Todos los procesos de la vida en el
planeta comienzan desde lo invisible, desde lo infinitamente pequeño hacia lo
más grande. Las primeras etapas de formación de los seres vivos y de manera
extraordinariamente maravillosa, el comienzo de todo ser humano está
determinado por una serie intrincada de acontecimientos que comienzan en un
pequeñísimo embrión que luego emprende un largo proceso de formación y
desarrollo de nuevas células.
El estudio de la formación y el desarrollo de los
embriones es lo que constituye la embriología. Al hablar de la embriología de
Dios nos referimos tanto al proceso biológico que da a luz a la vida como al
proceso de formación del carácter divino en el desarrollo de la personalidad
del ser humano.
Como parte intrínseca cada ser humano
conlleva la semilla del bien. Hemos sido creados con la capacidad para
desarrollar una relación de comunión con el Creador. De la misma manera que
nuestro pequeño embrión contiene la información genética que determina las
características físicas específicas de cada uno; así, Dios establece en la vida
de cada hombre que se alinea con Él un proceso de formación y desarrollo del
carácter divino, con la finalidad de cumplir un propósito específico en su
vida. El rey David en el Salmo 139 expresa: "Mi embrión vieron tus ojos, y
en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas,
sin faltar una de ellas".
A lo largo de la vida de cada ser
humano Dios va mostrándose de diferentes maneras. Él tiene un propósito
diseñado para cada uno. En el embrión biológico está predeterminado lo que
seremos; sin embargo, para que el embrión espiritual se desarrolle según el
propósito de Dios, cada uno debe decidir darle un Sí al Creador. Así, través de
diversos eventos, personas y circunstancias Dios nos hace su llamado. De tal
manera que cada uno tiene la oportunidad de decidir. Una vez que hemos decidido
apegarnos al plan divino, Dios comienza el proceso de desarrollo de nuestro
espíritu. Pasamos por diferentes etapas, así como nuestro embrión biológico en
su desarrollo va formando órganos y sistemas que nos dan las características
morfológicas propias; de manera similar, nuestro embrión espiritual va
desarrollándose a la imagen de nuestro creador, formando en nosotros un
carácter de cualidades divinas.
La mayoría de las veces no entendemos
el por qué del mal que nos rodea. Muchos pierden la fe ante la injusticia que
reina a nuestro alrededor; concluyen que Dios está lejos, o que nos ha
abandonado. Pero, Dios no planifica el mal; sin embargo, Él sabe usar el mal
que nos acontece en este mundo caído, apartado de Dios, para transformarlo en
bien. Cada situación por la que atravesamos, las circunstancias que nos rodean,
gente que soberbiamente nos hace daño, todo, es usada por Dios en el proceso de
desarrollo de nuestro embrión espiritual. Jesús le dijo a sus discípulos:
"Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo
tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo". Juan 16:33.
Aquellos que hemos decidido creerle a
Dios, dependemos de Él. Después de un largo caminar hemos puesto nuestra mirada
en Él, nuestra confianza en Su amor. Hemos comprendido que aunque las
circunstancias sean adversas, aunque parezca que el hombre malvado tiene poder
sobre nuestras vidas, Dios está por encima de todo y, tiene cuidado individual
de cada uno. El no permitirá jamás que el mal prevalezca sobre quienes ha
puesto su sello de salvación al haber entregado sus vidas al pie de la Cruz.
Cada acontecimiento redundará para nuestro bien en esta tierra y para nuestra
eternidad.
"Él ha hecho todo apropiado a su
tiempo. También ha puesto la eternidad en sus corazones; sin embargo, el hombre
no descubre la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin".
Lo importante es entender quienes
somos en Dios y apropiarnos de esta visión. Saber que Él siempre está tejiendo
en nuestras vidas su obra de amor; que aunque haya hilos oscuros estos no
podrán teñir todo el tapiz porque Su luz ilumina nuestras tinieblas, Su verdad
nos libera de nuestra realidad limitada por nuestra humanidad. Lo importante es
reconocer que en la pequeñez de nuestro embrión la grandeza de su sabiduría y
amor pueden lograr en nosotros el desarrollo completo de su propósito de
bendecirnos y convertirnos en bendición para otros.
"Cómo no sabes cuál es el camino
del viento, o cómo se forman los huesos en el vientre de la mujer encinta,
tampoco conoces la obra de Dios que hace todas las cosas". Eclesiastés
11:5
Rosalia
Moros de Borregales
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB
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