Las
acciones terroristas que desarrolla el Estado Islámico en Siria e Irak, y la capacidad que tienen de extenderle a
otras regiones y países con el concurso
de militantes de diferentes latitudes, demuestran que el proceso de globalización
del terror se encuentra en su momento culminante.
En
el siglo XX las ideologías totalitarias fueron las principales amenazas a los
valores más trascendentes de nuestra civilización.
El
nazismo, fascismo y comunismo trataron de imponer modelos políticos contrarios a la naturaleza
humana y para hacerlo recurrieron a la violencia extrema, practicaron el
terrorismo y la subversión llevando muerte y desolación.
El
nazifacismo provocó la segunda guerra mundial con una secuela de sangre y dolor
sin precedentes. El comunismo soviético-chino y los que siguieron sus huellas, según
cálculos modestos, causaron a la humanidad al menos la muerte de cien millones
de personas.
En
la pasada centuria también hubo muestras de terrorismo político y religiosos.
Grupos en diferentes países, arguyendo distintos argumentos, hicieron uso de la fuerza extrema causando la
muerte de miles de personas.
En
la historia están los crímenes de la
Facción del Ejercito Rojo alemán, las Brigadas Rojas italianas, la
violencia del IRA como también están los numerosos asesinatos de los Tupamaros
uruguayos, Los Montoneros argentinos, Sendero Luminoso peruano y los siempre
presentes de las guerrillas colombianas de las FARC y el ELN.
En
este periodo también se reactivaron organizaciones árabes que estaban
inspiradas en un fiero nacionalismo aderezado con valoraciones ideológicas y
religiosas. Estas agrupaciones realizaron decenas de actos de terror. El
asesinato de deportistas israelíes en las Olimpiadas de Munich, 1972. La
voladura del vuelo 103 de Pan Am en Lokerbie, Escocia en 1988, ejecutado por el
gobierno libio de Muamar Khadafi.
En
Argentina, inspirados en el terrorismo religioso se produjeron atentados contra
la embajada de Israel en Buenos Aires, 1992, y la voladura de una mutual judía,
AMIA, dos años después.
Ambos
hechos debieron alertar que el terrorismo islámico había hecho acto de
presencia en America Latina, algo que en cierta medida se reafirmaba con el
primer atentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York, hechos que debieron ser apreciados como una
muestra de la amenaza global del terrorismo islámico.
El
11 de septiembre del 2001 el mundo cambió. Los ataques de ese día auguraban el
presente. La violencia extrema e indiscriminada, inspirada en el extremismo
islámico, envolvía una nueva impronta.
El
terrorismo islamita seguía con su carácter devoto pero se internacionalizaba.
Sus ejecutores eran de diferentes países, porque la organización que gestó el
crimen, Al Qaeda, había sido capaz de crear franquicias para cometes asesinatos
en su nombre.
El
terrorismo se globalizó, no solo el islámico, al extremo que las organizaciones
terroristas intercambian armas,
experiencias, recursos y zonas de adiestramiento, como si fuesen estados
constituidos cumpliendo obligaciones internacionales.
Hasta
el presente es el Medio Oriente el espacio donde con más frecuencia y fuerza se
manifiesta el terrorismo musulmán, pero es de espera que se extienda al resto
del mundo como ha manifestado el líder del estado islámico Abu Bakr al
Baghdadi, quien se autonombra Califa y descendiente de Mahoma.
Baghadadi,
iraquí por nacimiento, abandonó Al Qaeda por ser más extremista que el grupo
que lo acogía, se ha propuesto crear un califato asentado en tres continentes,
Asia, África y Europa. Sus tácticas brutales y despiadadas lo han convertido en
el símbolo que inspira a muchos de los que creen que la violencia extrema es el
camino más apropiado para llegar a cualquier parte, con la singularidad que ha
ganado adeptos en muchos países no islámicos que pueden convertirse en máquinas
de matar en cualquier momento.
La
transnacionalizacion del terror es el principal reto que enfrentan las
democracias en el siglo XXI. El enemigo tiene rostro pero lo cambia con
frecuencia. El enemigo puede comerciar y hasta recibir una ayuda humanitaria de
nuestra parte en el mismo momento que se está preparando para destruirnos. El
enemigo no comparte nuestra moral ni sufre crisis ética. El enemigo esta frente
a nosotros y no lo vemos. Es capaz de mimetizarte, ser uno de nosotros hasta
que logre nuestra extinción.
Los
nazis intentaron destruir el judaísmo, y el comunismo se propuso acabar
con las formas de vida de Occidente. El
nazismo y el comunismo, este último una especie de religión, se extendieron por
el mundo pero sus proyectos fracasaron.
Ejemplos
de los muchos episodios en la historia de la humanidad en que grupos de
iluminados han intentado imponer sus conceptos a través de la fuerza y el
terror, lo que sucede en esta ocasión, es qué aunque no logren la victoria, el
resultado puede ser devastador, por el posible acceso a las armas de destrucción masiva.
Pedro
Corzo
pedroc1943@msn.com
@PedroCorzo43
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