El 5 de junio del 2014, el Instituto Nacional
de Higiene, confirmó el primer caso de “Chikungunya” en el país.
La paciente provenía de República Dominicana
por lo que se consideró un “caso importado”. Sin embargo, para Julio, el
Ministerio para la Salud informó que el número de casos superaba 50 infectados
y 7 de los pacientes no habían viajado al exterior, por lo que se consideraban
“transmitidos localmente”.
A principios de Agosto, el entonces ministro
para la Salud, Francisco Armada, indicó que ya el número de afectados por la
Chikungunya superaba los 200 y las transmisiones locales comenzaban a ganarle terreno
a los números de casos “importados”.
La nueva ministra para la Salud, Nancy Pérez,
informó que hasta la segunda quincena de Septiembre han confirmado más de 398
casos de la fiebre Chikungunya en el territorio nacional, de un total de 1.239
sospechosos.
Debo reconocer que ésta cifra es bastante
interesante, ya que los casos diagnosticados (en donde existen los reactivos
para hacer los diagnósticos, lo cual es “raro”) no van a ninguna estadística
oficial confiable. Directamente me informo un proveedor de servicios de salud
privado, que “por órdenes superiores” no podían diagnosticar la enfermedad como
Chikungunya. Así sucede en Socialismo… si todos unimos nuestras manos
adolorida, hinchadas y llenes de manchas y decimos mil veces que no es… ¡NO ES!
Aunque para ser una enfermedad exagerada por
la oposición política (así es amigo lector, los problemas de salud en Venezuela
no son problemas de salud, son problemas políticos), e inclusive una “Guerra
Bacteriológica” lanzada por la derecha endógena “mesma”, resulta extraño que de
pronto se ordene, vía decreto (Gaceta Oficial de la República Bolivariana de
Venezuela Nro. 40512 del 6 Octubre 2014):
“…Resolución mediante la cual se declara la
enfermedad de fiebre de Chikungunya como evento de notificación obligatoria,
por parte del personal de los establecimientos médicos asistenciales públicos y
privados en todo el territorio de la República Bolivariana de Venezuela.”
No puedo negar que ante tantas señales me
daba un poco de temor viajar a Valencia, mi suegro y cuñada habían sido
diagnosticados con “la innombrable” y para aquellos que trabajamos sin el
amparo de un quince y último, la posibilidad de enfermar y guardar reposo no
nos es nada atractiva. Sin embargo, deberes laborales y familiares hacían
impostergables viajar a la capital de Carabobo.
Pasadas las 9 de la mañana del viernes 3 de
octubre del corriente, nos aprestamos a salir a la capital del Estado Carabobo,
Valencia. Con todo listo en el automóvil, los ojos desorbitados de mi esposa me
hacen girar repentinamente a mi izquierda, en donde veo con sorpresa y sin dar
crédito a lo que estoy mirando, el camión de la basura.
Para que tengan una idea, en la zona en la
que vivo, este vehículo es casi un mito.
Saltamos del auto a la casa recogiendo toda
la basura que podíamos y a la misma carrera entregamos nuestra basura a los
duendes que viajan con el Sr. Gordo de rojo y su trineo blanco (Tranquilos no
es “ESE” señor gordo, tan solo es un Chofer gordo con una franela roja y raída,
que dice “Hecho en Socialismo”).
Después de este maravilloso augurio, podíamos
partir, con esa sabrosa sensación que
siente una persona, después de compartir, por primera vez, con las ballenas
jorobadas, en alguna exótica bahía del mar de Cortez. Los venezolanos hemos
aprendido a ser felices con la migaja gubernamental.
En fin, un viaje sin contratiempos, después
de todo, en Venezuela cada día hay menos automóviles, ya sea porque se van
quedando varados por falta de repuestos o es que simplemente sus usuarios ya no
se encuentran en el país.
Después de estacionarme en Valencia, al
intentar bajar del auto, lo sentí…
Imaginen que han estado horas con las piernas
cruzadas y se enderezan de pronto; esa aguda punzada paralizante detrás de las
rodillas o como muchos le conoce, la corva. Por segundos no pude enderezarme y
menos aún retomar mi camino.
