Los
méritos militares de don Esteban Palacios y Blanco, el más querido de los tíos
de Bolívar, fueron los propios de un hidalgo americano quien llegó a ser Cadete
del Escuadrón de Milicias de Voluntarios Blancos de Caballería de Caracas,
Alférez graduado en 1792, Portaestandarte en 1794 y, finalmente, Alférez de la
Primera Compañía del Escuadrón de Milicias Disciplinadas de Caracas en 1797.
Procedía don Esteban de una importante familia colonial: Su bisabuelo, don José
de Palacios y Sojo, había sido Regidor y Alcalde Ordinario de Caracas, Capitán
en las Compañías de Infantería Españolas de los Voluntarios en las que fue
Teniente Gobernador. Su abuelo, don Feliciano Palacios y Sojo, fue Alférez Real
Perpetuo por fuero de heredad de Caracas, ejerció el cargo de Procurador
General, Alcalde de la Santa Hermandad y Regidor, recordado además por haber
promovido la construcción de un puente que unió a la ciudad, la instalación de
una fuente de agua en la Plaza Mayor y la colocación de sus portales, lo
cual testimoniaba sus desvelos ciudadanos. Igualmente fue Subteniente de la
Compañía de Milicias y Capitán. Su padre, don Feliciano Palacios, fue Alférez
Mayor de Caracas, Capitán de la Primera Compañía Miliciana de Blancos de la
ciudad y participó en los difíciles sucesos de las rebeliones de Juan Francisco
de León, cargo que ejerció hasta que ocupó el de Tesorero Diocesano de la Santa
Cruzada y, por último, bajo la gobernación de don Luis de Unzaga, se desempeñó
como Capitán en los tiempos de la guerra entre Inglaterra y España.
El empeño y la fidelidad como la que los Palacios se habían dedicado a la
carrera de las armas era notorio en la Provincia y entre los hijos de don
Feliciano cuatro de ellos fueron oficiales que prestaron servicios en los
Reales cuerpos. Sobre don Esteban destacaron sus superiores:"la aplicación
y amor con que sirve", y que: "ha asistido a todos los
ejercicios doctrinales con bastante aplicación y adelantamiento",
entre otros. No obstante ello, reiteradas solicitudes de ascenso le fueron
demoradas retardando innecesariamente su carrera.
Los muchos intereses de su anciano padre en Miranda del Ebro, en Burgos, en
Cádiz, en Sevilla y en la Corte de Madrid, así como también los de su hermana
María Concepción: "viuda del Coronel don Juan Vicente de Bolívar,
y con cuatro hijos menores", tal y como refería, justificaron que
solicitase don Esteban en 1791 una licencia por dos años para viajar a España.
La muerte sorpresiva de su hermana y luego la de su padre le hizo considerar su
regreso a Venezuela al haber sido nombrado: "tutor y curador de su
sobrino carnal don Simón de Bolívar y Palacios, que es menor de 12 años, y
siendo sus mayorazgos crecidos y su edad tierna", lo cual hacía
preciso: "atender en conciencia a aquellas obligaciones tan
justas, como también a cuidar sus propios intereses". Sin embargo en
virtud de su permanencia en España, el tío Carlos se encargó de la tutoría
propiciando litigios y diferencias. Don Esteban amonestó a su hermano no
habitase en la casa de Bolívar: "para no excitar la crítica
pública de que te prevales de la curatela...".
Don Esteban representó para Bolívar la presencia entrañable de su: "querido
tío" y de su: "buen padrino". Le llevó a
España y estuvo a su lado donde se aseguró que recibiera una buena educación en
materias como lengua, historia, matemáticas, esgrima y baile, "a
todo se prestó siempre dócil y contento". Junto a él presenció Bolívar
las contrariedades de la vida cortesana de Madrid.
Años después Bolívar evocó ante él los recuerdos de una época feliz: la imagen
de su madre con la cual don Esteban guardaba parecidos, sus hermanos, sus
parientes, los primeros juegos, los regalos del padrino generoso y solícito.
Ante él desbordó sus sentimientos, lo más entrañable del pasado, lo más
significativo del presente, lo más enaltecedor del porvenir. Ante él se
condolió Bolívar del sacrificio y del horror, la sangre y los padecimientos que
sufrieron los suyos y lamentaba que la ciudad en que todos nacieron y vivieron,
la que fue culta, hermosa y distinguida, ya no existía, desaparecida en medio
de tantas desgracias y catástrofes pero que sin embargo, enaltecida en los
fastos de la historia, se negó a ser sumisa, se negó a ser esclava, ciudad
inconforme y rebelde que simbolizó en todo tiempo el fin de los tiranos y en la
cual al decir de Bolívar: "sus cenizas, sus monumentos, la tierra
que la tuvo, han quedado resplandecientes de libertad", y así se lo
testimonió a su tío a quien denominó pleno de afectos y memorias: "mi
segundo padre".
Don Esteban fue diputado suplente por Venezuela ante las Cortes liberales de
Cádiz entre 1810 y 1814 y apoyó junto a los parlamentarios americanos las
reformas políticas, la libertad de imprenta, la igualdad de derechos, la
amnistía para los rebeldes, la eliminación de la esclavitud. Murió en octubre
de 1830.
Jose Felix Diaz Bermudez
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