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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

sábado, 11 de octubre de 2014

CHARITO ROJAS, COSECHANDO TEMPESTADES

Quien siembra vientos cosecha tempestades. Oseas, profeta menor del Antiguo Testamento

Con lágrimas en los ojos, el presidente Maduro no dudó en acusar al “fascismo”, llegando a mencionar un sicariato. Uno tras otro, alto personeros del gobierno descargaban su dolor responsabilizando a los opositores de lo sucedido, clamando venganza, amenazando que “los vamos a poner presos a todos”.

Blanca Eekhout, histérica como es usual, publicó un tweet alarmante donde hacía acusaciones directas llamando “asesinos” a los opositores. Diosdado Cabello, como siempre, se lució con su discurso ante el féretro: “Sabían lo que estaban haciendo. ¿Alguien piensa que es el hampa común? Aquí está el fascismo que está en contra de la revolución y de la felicidad del pueblo. No quede duda de que fueron asesinados para mandarle un mensaje a la revolución”, dijo.

A los parlamentarios de la bancada opositora les envió este recado: “Por aquí no vengan porque no garantizo su seguridad”. En las afueras del capitolio, la multitud gritaba improperios y groserías a los asesinos, que por supuesto, según les dijeron sus líderes, eran de la oposición.

De nada valieron las civilizadas condolencias de los colegas parlamentarios, de los jefes de partidos, del flamante Secretario de la Mesa de la Unidad. Cabello, con su fineza de siempre, le respondió que se guardara sus condolencias, que no las necesitaban, a lo cual el Chúo Torrealba contestó que el pésame no era para él sino para el pueblo chavista. El trato y las expresiones desconsideradas incluían una petición de que si la oposición se deslindara de la violencia. En un país donde todo funciona al revés, el agresor pidiéndole al agredido que declare la paz.

Todas las formas de protocolo republicano, de educación, de civismo, de respeto, de buenas maneras, se perdieron totalmente en este trágico evento. Cabello lo dijo clarito: “Hago este reclamo formal porque uno observa, incluida la Asamblea Nacional, el remitido de prensa hablando del sensible fallecimiento. No. Aquí no hay un sensible fallecimiento, aquí hay un vulgar asesinato contra dos jóvenes de la patria. Un asesinato. ¿Que si las formas? ¡Qué formas un carajo! Nos mataron a dos de los nuestros otra vez. Nos los mataron”.

El Salón Elíptico, que guarda los frescos de Martín Tovar y Tovar, valiosas pinturas y el Arca de la Independencia, el Salón que es sede del evento formal del el 5 de julio, cuando se abre solemnemente el arca que contiene el libro de actas de la independencia y es escenario de los más importantes actos políticos y diplomáticos de la nación, fue tomado para el velatorio de un diputado que apenas despuntaba en la política, que no destacó como jurisconsulto, no fundó partidos, no presidió a senadores o diputados, no fue presidente de la república.

Un solo presidente ha sido velado con funeral de estado en el Salón Elíptico: Rómulo Betancourt, el padre de la democracia venezolana. En estos 15 años han fallecido cuatro presidentes democráticos y ninguno de ellos ha tenido funerales de estado como les correspondía.

Cuestión de honor, algo que desconocen los actuales gobernantes.

Justificados son todos los honores como diputado de la República, con velatorio en el hemiciclo de lo que era el Senado, como corresponde. Pero ¿funeral de Estado? ¿Si hubiese muerto en forma natural también hubiera sido así? ¿Tres días de duelo nacional? Si el fallecido hubiese sido un diputado de oposición ¿le habrían brindado los mismos honores?

Pero más allá de la conducta de quienes no aprecian las formas, el protocolo, las proporciones, están los que emulan a los hunos, que cuando invadieron Europa profanaron con sus botas los sitios más sagrados de la historia de la humanidad. Quienes gobiernan han actuado desde el principio como si fuesen dueños del patrimonio nacional, para usarlo y disfrutarlo como les de la real gana. Recuerdo el escándalo cuando reporté que se hacían bodas de militares en el Campo de Carabobo, los lindos novios posando bajo el Arco de la Independencia y las mesas del bonche en las caminerías de los estanques. Sitios históricos como la Quinta Anauco fueron escenario de sonoras rumbas. Sitios pertenecientes al patrimonio de la nación, como Miraflores, La Casona son ahora propiedad de la familia en el poder. Por no hablar del Museo Histórico Militar, que ahora es el altar del finado. Como todas las oficinas públicas, que son una exposición iconográfica del sembrado.

Pero regresemos al caso Serra. Las acusaciones irresponsables, prematuras y descabelladas, recibieron respuesta del país sensato: hay que esperar el resultado de las investigaciones. Lanzar esas aventuradas teorías de conspiración a un país inquieto y azotado de graves problemas, no puede ser menos que peligrosísimo. Y así lo hemos visto a través de las redes sociales, que se han convertido en la fuente más accesible de información, gracias a la censura y a la autocensura producto de este democrático régimen.

Corrieron por la red tweets terribles de radicales que se alegraban por esa muerte. Como si eso arreglara la situación, como si no se tratase de un ser humano con familia y amigos que le quiere. La muerte jamás soluciona los problemas medulares y esa experiencia ya la tenemos los venezolanos.

