PEDRO LUIS ECHEVERRIA |
Transcurren los días
finales de un aciago año para Venezuela y la represión gubernamental se
incrementa, se perfecciona y se profundizan la crueldad oficial y los métodos y
mecanismos para ejercerla. Aumentan las víctimas de encarcelamientos, acoso
y persecución ilegales; la mentira y la
falsedad son los fundamentos para la acción judicial. El gobierno arteramente
manipula para tratar de imponer y mantener su hegemonía en el tinglado institucional
del país. Muchos venezolanos son detenidos arbitrariamente, vejados y
torturados. Impunemente, el gobierno incrementa la virulencia de los ataques a
las personas y a la propiedad privada. A pesar de ello, la fuerza de la protesta crece, persevera, se mantiene, se
reinventa y se extiende paulatinamente a diversas ciudades y sectores sociales.
Es una suerte de loca espiral en donde se confrontan la violencia oficial y la
resistencia heroica, una y otra vez, sin que la balanza de resultados de la pugna
favorezca claramente a ninguna de las partes involucradas.
El gobierno
irresponsablemente asume el rol de feroz contendiente en lugar de abrir,
mediante acciones políticas contundentes y veraces, los caminos para el
entendimiento y la paz; los cierra a través de un discurso falaz, altanero y
desconsiderado en el cual campean intentos de dominación a la sociedad en su
conjunto mediante perversas acciones de incremento y profundización de la
represión, llamados a las hordas que controla a la confrontación abierta contra
los que protestan; y mentiras, amenazas, descalificaciones y violaciones
flagrantes al orden constitucional del país. A casi dos años de diarios
enfrentamientos con los factores de la oposición democrática que constituyen
una parte importante de la población, el régimen no ha cedido un ápice a las
justas demandas de la disidencia, condiciones mínimas éstas que facilitarían la
posibilidad de abrir caminos, con eficacia política, sobre la forma de abordar
el diseño y aplicación de una estrategia orientada a administrar y resolver
paulatinamente la terrible situación que vive el país en todos los órdenes. En
tal sentido, no es posible iniciar un proceso de desarrollo sustentable cuando
las causas y cicatrices de la contienda
que nos divide no han sido resueltas y sanadas.
Esta fase de horror y
hecatombe financiera, de abusos de los derechos humanos como la que estamos
viviendo y para la que no se vislumbra, a corto plazo su fin, exige que la
oposición, ante el próximo evento electoral de 2015, reconstituya sus liderazgos, remoce el contenido de su
propuesta al país y, lo más importante, que sus dirigentes atiendan, como
prioridad impostergable para la definición de la estrategia y acción política a
seguir unitariamente, el clamor popular en lugar de privilegiar los intereses
grupales, asegurando de este modo la convivencia política entre los sectores
disidentes, mediante procesos de entendimiento sostenibles en el largo plazo.
Se requiere la constitución de un sólido frente de lucha en el cual todos los
intereses en juego converjan hacia un mismo fin y crear un amplio y eficaz
instrumento de acción política para la recuperación del país. Pero, sin dudas,
ese camino está repleto de escollos.
Promover un diálogo
fructífero al interior de las fuerzas opositoras, supone: contar con líderes e
instituciones políticas respetadas y creíbles por el hombre de a pie; alcanzar
consensos sobre lo que no es aceptable promover; y los medios que resulta
inaceptable emplear para proteger intereses grupales por legítimos que sean. Se
requiere la aplicación de una visión de amplio enfoque para convenir
colectivamente las acciones a seguir en este irreversible proceso de cambio en
el que estamos envueltos. Se debe privilegiar la actitud reflexiva sobre lo
emocional. Sin ello, la unidad es apenas el interregno de una inacabada espiral
de conflictos internos. Si bien la resolución del conflicto, al interior de la
oposición, se encamina en el corto y mediano plazo a lograr arreglos que
satisfagan mínimamente las demandas de los grupos en pugna, la transformación
de ese conflicto supone atender y buscar solución a los problemas
estructurales, ideológicos y culturales profundos que le dieron vida y
restablecer el tejido de convivencia política que ha venido fragmentándose durante
los años recientes.
Vivimos una nueva
era, el chavismo emite los últimos estertores de su agonía, pero el régimen
continúa anclado en viejas doctrinas que
le impiden ver cómo es y funciona la dinámica de la realidad que lo circunda.
Por tanto, la revolución que necesitamos
para salir del atolladero en el que nos ha metido la incapacidad gubernamental,
es la de nuestro pensamiento. Sólo una transición opositora hacia un nuevo
paradigma de modelo democrático, capaz de administrar y resolver los conflictos
de manera creativa y unitaria, podrá dar respuesta a los anhelos de dirección y
orientación política contundentes, como
demanda la mayoría del país, para reconquistar todo aquello que nos ha
sido arrebatado por un régimen desquiciado, ineficiente y corrupto.
Pedro Luis Echeverria
pedroluis.echeverria33@gmail.com
@PLEcheverria
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, DIARIO DE OPINIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, ACTUALIDAD INTERNACIONAL, OPINIÓN, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, REPUBLICANISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA,ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA,CONTENIDO NOTICIOSO,
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.