EMILIO NOUEL V. |
Desde la oposición democrática venezolana, mucho nos
ufanamos, por considerarlo muy positivo, que exista en su seno una pluralidad
de opiniones, pareceres diferentes ante muchos temas. Y eso no tiene nada de
malo…. hasta cierto punto.
Porque si hay visiones controvertidas sobre el cambio
climático, el precio del petróleo, el Estado islámico o la filosofía de
Schopenhauer, uno no se preocupa tanto. Pero sobre temas de la política
concreta, de lo que debe hacerse o declararse, ahí ya entramos en temas más
espinosos.
Cuando se habla del asunto, siempre nos recuerdan que en
ella -quiero decir en la MUD- conviven representantes de todo el menú
ideológico. Desde neoliberales hasta algunos que se reclaman del marxismo,
pasando por diversas versiones de socialdemócratas, demócrata-cristianos o
simplemente quienes se dicen de centro.
Y uno, en tanto que convencido de las virtudes de las
libertades de pensamiento y expresión, no puede, sin caer en inconsistencias,
cuestionar ese collage de tendencias, algunas de la cuales, y en honor a la
verdad hay que decirlo, no se avienen muy bien, no sólo en lo que a asuntos de
gran calado se refiere, sino también en las estrategias y tácticas de la
política concreta, o sea, en el día a día.
Dicho lo dicho, y esperando haberme ya curado en salud, y
para que no vayan a acusarme de revivir el centralismo democrático leninista
después de leer estas líneas, quiero pasar a comentar algo que no deja de ser
inquietante, sobre todo, por las apreciaciones que hemos oído de gente de fuera
consternada por lo que aquí ocurre, y particularmente, por la imagen
incongruente que transmite en general la dirección opositora hacia el mundo y a
lo interno del país.
Lo que para nosotros es algo muy positivo (me refiero a
la diversidad de la oposición), para muchos de los que nos miran allende las
fronteras es una mala señal, al menos en el aspecto discursivo que reflejan los
medios. Y no es porque esos observadores descrean del pluralismo, o estén
contra la diversidad de corrientes ideológicas y el debate, o planteen un
monolitismo.
Ellos ven como inadecuado y causa de cierto descrédito,
el que no haya un discurso único en una oposición que se supone está unida
contra un gobierno autoritario. Porque no basta que exista una instancia como
la MUD y que los dirigentes de los partidos que la conforman digan que están
unidos.
Ciertamente, un discurso político único –dicen nuestros
amigos- no significa pensamiento único, pero sí una línea de acción política
clara ante la opinión, que es lo que no se está percibiendo.
Tienen razón los que del extranjero hacen esos
comentarios. Para que haya ese discurso debe existir previamente una estrategia
compartida que haya sido consensuada y que se adelante sin fisuras, de manera
coherente entre todos los actores que la han diseñado. Lo cual también impone
unos movimientos tácticos conjuntos, aunque pueda haber matices, ritmos o
estilos divergentes.
Es inaceptable, por tanto, que el discurso y las
iniciativas de algunos dirigentes pongan en entredicho o contradigan una
estrategia acordada.
Si la oposición decidió una estrategia democrática y
electoral –me dicen los fuereños- que implica prepararse para las elecciones
del año entrante y las que vengan ¿cómo es que en algunas declaraciones de
opositores se oyen voces que hablan de promover una Constituyente y otros piden
la renuncia del presidente, sin mencionar los que andan promoviendo salidas de
fuerza? ¿Qué clase de unidad es ésa?
Incluso, admitiendo que la Constituyente es un mecanismo
lícito, preguntan ¿cómo puede la oposición enviar un mensaje tan confuso, dual,
inconsistente, a los que estamos afuera y que deseamos que triunfe? ¿Cómo
sentir seguridad y claridad en ella si un grupo dice una cosa y otro busca
otra? ¿Por qué la MUD extrañamente acepta tal disonancia? Una oposición así no
es garantía de nada, rematan estos observadores externos.
El comentado aquí es un problema, sin lugar a dudas, que
debería ser resuelto por la dirigencia política democrática. Hace mucho daño.
Si no hay coherencia en lo estratégico y lo táctico, si se dispersa los
esfuerzos, si el mensaje es contradictorio, los resultados serán los peores.
Soy de los que está comprometido con la UNIDAD y cree
firmemente en la pluralidad. Pero también tengo la convicción de la necesidad
de la eficacia política y ésta sólo se logra con coherencia y una dosis sólida
de disciplina política mínima de parte de los que se llaman líderes, entendida
en los términos señalados.
Si somos serios, responsables y abandonamos los arrestos
de soberbia y megalomanía, y si somos consecuentes con las decisiones tomadas
democráticamente, es posible un triunfo rotundo en las próximas elecciones de
2015. Desterremos la dispersión, no
sigamos enviando un mensaje confuso.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
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