GABRIEL S. BORAGINA |
La mayoría de las
personas de nuestro tiempo consideran que tanto el socialismo como el
capitalismo son sistemas "fracasados" y que se necesita "algo
nuevo". Cuando se les pregunta que sería "eso nuevo" que creen
podría "reemplazar" ambos sistemas, responden invariablemente que debería
tratarse de algo "intermedio" entre los dos, o que reúna las virtudes
de uno y de otro. Esta forma de pensar tan popular y tan generalizada en el
mundo de hoy ha recibido varios rótulos, por ejemplo unas veces se lo ha
llamado "sistema mixto", otras "la tercera vía", otras,
"intervencionismo", a veces "humanismo", y así por estilo.
Sin embargo, esa misma gente suele desconocer que lo que diferencia al
socialismo del capitalismo es el régimen que se le dé a la propiedad. Y de esta
manera, mientras el socialismo propugna la propiedad "común", el
capitalismo se basa en la propiedad privada de los medios de producción. Un
sistema "intermedio" -como el que la gente propone- implicaría una
suerte de transacción entre ambos tipos de propiedad. Pero como L. v. Mises se
ocupó de aclarar magistralmente, no es posible ninguna clase de transacción
entre propiedad privada y común:
"El más conocido
y más respetado de los sistemas transaccionales cree efectivamente que puede
recomendar soluciones a medias como institución permanente. Los reformadores
agrarios desean socializar los factores naturales de producción, dejando la
propiedad privada de los medios de producción en el resto del sistema
económico. Al hacer esto parten de la suposición –considerada como evidente en
sí– de que la propiedad común de los medios de producción genera utilidades más
elevadas que la propiedad privada de los mismos. Dado que consideran la tierra
como el más importante de los medios de producción, desean transferirlo a la
sociedad. Con la debacle de la tesis que sostiene que la propiedad pública
podría alcanzar mejores resultados que la privada, también se derrumba el
concepto de reforma agraria. Quienquiera considere a la tierra como el más
importante medio de producción ciertamente debe defender la propiedad privada
de la misma si considera a la propiedad privada como la forma de organización
económica por excelencia."[1]
Tales razonamientos
son igualmente aplicables a cualquier clase de propiedad. Muchos de lo que
condenan al capitalismo por defender la propiedad privada no estarían
dispuestos a aceptar la propiedad mixta de sus propios bienes. Ninguno de los
modernos anticapitalistas estarían proclives a poseer solamente la mitad de la
propiedad de su automóvil, de su casa, de sus ropas, muebles, cuentas
bancarias, tarjetas de crédito, de su sueldo, etc. y donar la mitad restante de
la propiedad de estas cosas al dominio común o, como les gusta decir,
"público". Hasta el más socialista o izquierdista se resiste con uñas
y dientes cuando se le sugiere que sea el primero en dar el ejemplo en donar
tan sólo un 10% de sus bienes a los más pobres o -como les gusta también
llamarlos- "excluidos". El anticapitalista pretende invariablemente
que sean los demás quienes se desprendan de parte o todas de sus posesiones.
Pero él nunca aceptará hacerlo de sus propios bienes y demás pertenencias.
Jamás le veremos dar el ejemplo de sí mismo.
Asimismo, el
anticapitalista también parece desconocer que si se suprime o disminuye la
propiedad privada, también se pierde la liberad como inexorable consecuencia:
"Nuestra
generación ha olvidado que el sistema de la propiedad privada es la más
importante garantía de libertad, no sólo para quienes poseen propiedad, sino
también, y apenas en menor grado, para quienes no la tienen. No hay quien tenga
poder completo sobre nosotros, y, como individuos, podemos decidir, en lo que
hace a nosotros mismos, gracias tan sólo a que el dominio de los medios de
producción está dividido entre muchas personas que actúan independientemente.
Si todos los medios de producción estuvieran en una sola mano, fuese
nominalmente la de la «sociedad" o fuese la de un dictador, quien
ejerciese este dominio tendría un poder completo sobre nosotros. Nadie pondrá
seriamente en duda que un miembro de una pequeña minoría racial o religiosa sería
más libre sin propiedad, si sus compañeros de comunidad disponían de ella y
estaban, por tanto, en condiciones de darle empleo, que lo sería si se hubiera
abolido la propiedad privada y se le hiciese propietario de una participación
nominal en la propiedad común. Y el poder que un multimillonario, que puede ser
mi vecino y quizá mi patrono, tiene sobre mí, ¿no es mucho menor que el que
poseería el más pequeño funcionario que manejase el poder coercitivo del
Estado, y a cuya discreción estaría sometida mi manera de vivir o trabajar? ¿Y
quién negará que un mundo donde los ricos son poderosos es, sin embargo, mejor
que aquel donde solamente puede adquirir riquezas el que ya es
poderoso?"[2]
Precisamente, lo que
garantiza el sistema capitalista y lo que lo hace insuperable respecto de todos
los demás sistemas existentes es la circunstancia de que atomiza la propiedad
entre muchas manos, es decir, a través del capitalismo el poder se desconcentra
y se dispersa. Por el contrario, en el socialismo y los sistemas "intermedios",
"mixtos" o "intervencionistas" (o expresiones análogas), el
poder tiende a concentrarse entre pocas manos. Y esas escasas manos -por lo
general- están todas en el gobierno o cercanas al mismo. El poder absoluto lo
detentaría quien poseyera absolutamente toda la propiedad de todo lo existente
en el lugar o país en cuestión. Esta es justamente la razón por la cual los
gobiernos del mundo son tan propensos a dictar leyes en contra de la propiedad,
ya que por su intermedio ganan más y más poder sobre la gente indefensa.
[1]
Ludwig von Mises. "SOCIALISMOS Y PSEUDOSOCIALISMOS" Extractado de Von
Mises, Socialism: An Economic and Sociological Analysis, capítulos 14 y 15. La
traducción ha tenido como base la versión inglesa publicada por Liberty Classics,
Indianápolis, 1981. Traducido y publicado con la debida autorización. Estudios
Públicos, 15. Pág. 38.
[2] Friedrich A. von Hayek, Camino de
servidumbre. Alianza Editorial. España. pág. 140
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
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