Mi esposa nota mi gesto de dolor, a lo que
añadí jocosamente que “la carrerita detrás del camión de la basura estaba
pasando factura”. Tomando aire, como solo los machos sabemos, reanudé mi
camino, cargando paquetes y maletas mientras mi niño interior lloraba
desconsoladamente.
El día transcurrió sin mayores
contrariedades, cumplí, dolorosamente, mi agenda. Fui a ver a mis sobrinas, me
usaron de parque de diversiones y al llegar a casa, le solicite a mi esposa me
masajeara la “Corva” (eso sonó grotesco), a lo cual accedió mientras me
colocaba hielo y nos reíamos acerca de que con cada visita, la edad se hacía
sentir. El día había sido atípicamente caliente y así me seguía sintiendo,
siempre el primer día en Valencia, me ha resultado sofocante, sin embargo, éste
había sido excepcional, tan excepcional como el dolor de cabeza que atenazaba
mi sien.
Según la Organización Mundial de la Salud,
“La fiebre Chikungunya es una enfermedad vírica transmitida al ser humano por
mosquitos. Se describió por primera vez durante un brote ocurrido en el sur de
Tanzania en 1952. Se trata de un virus ARN del género alfavirus, familia
Togaviridae.
“Chikungunya” es una voz del idioma Kimakonde
que significa “doblarse”, en alusión al aspecto encorvado de los pacientes
debido a los dolores articulares.
La fiebre Chikungunya se caracteriza por la
aparición súbita de fiebre, generalmente acompañada de dolores articulares.
Otros signos y síntomas frecuentes son: dolores musculares, dolores de cabeza,
náuseas, cansancio y erupciones cutáneas. Los dolores articulares suelen ser
muy debilitantes, pero generalmente desaparecen en pocos días.”
Cada movimiento de las piernas me resultaba
extremadamente doloroso esa noche. En la madrugada, el simple hecho de ir al
baño, me sorprendió con la fuerte dificultad para incorporarme. Era evidente
que no podía enderezar las rodillas, por lo tanto asumí una posición encorvada,
a fin de moverme al baño mientras me sostenía de las paredes.
“Sábado 4 de Octubre, 4:00 a.m., no puedo
dormir, me duelen aún más las corvas y ahora se me unen los tobillos, trato de
estirar las piernas y mover los tobillos, no puede ser que esté tan oxidado.
Mientras mi mente divaga, , un escalofrío recorre mi espalda, haciéndome
recordar las declaraciones del Dr. Angel Sarmiento, Presidente del Colegio de
Médicos del Estado Aragua acerca de las misteriosas muertes ocurridas en el
Hospital de Maracay unos días atrás.”
“El presidente del Colegio de Médicos del
estado Aragua, Ángel Sarmiento, informó sobre la muerte de ocho personas,
cuatro adultos y cuatro niños, en el Hospital Central de Maracay a causa de una
enfermedad que aún no se ha identificado.
El dirigente gremial explicó, reseñó el
diario El Universal, que las ocho víctimas presentaron los mismos síntomas
desencadenando su muerte en menos de 72 horas. De acuerdo con sus
declaraciones, se trata de un cuadro febril que alcanza 40 grados, malestar
general y erupciones en la piel que luego forman ampollas. “Asimismo, se presentan
sepsis que originan fallas multiorgánicas que produce coagulación intravascular
diseminada, sangramiento de oído y nariz y el posterior colapso del organismo”.
Descartó que la causa de la enfermedad se
trate de ébola o meningococcemia, como se rumoró en un principio a través de
las redes sociales. Esperan por los resultados de las pruebas practicadas,
reseñó El Universal, a los cuerpos de las víctimas para determinar si se trata
de una enfermedad viral o bacteriana…
Correo del Caroní, 11 de Septiembre del 2014”
Reinaldo
Poleo
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@rpoleo
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