiración de mi amigo pienso en el nuevo nacimiento
del cual el Maestro le habló Nicodemo, un hombre religioso, principal entre los
judíos, quien se acercó a Jesús de noche buscando, indagando, tratando de
entender: - Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie
puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. (S.Juan 3:2
RVR1960). Pero Jesús no le habla a Nicodemo de las señales que hacía, tampoco
le da una respuesta concreta, si no que le habla de nacer de nuevo: - De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios. A lo que Nicodemo le
responde: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por
segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Entonces Jesús le explica: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es
nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
(S.Juan 3:3-6 RVR1960)
Quizá después de esta afirmación Nicodemo lograría entender que ya
había nacido de la carne y que el nuevo nacimiento se trata del espíritu. Solo
los que han nacido del espíritu son capaces de comprender las cosas de Dios. En
el reporte de su camino mi amigo continúa la historia de la cruz de los
harapos, nos dice que desde hace un tiempo la cruz esta en los tejados de la
catedral, donde se seguía practicando el rito del quemado de la ropa. Hace algo
más de un siglo ya no se sigue esta tradición. Si nos colocamos cerca de la
puerta santa entre las plazas Quintana (la de muertos y la de vivos) y levantamos
la vista al tejado un poco a nuestra izquierda podemos observar la cruz dos
farrapos . Pero la manera más cómoda de visitarla es pagar una entrada para ir
al museo de la catedral y subir al tejado, donde podremos observar esta cruz
azul turquesa, descolorida por los tantos años de ver peregrinos, con la piedra
manchada del hollín del humo producto del incinerado
Nicodemo fue quien reclamó el cuerpo del Maestro tras su muerte de
cruz, para darle la clase de sepultura de acuerdo a su honor. Lo envolvieron en
ropas nuevas y lo colocaron en una tumba, a los tres días se levantó de la
muerte y la luz resplandeció en él para siempre. Nicodemo vino a la cruz, él
era un hombre entre los principales, pero supo entonces que debía traer al pie
de la cruz los harapos con que llevaba vestida su alma. Despojarse del viejo
hombre y vestirse del nuevo, el del espíritu. Nacer de nuevo no requirió volver
al vientre de su madre, requirió humildad para venir ante la cruz y rendirse
allí.
Vuelvo mis ojos y mi corazón al relato de mi amigo, él dice: -
"Al no tener la cruz donde quemar lo que nos pesa, lo que molesta, lo
viejo y lo derruido, podemos elaborar la imagen de ésta en nuestras mentes y
así, quemarlos en el fuego del olvido para renacer hacia la luz y el nuevo camino,
futuro de nuestras vidas". Entonces, siento que Dios me está hablando, me
está diciendo que debo quemar a los pies de la cruz los harapos de mi alma, ese
pesado fardo que me subyuga. Debo quemar en el fuego del olvido la ofensa, las
que he causado, las que me han causado; Dios las echa en lo más profundo de la
mar. Al venir a la cruz mis harapos son quemados por el fuego de Su Amor, sus
ojos me miran tiernamente, sus brazos me envuelven, la luz de Su rostro ilumina
mis tinieblas, soy vestida con ropas nuevas. ¡He nacido de nuevo!
Rosalía Moros de Borregales
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB
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