En la reciente 69ª Asamblea de la ONU, el
Presidente Barak Obama abogó por la libertad de Leopoldo López. Todos lo
conocemos.
Poco después, ante una no muy numerosa
concurrencia, Nicolás Maduro, en el mismo escenario solicitó la liberación de
otro López: Oscar López Rivera; quien cumple condena de presidio en una cárcel
de USA por haber sido encontrado culpable (convited) de una serie de delitos
vinculados con el terrorismo, pero que ha sido calificado por sectores
políticamente interesados, como “preso político” por el mero hecho de ser un
nacionalista puertorriqueño.
Este “López” nació en 1943 y desde muy joven emigró a USA junto con su familia. Se alistó para ir a Vietnam y a su regreso, a comienzo de la década de los 70, se incorporó a las Fuerzas Armadas de Liberación (FALN) de Puerto Rico, un grupo guerrillero alzado en armas, con el cual pretendió instaurar en su isla natal un régimen marxista – estalinista inspirado en su reciente experiencia vietnamita y en su vecina Cuba.
En 1981 López Rivera fue condenado y
sentenciado a 55 años de prisión por sedición (violencia contra el orden
público), robo con violencia, transporte de armas de fuego, transporte de
explosivos para destruir bienes de propiedad pública y portador de documentos
de identidad falsos. En 1988 fue condenado a 15 años adicionales de cárcel por
intento de fuga colectiva.
En 1999, el Presidente Clinton le otorgó la libertad bajo palabra (Parole) con la condición de que desistiera de las prácticas terroristas para independizar a Puerto Rico, lo cual rehusó.
Para quienes hemos tenido noticia del grado
de eficiencia de la Administración de Justicia en USA, se nos hace cuesta
arriba imaginar que este “López” esté privado de libertad por razones meramente
político-ideológicas. También sabemos que en Puerto Rico existe desde hace
mucho tiempo (1946), un partido independentista muy conocido por sus siglas
“PIP” – Partido Independentista Puertorriqueño, cuyos militantes no están
presos por ser separatistas ni por ningún otro motivo que tenga que ver con su
propuesta ideológica.
Por lo que hemos visto brevemente es estas
líneas, los casos del venezolano Leopoldo López Mendoza y del puertorriqueño
Oscar López Rivera no son comparables.
Rafael
O. Marcano A.
romarcanoa@gmail.com
@romarcanoa
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