Mientras el mundo del deporte vive momentos estelares con el desarrollo de la Vigésima Copa Mundial de Fútbol, las tensiones a lo interno del país se tornan calamitosas.
¿TORMENTA
EN EL PODER?
No
hay duda de que el tiempo es fiel indicador de lo que la política establece. El
concepto de política de Antonio Cánovas, político español, lo deja ver cuando
justifica el devenir social y económico en la coyuntura política. Cuando dicho
concepto señala que “ política es el arte de aplicar en cada época aquella
parte del ideal que las circunstancias hacen posible”, evidencia a la política
como el rasero del cual se vale cada situación para particularizarse ante los
avatares propios de la vida política de una sociedad. Es decir, cada momento,
lo define su propia singularidad. Es lo que realmente sucede en política. Se
subordina a las circunstancias para luego imponerse ante cada situación y así
determinar todo lo que bajo su dominio ha de suscribirse.
Esta
reflexión, anima a deducir algunas razones que buscan demostrar el acoso que
acarrea la vileza de politiqueros de oficio cuando de gobernar se trata.
Arreglar situaciones de acuerdo a sentimientos de mezquindad, como en efecto
resulta del habitual ejercicio de beligerancia política, es una manera usual de
traicionar intereses reales y legítimos, así como de crear otros imaginarios e
injustas consideraciones. Ya lo decía Louis Dumur, novelista francés, que “la política
es el arte de servirse de los hombres, haciendo creer que se les sirve”. Y es
así, cuando quienes gobiernan desbarran en política sin entender que la
política está por encima de la conciencia.
De
hecho, mientras el mundo del deporte vive momentos estelares con el desarrollo
de la Vigésima Copa Mundial de Fútbol, que cuenta a Brasil como escenario de
los correspondientes encuentros, las tensiones a lo interno del país son
calamitosas. Es cuando la política se
torna instrumento de capciosos para disociar objetivos. Es el caso que afecta a
Venezuela de cara a la crisis política que padece. En efecto, pareciera que un
fuerte temporal anega el terreno político donde se ancla el partido de gobierno
y sus altos cuadros. Hay una lucha a muerte entre las facciones apegadas al
cuestionado socialismo nativo. Un fuerte descontento en la base del referido
partido, hace estragos a la organización político–partidista. La lucha por el
poder llevó a convertirlo en una arena de combate donde no hay compasión de las
partes en pugna. La carta de Jorge Giordani, escrita a su salida del gobierno,
sumada a la firmada por Héctor Navarro en apoyo a la postura de su compañero de
Gabinete, ha generado una tensión de tan peligroso rebote, como nunca se había
dado. Ni siquiera cuando el régimen perdió en 2007, importantes espacios del
ámbito político nacional.
Decir
entonces que la política se define y al mismo tiempo condiciona lo que bajo su
dominio permite, es interpretar lo que ocurre al momento de dejar que las
circunstancias tiranicen los clamores ante las necesidades. Sobre todo, cuando
quienes se ocupan de dirigir el país político hacen de cada situación un
problema para seguir aprovechándose de aquella suerte electoral hoy convertida
en desgracia por arte del populismo demagógico. Es exactamente el resultado de
la enfermiza relación entre la solidaridad y participación vergonzosa consumada
por un gobierno despótico, y la condición de un pueblo por cuya precaria
cultura política deja someterse a cambio de algunas migajas convirtiéndolo en
cómplice pasivo de desafueros de cobardía gubernamental. Y aunque las variables
de tan triste ecuación desbordan las resignaciones sociales y políticas, lo que
en adelante se ve es un choque entre las ambiciones de unos y las intrigas de otros.
O sea, que se aproxima una tormenta en el poder.
VENTANA
DE PAPEL
MUCHO
QUE CELEBRAR
Para
algunos periodistas, avezados unos en el resguardo de las libertades políticas
que más han costado reivindicar en el país por causa de las ambiciones de un
régimen obsesivo por conservarse en el poder, otros menos fogosos a la hora de
elevar la voz para rebatir las injusticias gubernamentales, el 27 de Junio pasó
sin luz y sin gloria. No había razón alguna para celebrar el día del
Periodista.
Sin
embargo, los hechos padecidos por el gremio periodístico a consecuencia de la
excesiva represión por parte de un régimen que ha comenzado a contar
regresivamente el tránsito hacia su defenestración, obligan a invertir la
óptica bajo la cual puede analizarse la situación escarmentada. Desde los
atropellos infringidos a periodistas a quienes el régimen busca silenciar su
opinión o modo de indagar las verdades ocultas bajo el manto de la corrupción y
la impunidad, hasta la tiranía ejercida a través de la negativa a la legítima y
legal solicitud de dólares necesarios para la compra de papel para la prensa
escrita, divisas éstas que no son regaladas, son parte del brutal periplo que
debe atravesarse para alcanzar la otra orilla.
