Mi
reciente artículo, “la verdad sobre el régimen chavista”, generó importantes y
bien sustentadas críticas al rechazar algunos estudiosos del tema mi tesis de
que el régimen chavista no era un gobierno militar como lo había dicho, según
apareció en un video, la senadora Isabel Allende, hija del ex presidente
fallecido durante el golpe de Estado de Augusto Pinochet.
Mi tesis se sustentó
en la comparación que hice entre el gobierno chavista y las tradicionales
dictaduras militares, de derecha o de izquierda, en América Latina, al mantener
que ellas se distinguían por tres características particulares: hablar a nombre
de la Fuerza Armada; establecer un
proyecto nacional surgido en su propio seno, normalmente a través de estudios
realizados por los Estados Mayores, y no
inspirarse en una determinada ideología política, sea ésta de extrema derecha,
democrática, comunista o socialista”…
Hubo dos argumentos de gran peso en contra de
mi tesis. El primer argumento: “nos encontramos frente a una modalidad novedosa
de dictadura y comunismo que se ha aprovechado para revestirse con un ropaje de
democracia con la finalidad de asaltar el poder y saquear el país… No puedes
comparar a este régimen “militar y militarista” con las tradicionales
dictaduras militares de la América Latina.
Es aún peor, ya que los actuales militares han asumido la ideología
comunista-castrista y la han hecho suya, nadie se las ha impuesto y han
permitido la destrucción de una institución tan querida e imprescindible”… El
segundo argumento, se fundamentó en el esfuerzo realizado por el chavismo para
desprofesionalizar al militar venezolano “en concordancia con las cúpulas
militares. En el postchavismo, esas
cúpulas militares comprometidas con la revolución se convierten en Gobierno
Militar, es decir, en militarismo”
Es imposible desconocer que durante los ya
largos años del régimen chavista se ha utilizado a la Fuerza Armada como centro del poder,
dejando a un lado la inteligente posición que habían establecido las
generaciones militares que conspiraron contra la dictadura del general Marcos
Pérez Jiménez, al alejarse del tradicional ejercicio directo del poder político para transformarse en Grupo de Presión.
Es absolutamente cierto que los militares, en
particular durante el gobierno de Nicolás Maduro, han controlado aspectos tan
importantes en la gestión del Estado como el “sistema económico y financiero” y un elevado porcentaje de los
ministerios, gobernaciones de estado y direcciones de tesorería y finanzas. Eso
es verdad, pero hay que diferenciar una amplia mayoría de los miembros de la Fuerza Armada, que mantienen funciones
profesionales, con la camarilla militar que ha usufructuado el poder desde
1998.
Uno de los objetivos permanentes de la
Revolución Bolivariana ha sido destruir el profesionalismo militar que existía
en Venezuela hasta 1998. La ambición de poder de Hugo Chávez y los intereses
cubanos así lo impusieron. El régimen chavista estableció tres líneas de
acción: irrumpir el profesionalismo militar, modificar sus valores democráticos
y debilitar su prestigio social.
Ninguna de estas tres líneas de acción ha
logrado imponerse totalmente. Nuestras Fuerzas Armadas eran consecuencia de un
largo proceso de modernización iniciado desde principios del siglo XX, que
había superado etapas perfectamente determinadas: el Ejército pretoriano, las
Fuerzas Armadas profesionales y las Fuerzas Armadas institucionales. Hugo
Chávez, estuvo siempre convencido de que unas fuerzas armadas profesionales
eran un permanente riesgo a su ambición de poder. De allí su intención de
dividirlas, debilitarlas e ideologizarlas…
En la Fuerza Armada Nacional, estoy seguro,
existen suficientes reservas morales para oponerse a estas equivocadas políticas, aunque algunos miembros de la generación militar denominada: “los
Centauros de Chávez” traten, por todos los medios, de imponerlas.
De todas
maneras, es necesario que esa mayoría profesional e institucional, que debe
predominar en los cuadros militares, entienda claramente la inmensa
responsabilidad histórica que la Fuerza Armada tiene ante el desastre nacional
y la entrega de nuestra soberanía a Cuba.
No se requiere ser muy perspicaz ni un gran economista para entender lo que ocurre. Sólo con escuchar las conversaciones familiares y el diálogo que surge en las colas de las farmacias y supermercados es suficiente para conocer nuestra dolorosa realidad, pero no está demás que reflexionen sobre el daño que la supuesta revolución bolivariana le ha hecho a Venezuela…
Fernando
Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com.
@FOchoaAntich
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