…ellos mismos se envilecen más aún, se hunden más en la pestilencia con cada actuación, con cada palabra y con cada obra… Rafael Muci-Mendoza
Hemos sido repetitivos en el sentido de decir
que la sociedad venezolana es una sociedad enferma, muy enferma… Esta
enfermedad no es nueva y ha estado presente desde que el facilismo petrolero
infiltró la ética, la moral y las buenas costumbres de los hombres de fácil
talante.
Tampoco han sido todos…, muchos han alzado sus voces alertando acerca
del peligro de crear una sociedad anómica, un sociedad infartada en el core de
su eficiencia, la cual apena decirlo, ya está aquí mostrando su sonrisa
socarrona. En los últimos 15 años el deterioro ha sido progresivo y rápido,
inducido desde las alturas de un régimen que lenta e inexorablemente ha
destruido instituciones que frenan las apetencias de los hombres e impiden las
dictaduras; el poder moral o ciudadano, sugerido por el Libertador Simón
Bolívar al Congreso de Angostura de 1.819, e integrado por el Defensor del
Pueblo, el Fiscal General y el Contralor General, han sido ganados para el
Ejecutivo, se han envilecido y han perdido toda independencia, prestancia,
valor y carácter al convertirse en simples apéndices sin capacidad de frenar a
quien cada día más les envilece… Bueno, ellos mismos se envilecen más aún, se
hunden más en la pestilencia con cada actuación, con cada palabra y con cada
obra…
Puede ser una empresa muy dificultosa el
comparar la enfermedad humana con la enfermedad social, con la enfermedad
nacional. En un momento escribí en mi fenecida columna del Diario El Universal
el 3 de octubre de 2013, que en nuestro país, Hugo Chávez era el factor
patogénico por excelencia (patógeno: Productor o causante de enfermedad). Todo
enfermó desde el día de su toma de posesión al son de su verbo agresivo
promotor del odio de clases, al toque de su mano inficionada y a la acción de
su destructiva agresividad desbordada. Nunca sabremos cuántos han enfermado y
aún muerto al verse privados de su tranquilidad, de sus bienes obtenidos con
esfuerzo y arrebatados injustamente; al ver quebrantada la soberanía de nuestro
país por una nación arruinada y ruin, y entregada sin ninguna resistencia y con
deleite; al inundarnos de religiones
primitivas y sacrificios animales; al perder de manos del malandraje de su
creación algún ser querido llorado a cada instante; al ser insultados, culpados
y despreciados diariamente con adjetivos inmerecidos; al presenciar el inicio
de la diáspora de seres queridos en la búsqueda de tierras fértiles y más
tranquilas donde rehacer sus vidas y sembrar su cimiente; en la ausencia de
justicia oportuna y efectiva y el crecimiento de la injusticia más injusta; en
vivir la carestía de lo más esencial en medio del precio de un barril de
petróleo superior o cercano a los cien dólares, despilfarrados en lo que
califica como hurto penal: extraer un bien sin permiso de su dueño; carestía de
seguridad social, carestía absoluta en los hospitales públicos y pronto de los
privados, carestía de alimentos básicos, de medicamentos de uso diario, muchos
indispensables, de la tecnología básica para el tratamiento de condiciones
producidas o agravadas por el régimen mismo: cáncer, enfermedades infecciosas
emergentes y reemergentes, diabetes, enfermedades cardíacas, epilepsia, sida y
tantas malaventuras agobiantes; en sentirse inseguros por la emergencia de
médicos ¨integrales¨ en serie, sujetos de una oferta fraudulenta, de ínfima
preparación y peor desempeño; militares indiferentes que han abjurado su
lealtad a la patria; universidades que vencen las sombras sometidas al ayuno, y
al escarnio sus autoridades por pensar diferente por apreciar la excelencia;
universidades estatales a granel que siembran sombras y en las cuales la
libertad de pensamiento no tiene cobijo; sentirnos presos en nuestras propias
casas rodeadas de alambres de púas, cercos eléctricos y garitas de protección
por estar asediados por malvivientes; en fin, encontrarnos en un estado de
sitio o toque de queda impuesto por el hampa o autoimpuesto por la cordura y el
instinto vital.
Caracterizar la enfermedad puede realizarse
desde múltiples perspectivas, que, en ciertos casos, se complementan y, en
otros, se oponen de manera irreconciliable. Sin duda, todos coincidiríamos en
que no es posible equiparar la concepción que el enfermo –el ciudadano- tiene
sobre su propio padecimiento con la del médico que lo trata –especialmente si
no existe-.
¿Cómo entonces definimos la enfermedad, los
enfermos venezolanos que somos todos…? Afección, dolencia, padecimiento,
indisposición, mal, trastorno, daño, ruinera, abatimiento, tristeza… profunda
tristeza, todos sinónimos con los que describimos de forma elemental lo que nos
agobia y que no siempre encontramos en los diccionarios generales y en los
libros de empleo exclusivamente médico. Es esta noción subjetiva -desarrollada
y sostenida en mayor medida por toda la sociedad que en su conjunto sufre, es
la responsable directa de la construcción de una metáfora de la enfermedad que
ha influido e influirá sustancialmente en su evolución. Ha sobrevenido un estado
forajido donde la ley, el derecho y el todo se desconoce, se vulnera,
responsable de muchas de nuestras incertidumbres y dolorosas penas, caldo de
cultivo y caldero donde se cuecen a fuego lento y se gestan –aunque no lo
creamos- muchas de nuestras enfermedades
sociales y personales, desde las más nimias hasta las más orgánicas…
Los mamelucos no han podido –perdón, ¨no han
querido poder¨- con la malaria por mencionar una envalentonada enfermedad
reemergente, contimás con el virus
ébola: una ficción lejana, una negación presente, una imposibilidad a la vuelta
de la esquina, repartiendo papelitos insulsos en Maiquetía: ¡mucho camisón
pa´Petra! Dios nos libre de la misión médica cubana tomando las riendas de la
prevención, esa misma pagada a precio de oro, becados para pasarla bien aquí,
dueños y señores que han dejado una estela de ineptitud, ignorancia y
desvaríos.
La revolución está preparada para resistir el
´virus imperialista¨: el ébola
Somos un país muy vulnerable porque hemos perdido nuestros mecanismos de defensa y resistencia, nuestras virtudes, nuestro coraje, nuestra moral y patriotismo; nos hemos entregado a las fuerzas del mal sin oponer resistencia alguna, mientras al gobierno no le importa que le vean las pantaletas rotas…
Pero las noticias parecen decirnos que el fin
está cerca; de manos de ellos mismos, matándose con saña los unos a los otros
por cuotas de poder. El Dios de los Ejércitos los está haciendo temblar de
pánico. Los amigos fotografiados sonrientes de antes, ahora yacentes sobre el
frío acero de la mesa de Morgagni, de la mesa de autopsias, cosidos a golpe de
punzón para que la agonía se extienda mostrando que el poder solo flor de un
día es. Mucho del corazón de la patria, del tejido útil y poderoso, todavía
está presente entre nosotros, y con esa herramienta contráctil que da vida y
esperanza, podremos construir de nuevo una nación donde la inteligencia y la
razón lideren, donde la limosna que minimiza se transforme en mano que crea,
donde se levante el estado de sitio y veamos el porvenir con optimismo…
Rafael
Muci
rafaelmuci@gmail.com
@MuciMendoza
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