A
pesar de que del otro lado, han de soportarse iguales o peores situaciones.
Todas ellas, sólo por honrar derechos tan fundamentales y reconocidos
constitucionalmente como los que exaltan las libertades de expresión, de
opinión, de prensa, de información y de pensamiento. Particularmente, porque es
inaudito pensar que pueda concebirse a la democracia exenta de prensa libre lo
cual es tan absurdo como absurdo es la libertad ante una dictadura. De manera
que este viernes, 27 de Junio, cuando se celebra nacionalmente el día del
Periodista y del Comunicador, en homenaje a la salida, en 1818, del primer
número del Correo del Orinoco, si hay mucho que celebrar.
Debió
celebrarse la conciencia alcanzada por un gremio que sigue resistiendo los
embates de un régimen opresor. Debió celebrarse la unión de un gremio que ha
sabido portar las banderas de la dignidad nacional en nombre de principios
democráticos. Debió celebrarse que hoy se tiene al periodista aquella persona
que por conciencia y a conciencia funge como el defensor de la gente ante
cualquier clase de regla totalitaria o imposición absolutista. Entonces, si
pudo decirse que había y sigue habiendo mucho que celebrar.
REFLEXIONES
VIGENTES Y MENSAJE CON DESTINO
Comprender
la Universidad, no es sencillo. Menos, es conceptuar su dinámica frente a la
razón que determina su objetivo de vida, su razón de ser. Es una tarea que no
cualquier universitaria pudiera atreverse. Tampoco, pudiera llevarla a cabo.
Sobre todo, cuando los ojos del régimen indagan toda fuente de resistencia que
se oponga a sus designios filibusteros o mercenarios. Elías Méndez Vergara,
supo llegar al final de tan delicado e intenso recorrido intelectual.
Su
último libro: Universidad de Los Andes, Reflexiones vigentes y mensaje con
destino, (Ediciones del Vicerretorado Administrativo. ULA, 2014), transluce con
hermosa y profunda transparencia, las menudencias que caracterizan la movilidad
de una Casa de Estudios Superiores que no sólo ha trascendido histórica, social
y políticamente. También, que ha demostrado lo que su veta académica representa
en función de propuestas elaboradas como parte de procesos que exaltan ideales
de solidaridad, paz, abnegación y de responsabilidad social.
La
visión de un geógrafo ganado al campo de la Ordenación Territorial y de la
Planificación Educacional, permitieron a Méndez Vergara otear, con el mejor
sentido crítico constructivo, el discurrir de la Universidad de Los Andes en
medio de situaciones desde las cuales ha formalizado proyectos que la ha
preparado para enfrentar desafíos relacionados con exigencias y demandas
propias de transformaciones asociadas a nuevos paradigmas socioeducativos y de
producción del conocimiento.
De
esa forma, Elías Méndez no tuvo mayor dificultad a la hora de evaluar
condiciones académicas que ponen en relevancia desde la Universidad en
pretérito, hasta la Universidad comprometida con desarrollos inmediatos. Es la
causa que lo induce a revisar desde el prestigio que la enarbola, pasando por
sus fundamentos de doctrina académica, de base jurídica, de cimentación
organizacional, de mirada ante el desarrollo económico y social, de anclaje
comunicacional y estratégico, de su condición funcional y espacial, hasta
cerrar con un capítulo donde destaca el compromiso que la distingue como
formadora de actitudes y aptitudes en el marco de su autonomía. No conforme con
ello, Méndez Vergara cierra su magnífico trabajo académico planteándose que la
Universidad no deja de contar con “un compromiso nunca concluido”. Tan
recóndito, como el que traza cuando señala que su razón de ser sigue siendo la
de una “gran Universidad, en el marco de magnífica montañas, de una rutilante
historia, de un modo de ser y de estar en comunión con un canto de vida u de saberes”
La
pluma de Elías Méndez Vergara se deja llevar por su vena de poeta cuando
escribe “dejas impresa en mi alma la huella indeleble de tu grandeza, de tu
hidalguía, de tu luz y de tu alegría”. Sin duda este libro pone al aire de la
conciencia universitaria, necesarias reflexiones vigentes y mensaje con
destino.
“Cuando
un gobierno se aísla de las razones que lo llevaron al poder político, es
evidente que su cenáculo se extraviará entre los múltiples problemas que
aquejan su funcionalidad incitándose así graves contradicciones a su interior.
Y en poco tiempo, se encenderán las alarmas ante serias controversias que
minarán su base y condenarán su discurso”
AJMonagas
Antonio
José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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