Pero por el otro lado los tweets chavistas no son menos terroríficos: la irresponsabilidad de las acusaciones de los líderes se ve traducida en mensajes amenazantes, que instan a tomar la justicia por su propia mano, que señalan directamente al personero opositor que menos les guste, de una forma absolutamente difamatoria.

Las investigaciones, que desde el principio como en toda historia criminal, ha tenido sus filtraciones y los periodistas nos enteramos. Desde un comienzo establecieron que los asesinos eran conocidos del occiso, asiduos que sabían perfectamente de los sistemas de seguridad de la casa.

Que asesinaron al diputado con la pasión de quienes cobran una fea cuenta, que la muchacha muerta no era el target ni la pareja del diputado, era su asistente, compañera de estudios en el liceo y vivía en la casa junto a otras dos asistentes y el padre de Serra. Los vecinos no vieron nada extraordinario porque a la casa venía gente que, según ellos, realizaban ritos de santería a determinada hora, así como compañeros de partido y miembros de colectivos de los cuales el diputado era mentor.

Tan bien conocían la casa, que los asesinos se llevaron las filmaciones internas, el armamento (que al parecer era mucho mayor a los dos fusiles declarados) y dicen versiones colectadas por reporteros de la fuente, que cargaron también con miles de dólares que guardaba Serra en una caja fuerte que le obligaron a abrir.

Esta semana he entrevistado varios criminólogos y todos coinciden en estos puntos: 1) arma blanca no es sicariato 2) decenas de puñaladas es furia 3) todo apunta al entorno debido a la facilidad de entrada y salida de los criminales 4) el occiso tenía juntas “non sanctas” que deben ser investigadas en primer lugar 5) Serra no tenía enfrentamiento personal alguno con elementos de la oposición 6) los criminólogos se preguntan: ¿a quién favorecía la muerte del diputado?

Robert Serra estaba ligado a los colectivos del 23 de enero, con quienes desarrolló actividades como la colocación de un busto en homenaje al guerrillero de la FARC “Tirofijo” Marulanda o el adiestramiento de menores en las milicias junto a Valentín Santana, del colectivo La Piedrita. Se movía siempre rodeado de jóvenes pertenecientes a esos colectivos y a otros que eran animados por el joven diputado. Un ambiente difícil y siempre sospechoso de actividades paramilitares, como ha sido demostrado a través de testimonios, reportajes y hechos que han confirmado las acciones ilegales de muchos elementos dentro de estos grupos.

El martes de esta semana un hecho destapó la olla de las respuestas al caso Serra. Un hecho que marca un deslinde del gobierno con estos colectivos que ellos sabían estaban delinquiendo, secuestrando, robando y hasta asesinando personas. La GN, la PNB y el CICPC allanaron un edificio en Quinta Crespo donde hacía vida un colectivo llamado Escudo de la Revolución. El resultado fue 5 muertos, un número indeterminado de heridos y detenidos y el decomiso de vehículos y objetos robados.

Pero lo importante en esto es que pese a que los guardaespaldas de Serra están detenidos o retenidos rindiendo declaraciones, según dicen los reporteros de sucesos, sucede este allanamiento y el cerco a otros colectivos en la zona de Catia y 23 de enero. El director del CICPC niega que tengan relación con la investigación del crimen del diputado, niega que haya detenidos y jamás menciona colectivos sino “banda de delincuentes”. Cambio en léxico oficial para adaptarse a una realidad que los venezolanos tenemos años conociendo.

Esta versión que da la policía no la cree nadie. Uno de los muertos, José Odremán es jefe de un colectivo, ex policía y asidua presencia en actos oficiales. En la red ruedan fotos de él con el finado, con la primera combatiente, con el actual presidente. Y con Robert Serra, en varias oportunidades. El segundo de Odremán, de apellido Chávez, también fue abatido en esta operación que contó hasta con apoyo aéreo.

Y mientras los personeros del PSUV siguen insistiendo en acusar a Uribe, al imperio, a paramilitares colombianos, a la oposición golpista, a Lorent Saleh y hasta al diputado Carlos Berrizbeitia, porque no entendieron que cuando les dijo que “tenían los días contados, se refería en el parlamento debido a la proximidad de las elecciones, la policía está haciendo el trabajo que debió hacer desde hace mucho.
Igual que en el caso Otaiza, la verdad siempre se sabrá. Ya hemos visto al presidente reculando, aclarando que él no está acusando a toda la oposición. Los gritos y acusaciones desde la Asamblea Nacional hablan del pánico que sienten quienes saben que se les está despertando el monstruo que llevan en las entrañas.

Pero hay que tener miedo, mucho miedo. El gobierno perdió el control de estas bandas armadas que bajo el nombre de colectivos, milicias, unidades de batalla, han estado aterrorizando a la ciudadanía para doblegarla al régimen mediante el crimen. Y ahora se vuelve contra ellos. Se acabaron los dólares, el callejón no tienen salida. Y nadie debe alegrarse de esto sino apoyar y alentar a militares, policías y a políticos de buena voluntad que a estas alturas han entendido lo que el pueblo venezolano les está gritando desde hace tiempo: la delincuencia nos está matando. Sin distingo de colores ni ideologías.

Este régimen está cosechando lo que sembró el finado. Tiempos horribles, truenos y centellas vienen. Hay que tener miedo.

Charito Rojas
Charitorojas2010@hotmail.com
@charitorojas

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