Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. 2 Corintios 12:10
Nunca antes había sido tan frágil
la figura de un periodista como ahora con el régimen de turno. Los periodistas
estamos constantemente sometidos a multitud de cambios y variables, que
influyen definitivamente en la formación de opinión, la cual, aparentemente,
debe estar ajustada a los requerimientos y complacencias de los gobernantes.
Este modo de valorar la actividad
de los comunicadores, profesionales graduados en universidades reconocidas, se
ha transformado en una especie de gancho de ropa, arrojarlo o colgarlo, de
acuerdo a los vaivenes del momento y la eventualidad que rodea el desarrollo de
situaciones, que pudieran contradecir las ideas supremas de la clase política
en el poder.
Por estos días leí algo que es cierto. “Los periodistas no
colocamos la pluma y el cerebro en alquiler para beneficio de otros”.
Así como está planteado el país,
las constantes amenazas a medios y periodistas no es otra cosa que basura sin
propiedades para el reciclaje.
Realizar
un periodismo ecuánime es difícil en momentos de crisis. El ejemplo de nuestra
afirmación la suscribimos con el despido de la caricaturista Rayma de un diario
capitalino, ella con sobrado talento y valentía por denunciar lo que ante los
ojos de los venezolanos, es una verdad absoluta: el país está quebrado y en
coma inducido sin probabilidades de recuperarse a corto o largo plazo.
La fragilidad de los periodistas se
traduce igualmente al haber utilizado en una guerra de fanáticos extraviados
del Estado Islámico, a dos periodistas degollados y expuestos públicamente como
mercancía colocada en la vidriera del mundo. Más allá del monstruoso
procedimiento empleado, es evidente que un periodista resulta una “caja negra”
como parte importante de una subsiguiente investigación. Es razón suficiente
para que los periodistas sean utilizados para alcanzar la profundidad de los
acontecimientos. Tal cosa, nos coloca en la mira del colectivo, algunos como defensores, otros más como
adversarios y verdugos.
El periodista Fernando Del Rincón
escribió:
“Ninguna acción del gobierno venezolano logrará silenciarme”. Los periodistas somos seres humanos falibles, pero valientes, sometidos a la presión diaria, muchas veces la misma presión de los medios obliga a que la ética resulte una carcajada”.
Una gran verdad cuando existe la exigencia de una
noticia o una historia inventada, investigada, pero que sea espectacular y a
tono con la línea que quieren. Lo que
ocurre en Venezuela no amerita castigos para medios y periodistas, porque la
única verdad de la descomposición nacional, la manejan todos los venezolanos.
Con esta noticia, todos quedamos despedidos.
Susana Morffe
susana.morffe@gmail.com
@susanamorffe
www.desdelaisla.hazblog.com
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