Son
tantas las contradicciones diarias que no se encuentra un hilo conductor
sustentador de la realidad que vivimos. Es constante la referencia al caos como
explicación de la incertidumbre, de las ocultas o no tan ocultas imposiciones
de la fuerza, la escasez y la delincuencia ante la ausencia o vacío de
horizontes.
Recientemente
el Comandante del Ejército se refería reiteradamente a la necesidad de
"orden" ante las múltiples expresiones de anarquía de la sociedad.
¿Pero qué es el orden? Si nos vamos a lo más concreto el orden es el producto
resultante, el objetivo último de la organización. Lealtad, orden son procesos
supeditados que remiten a la forma como nos organizamos para lograr un objetivo
común.
La organización implica relaciones de interacción e interdependencia
para satisfacer necesidades en un entorno específico. De allí que la confianza
y la credibilidad son el aporte esencial para la convivencia. En comunidades
jerárquicas la organización será rígida y piramidal y en las sociedades
abiertas será flexible con fuertes valores de cohesión que implican respeto de
la libertad de otro, igualdad, y responsabilidades de las propias conductas que
nacen de la cultura y no necesariamente de las leyes escritas, las cuales solo
reflejan en parte las leyes sociales creadas por la comunidad.
Aunque
los sueños, sueños son como recientemente nos decía Luis Ugalde, es
imprescindible soñar para desencadenar interacciones que nos lleven a
construirlos. El marasmo de las contradicciones que empiezan por la ausencia de
credibilidad en las instituciones que reposan más sobre la discrecionalidad de
quien se le asigna una responsabilidad y no en el encuentro de voluntades para
soluciones colectivas, lleva a la necesidad de hacer presente día a día el
sentido del comportamiento social. Al destrozar los vínculos y las normas que
determinan el intercambio social no es un problema solo de orden, es básicamente
reconocer que estamos en camino de un Estado fallido incapaz de generar
asociación compartida entre su gente.
Por ello, la hegemonía informativa que pretende imponer "orden" con el pensamiento o lealtad única carece de la dinámica para encauzar expectativas y aspiraciones potenciadas por el empoderamiento de múltiples derechos y ausencia de cohesión. Evidencia diaria es la violencia sin límites, la mentira sistemática y la justificación a ultranza del ejercicio de la autoridad impuesta que desgasta y deja huellas de resentimiento.
Ya
Aristóteles decía: "no se piensa, sin imágenes". El orden está
supeditado a la organización. De allí que la rectificación y reorientación
manifiesta diariamente va exigiendo el reconocimiento de los símbolos de
resistencia y búsqueda de cooperación, la aceptación de la inclusión de la
diversidad en la construcción de una
realidad que no puede obviar la crisis de libertad dispuesta a exigir normas
que se respeten y responsabilidades que se asuman…
Mercedes
Pulido
mercedes.pulido@gmail.com
@mercedespulidob
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