Los economistas de
la Universidad de Harvard, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, han publicado un
artículo en Project Syndicate donde escriben “Si no constituyera una afrenta
tan grave a la libertad de expresión, el reciente berrinche del presidente
Nicolás Maduro por un comentario de los economistas Ricardo Hausmann y Miguel
Angel Santos sería casi divertido. Hace tiempo que Venezuela ataca al Fondo
Monetario Internacional por atreverse a sugerir que tal vez sus políticas
macroeconómicas no estén funcionando bien, pero ahora su presidente ataca a los
académicos”
Las credenciales
académicas de Reinhart y Rogoff son mundialmente conocidas. El artículo es una
muy dura crítica al desempeño económico del país bajo la llamada “revolución”,
que ojalá lleve a la reflexión a quienes están llevando al país a su peor
desempeño en al menos los últimos cien años.
La espectacular
decepción venezolana
CAMBRIDGE – Si no
constituyera una afrenta tan grave a la libertad de expresión, el reciente
berrinche del presidente Nicolás Maduro por un comentario de los economistas
Ricardo Hausmann y Miguel Angel Santos sería casi divertido. Hace tiempo que
Venezuela ataca al Fondo Monetario Internacional por atreverse a sugerir que
tal vez sus políticas macroeconómicas no estén funcionando bien, pero ahora su
presidente ataca a los académicos.
Maduro, por supuesto, dirige una importante economía
exportadora de petróleo, tan pobremente administrada que su PIB per cápita
actual real (ajustado por inflación) es un 2 % inferior al de 1970, a pesar de
que los precios del petróleo se han multiplicado por 10 desde entonces.
Hausmann y Santos tuvieron la audacia de preguntar si, después de incumplir
absolutamente todos los compromisos imaginables de su deuda interna, Venezuela
debe invitar a los inversores extranjeros a la fiesta y dejar también de
pagarles a ellos. ¿Es una pregunta tan disparatada?
No queda claro si Maduro –quien solicitó a las
autoridades venezolanas «iniciar acciones» (sin indicar de qué tipo) contra
Hausmann y Santos (ambos ciudadanos venezolanos)– se ofendió más porque
sugirieron el default de la deuda externa o porque presentaron una lista de
todos los incumplimientos ya cometidos. Entre ellos se cuentan las deudas
impagas del gobierno por importaciones de productos farmacéuticos (3,5 mil
millones de dólares), atrasos en pagos de alimentos (más de 2 mil millones de
dólares), y su deuda con las aerolíneas (casi 4 mil millones de dólares). La
producción petrolera cayó más de la mitad desde 1997, en gran medida porque la
empresa petrolera estatal incumplió reiteradamente sus pagos a proveedores y
socios en empresas conjuntas.
Tanto el alcance como la magnitud de los
incumplimientos internos son enormes, e implicaron significativos «recortes»
(digamos, expropiaciones) de facto a los acreedores. Durante 2013-2014, la
rentabilidad de la deuda interna del gobierno fue de aproximadamente el 17 %,
cuando la inflación osciló entre el 55 % y el 75 %. Las tasas de interés ex post
reales y negativas cercanas al 30-60 % están entre las más altas de la
historia. El peso de estos «impuestos» no se limita a los bonistas; los
pensionados, ahorristas y todos los acreedores del gobierno –en definitiva,
quienquiera que posea un bolívar– se ven afectados.
Entonces, como preguntan Hausmann y Santos, ¿debe
Venezuela declarar el default de su deuda externa, cuando la historia indica
que casi todos los incumplimientos internos van de la mano de incumplimientos
externos?
De hecho, dado que el gobierno ya está en mora con
sus residentes en numerosos frentes, la probabilidad de un default de su deuda
externa –según los datos de estudios históricos transversales entre países– es
cercana a uno. Más allá de importantes consideraciones morales y de equidad,
esta probabilidad evidencia por qué Hausmann y Santos hacen una pregunta tan
obvia.
En nuestro libro Esta vez es distinto, documentamos
la forma en que los incumplimientos internos están asociados a recesiones más
profundas y duraderas (y a una mayor inflación) que los incumplimientos
«puramente» externos. Si bien observamos que históricamente se han dado muchos
defaults externos sin correlatos internos, lo opuesto no se verifica: casi
todos los incumplimientos internos son «incumplimientos gemelos» que también
afectan a los acreedores externos. ¿Será una excepción el caso venezolano?
Hausmann y Santos están en lo cierto al afirmar que
la enorme dimensión del incumplimiento interno sugiere un elevado riesgo de
incumplimiento externo. También están probablemente en lo cierto cuando afirman
que, para la mayoría de los venezolanos, el default externo sería algo bueno.
La cesación de pagos a los acreedores externos, como hemos afirmado en el
pasado, es una estrategia riesgosa que debe evaluarse frente a otras opciones.
Pero no pretendamos que no tiene precedentes en la historia venezolana. Desde
su independencia, Venezuela incumplió los pagos de su deuda externa en bonos en
1826, 1848, 1860, 1865, 1892, 1898, 1983, 1990, 1995 y 2004.
«Ese es el motivo», como indican Hausmann y Santos,
«por el cual los bonos venezolanos pagan más de 11 puntos porcentuales más que
los bonos del Tesoro de EE. UU., 12 veces más que México, 4 más que Nigeria y
el doble que Bolivia». Atacarlos por atreverse a impugnar la situación
crediticia venezolana en 2014 se antoja un poco desconectado de la realidad
presente y pasada.
La realidad relevante hoy día son las dificultades a
largo plazo y la caída del nivel de vida para el ciudadano venezolano promedio.
Durante los últimos 45 años, mientras el PIB real per cápita de Venezuela caía,
el PIB per cápita estadounidense aproximadamente se duplicó y el chileno, casi
se triplicó. Además, observadores neutrales estiman que 2014 será incluso peor
para Venezuela (nada sorprendente, considerando el caos en los fundamentos de
la política de ese país).
La absurda amenaza de Maduro a Hausmann y Santos
huele a la búsqueda de un chivo expiatorio. Ellos no dieron un discurso
político, sino una simple enumeración de hechos profundamente penosos y desagradables.
Dadas la intensidad, extensión y profundización de la crisis que Venezuela
enfrenta, los esfuerzos y la atención de Maduro debieran centrarse en resolver
los problemas del país, más que en atacar a académicos que dan a conocer
verdades incómodas.
Traducción al español por Leopoldo Gurman.
Original en Project Syndicate
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