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martes, 14 de octubre de 2014

NELSON ACOSTA ESPINOZA, LA POLÍTICA DE LAS EMOCIONES

Amigo lector, sin duda usted va a coincidir con la siguiente afirmación: la situación económica del país es desastrosa. Las exportaciones petroleras, por ejemplo,  han caído un 40% desde 1997 y la inflación es hoy la más elevada del planeta. Hay que añadir a estos indicadores, desde luego, los altísimos índices de inseguridad, desempleo, precariedad de la infraestructura y una corrupción desbordada que está limando las bases valóricas sobre las cuales debería descansar la gestión pública y privada.
En el marco de este panorama, podría resultar sensato evaluar las posibilidades del cambio político y electoral. Las condiciones objetivas señaladas, sin lugar a dudas, proporcionan elementos para la elaboración de propuestas programáticas e insumos para la actividad partidista y las rutinas electorales.
En cierto sentido,  la oferta electoral del bloque opositor en las pasadas elecciones presidenciales estuvo anclada en esta percepción. Que  bien pudiera ser calificada de "racionalista". Ahora bien, ¿qué queremos decir con esta expresión? ¿Es la razón en última instancia la que proporciona viabilidad a las ofertas de carácter político? Y, si así fuese, ¿cómo explicar el apoyo que suscita una práctica gubernamental incapaz de proporcionar bienestar a sus ciudadanos? ¿Es irracional la conducta política de los sectores populares?
Preguntas sustantivas cuyas respuestas pueden proporcionar  claves para desmontar la oferta del socialismo del siglo XXI y desplazar conductas opositoras que presentan dificultades para conectarse con las grandes mayorías de la población.
Veamos. Hoy en día, la lingüística, la neurociencia, la antropología, entre otras disciplinas, apuntan a demostrar que las circunstancia señaladas no son suficientes para esculpir y explicar una determinada conducta electoral ciudadana en un momento preciso. Estas disciplinas han permitido superar la dicotomía existente entre razón y emoción y su impulso ha dado pie para la formulación de la denominada "política de las emociones". 
En otras palabras, la "razón" requiere de la "emoción" y, ambos espacios, básicamente operan en la dimensión inconsciente de nuestro cerebro. Las creencias cuentan. Es necesario, entonces,  emocionar para convencer.
 En fin, la lucha política hoy en día es más cultural que otra cosa. El principal campo de batalla es el cerebro. Las neurociencias y  la neuropolítica aportan herramientas para librar esta contienda. Lo fundamental es comprender que no se puede practicar política en el siglo XXI con las herramientas conceptuales del siglo XIX. En definitiva ¿qué proporciona la neuropolítica? Esta especialidad ayuda a comprender como actúa el cerebro humano en su condición de electores, ciudadanos, frente a los estímulos de la comunicación política.
Los demócratas venezolanos tienen una ardua tarea por delante: conquistar los corazones de los venezolanos. Para triunfar se hace indispensable enmarcar sus propuestas a través del uso de un nuevo lenguaje que permita abordar al cerebro de los ciudadanos a través de sus emociones. Para alcanzar esta meta se requiere, ya lo hemos señalado, un nuevo lenguaje. Para ello sería imprescindible, igualmente,  explorar sus diversos  mundos de vida, en orden de obtener las expresiones apropiadas para alcanzar los corazones de la población.
Trasmitir pasión por los cambios, entusiasmo por las ideas e ilusión por los retos constituyen las llaves emocionales para conectar con los electores. Los venezolanos de a pié, desde luego,  quieren soluciones a sus problemas inmediatos, pero también horizontes y sueños.
La cultura popular y sus abigarradas locuciones, entonces, son fuentes indispensables para tejer la urdimbre de este nuevo discurso político. La política, ahora, es así.
Nelson Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64

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