O
sea, en un desorden donde uno se topa con las cosas más diversas. Así va a ser este escrito. Porque son varios los temas y hay que
batirlos al detal. Por tanto,
someramente. Empecemos.
Vender
el sofá
Hubo
ya hace casi un siglo, desde la inauguración del puente internacional de una
sola vía que unía a San Antonio con Villa del Rosario, que el tráfico vehicular
era impedido por una cadena con candado que se colocaba a las 10 de la noche y
se abría a las 5 de la mañana. Lo sé
bien porque me tocó servir allí y fueron muchas las veces que debí abrir o
cerrar el paso. Pero eso solo causaba
inconvenientes a quienes no tenían propósitos aviesos; a los impelidos por
motivos tortuosos nada le imposibilitaba cruzar el río Táchira por otros
lados. Al comienzo de la década de los
sesenta, las autoridades autorizaron el flujo vehicular las 24 horas del
día. En la decisión influyeron tanto el
crecimiento de las poblaciones, como el reemplazo del viejo puente por el
actual de doble vía, la construcción de unos nuevos en Ureña y El Amparo, y
entender la inutilidad del cerrado.
Esta
semana que pasó, con gran aspaviento, nos enteramos que (una vez más) el
régimen intenta retrocedernos hasta principios del siglo XX. El comandante de CEO —que no sé qué pitos
toca en el control del contrabando, cuando lo suyo es la defensa contra la
fabulada invasión del imperio— informó que la cadena y el candado por las
noches están de vuelta. Todo el mundo,
menos el general Padrino, sabe que la gasolina y los demás productos subsidiados son pasados en
horas diurnas, con la complicidad de uniformados y por rutas que no son las que
van a cerrar. ¿Cómo va, general, a poder
controlar los pasos clandestinos, si los cuidadores son los mismos que dirigen
el comercio ilícito?
Remate
de refinerías
Yo,
de economista, no tengo ni un ápice; de petrolero, menos. Pero sí sé que los bienes y las propiedades
que alguien posee no deben ser vendidos por un apuro presupuestario, por una
falla en el flujo de caja, o por una mera puntada que le dé al administrador de
dichos bienes. Con más razón, cuando quien
administra no es el propietario, sino un mero encargado. Y cuando no ha sido consultada la asamblea de
accionistas —que somos todos los venezolanos, no el régimen. Pero esta gente es feliz malbaratando lo que
tanto tiempo y dinero costó obtener; es que necesitan seguir con la regaladera
a sus conmilitones y a los chulos foráneos.
Desde la ya lejana venta de Ruhr Oel se veía venir la cosa. Con esa malhadada transacción dejamos de
vender productos refinados de petróleo a Alemania. Ahora, el esquema se repite: quieren entregar
al primero que les ofrezca cuatro puyas tanto las refinerías como las
gasolineras que tenemos en los Estados Unidos.
Están empeñados en —como decía en el comentario sobre la frontera— en retrocedernos
hasta los años del oscurantismo gomecista.
Fíjense que están acabando con las capacidades de refinación —afuera y
adentro— y volviendo al esquema primitivo de vender petróleo crudo, sin valor
agregado nacional. No hay que ser muy
brillante para entender que eso crea puestos de trabajo en otras latitudes y
los cierra aquí. Pero, ¿qué se espera de
un régimen que deja sin empleo a miles de obreros venezolanos porque trae mano
de obra china para la simplísima tarea de pegar bloques y hacer pisos? Debe ser que no entienden el viejo adagio
romano que explica que el gobernante debe administrar los bienes nacionales con
la diligencia de un padre de familia…
Oriente
Próximo
Recientemente,
el babieca miraflorino salió, en un mismo evento, a calificar las acciones de
Israel contra Gaza como un “genocidio” y a
declarar que “Venezuela está con Siria”.
Vamos por partes. O, como se
decía en mi pueblo: “barájamelas más despacio”.
Según la Real Academia, “genocidio” es el exterminio o eliminación
sistemática de un grupo social por motivo de raza, etnia, religión, política o
nacionalidad. O sea, lo que hizo Hussein
de Jordania durante el “Septiembre Negro”, cuando (según Arafat) mató a cerca de 20 mil palestinos; o lo que
está haciendo Al-Assad en Siria, donde la cuenta pasa de mil 75 muertos en
menos de dos años. Vale decir, el
presidente de ese país lleva sobre su cabeza más muertes que todas las
ocurridas en todas las guerras que ha tenido que luchar Israel desde el año
1948 —que, de lado y lado, totalizan unas 64 mil bajas. Pero eso no es relevante para los rojos
criollos porque, en el primer caso, se trataba de un árabe masacrando
palestinos (malagradecidos, porque luego de haber recibido refugio allí,
pretendían derrocarlo); y, en el segundo, un alauí matando suníes, drusos,
ismaelitas y cristianos de todas las confesiones. Que, para ese fin, haya empleado armas
químicas prohibidas, es una nimiedad.
Para ellos, para sus sicofantes en la izquierda caviar, y para sus
aduladores en otros palacios presidenciales de Suramérica, nada de eso es
importante.
Todos
ellos saben lo que pasa en realidad; saben que los terroristas de Hamas —y se
los ratificó recientemente el mismísimo Secretario General de las Naciones
Unidas— utilizan niños y mujeres como escudos humanos, y que los hospitales,
escuelas e iglesias son empleados para
almacenar y disparar sus cohetes. Pero,
para ellos eso no es substancial. Su
asunto no es el dolor que puedan sentir los gazaríes ante las acciones
realizadas por órdenes del gobierno israelí —quien, al fin se cansó y decidió
que no iba a quedar sin castigo los más de tres mil ataques con cohetes— sino
su afán de ir en contra de Estados Unidos y todo lo que simbolice cultura
occidental, que represente modernidad, y que esté consolidado por el Estado de
derecho. Le disparan a Israel pero es
apuntando a su aliado, Estados Unidos.
Dentro de poco, no les bastará dar vivas a Hamas; ya los veremos
alabando a islamistas radicales que avanzan por Irak degollando cristianos y
esclavizando mujeres por órdenes de un auto-designado califa.
Mientras,
el nortesantandereano sale, ¡apuradito!, a cumplir la orden de Fidel y a
respaldar a una de las partes en conflicto sin analizar cuál es la verdadera
conveniencia para Venezuela. Ya ven, además de ilegítimo, irresponsable…
Humberto
Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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