Cuba
es uno de los países donde este mercado ilegal crece. Al final lo estimula el
propio gobierno
Una
figura típica de las economías distorsionadas. Es un término usado para
describir la venta clandestina e ilegal de cualquier cosa, violando las leyes y
normas que controlan precios o el mecanismo de racionamiento que con toda
seguridad habrá impuesto el Gobierno. Está claro entonces, que el mercado negro
o economía subterránea, aparece cuando la autoridad genera las condiciones para
que proliferen las ventas ilegales o como producto de algún impacto externo en
la economía local. En el caso venezolano el monstruo es obra de la orientación
castrocomunista del modelo económico del clan del poder.
Cuba,
por ejemplo, es el reino del mercado negro. La centralización, escasez, falta
de producción y control excesivo obliga a la gente a buscar ciertos productos
donde los hay. En Cuba le ofrecen desde guayaberas hasta tabacos. O licores
importados y hasta rones locales. Todo ilegal, pero es la forma en que ese
mercado destruido opera. Por efecto de la copia del modelo cubano en Venezuela
está ocurriendo exactamente lo mismo. Hay falta de divisas, hay escasez, hay
control de precios y de cambio, no hay producción suficiente. Son elementos
reconocibles es este desastre chavista que vive el país. Mercado negro parejo,
contrabando parejo y una red de mercadeo ilegal que termina de desviar los
golpeados números de la economía.
En
grandes ciudades, Caracas por ejemplo, lo que no se consigue en los
supermercados o abastos está en las calles. La buhonería tiene de todo. ¿De
dónde sacan los productos? Ese es otro detalle que el Gobierno conoce
perfectamente. La misma autoridad que controla y confisca alimenta a la cadena
ilegal. Incluso militares. Harina precocida, azúcar, café, cauchos, baterías
para vehículos y hasta desodorantes diferentes al de la bolita se encuentran en
las redes callejeras. A la vista de todo el mundo, incluso del régimen. Pero
así opera este mercado. Y más cuando se genera en un sistema altamente
corrupto.
El
discurso oficial va por una parte y la realidad por otra. Es el caso del
contrabando en la frontera básicamente con gasolina, alimentos, cabillas y
hasta cemento. Son sectores que controla el Gobierno de manera completa. No se
trata solamente de control de precios. Es que el mismo produce y fabrica. Poco,
pero lo hace o lo importa. A Colombia, a Brasil y al Caribe se van millones de
dólares en gasolina. ¿Cómo sale? El régimen sabe perfectamente quién controla
estas mafias. No es prudente acusar a un sector que en la práctica es el sostén
del propio gobierno militar-revolucionario. En Cúcuta, por ejemplo, todo el
mundo sabe cómo entran los alimentos o la gasolina y quienes miran para otro
lado mientras pasan las gandolas.
Así
es como se gobierna. Así.
Elides
Rojas
erojas@eluniversal.com
/
@ejrl
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