Todo
hace presumir que Venezuela ha entrado en un proceso de transición política. Ya
que es difícil anticipar los detalles de tales procesos, aunque sabemos que
siempre un gobierno termina por ser sustituido por otro, existe la tendencia
entre los líderes y analistas políticos a fijar su atención sobre situaciones
parecidas que han ocurrido en otros países, buscando similaridades que orienten
estrategias a seguir.
En
este sentido es conveniente recordar la serie de transiciones que ocurrieron en
1989, en Europa del Este y que marcaron el fin de los gobiernos de los
satélites soviéticos. Me refiero al final de los regímenes comunistas de
Polonia, Hungría, Alemania Oriental, Checoslovaquia, Rumania y Bulgaria, aunque
en el caso de estos dos últimos, no puede decirse que de inmediato lograron
desembarazarse de la conducción totalitaria.
Por
la naturaleza marxista del régimen que sufrimos, el análisis de estas transiciones
arroja elementos comparativos valiosos. ¿Cuáles son las características o
líneas evolutivas que tendieron a repetirse en estos procesos? En dichos
países, el grueso de la sociedad civil se encontraba muy oprimida.
Existían
gobiernos totalitarios y los poderes públicos estaban sujetos al partido único.
Ocurría una violación permanente de los derechos humanos.
Además,
la situación económica estaba deteriorándose aceleradamente, con aumento
constante de la inflación que no podía ser controlada, desempleo, escasez de
bienes de primera necesidad y creciente endeudamiento, consecuencia del modelo
socialista existente, centralmente planificado y altamente regulatorio.
Desde
el principio de los años ochenta, con la designación de Karol Wojtyla en 1978,
como Juan Pablo II, la Iglesia Católica había empezado a desempeñar un rol
catalizador de la reacción contra el comunismo, que se sintió especialmente en
Polonia, pero que también se irradió hacia Hungría y Checoslovaquia y terminó
por tener alguna consecuencia sobre toda la región. "En ocasiones -el
Papa- a pesar de la incomodidad de sus propios obispos, intentaba disuadir
abiertamente a los católicos de Polonia y de los demás países del Este de que
llegaran a cualquier tipo de compromiso con el marxismo. En otras palabras,
"ese cambio de posición ¬del compromiso a la resistencia - por parte de la
Iglesia Católica, generó el foco que retaría el monopolio del poder ejercido
por el partido Comunista" (Judt, 2005).
La
oposición en los diferentes países carecía de organizaciones políticas
formales. Pero, durante los años ochenta habían ido apareciendo diversas
organizaciones que asumieron la representación parcial de la sociedad.
Las
tensiones sociales, más o menos tirantes en los países de la Europa del Este,
hicieron crisis durante 1989. Se generalizaron las protestas por asuntos
laborales y la rebelión civil se intensificó. Los estudiantes participaron
activamente, especialmente en Checoslovaquia y Hungría.
La
fuerte represión que se desencadenó durante las manifestaciones, estuvo en
manos generalmente de las fuerzas policiales y de la policía secreta. Las
fuerzas armadas no participaron directamente en la represión, a no ser en
Rumania, durante los últimos días de la dictadura.
Entrado
en la fase crítica de la transición, en la mayoría de los países se estableció
algún tipo de negociaciones entre el gobierno comunista y los representantes de
la oposición. Esto era impensable anteriormente, dada la impermeabilidad del
régimen. En ciertas situaciones, estas negociaciones facilitaron el proceso de
transición, como fue el caso específico de Polonia y de Hungría.
En
ningún país se logró la transición plena a través de un proceso electoral,
aunque hubo casos como el de Polonia, en el cual las elecciones legislativas
celebradas a mediados de 1989, por acuerdo previos negociados con la oposición
y que ganó por amplio margen Solidaridad, abrieron cauce al cambio posterior
del gobierno; o en Hungría, en que reformas parlamentarias a fines de 1988 y
principios de 1989, facilitaron la transición.
En
Hungría, Alemania Oriental y Checoslovaquia, dirigentes comunistas con el
ropaje de reformadores, trataron de liderizar gobiernos de coalición con par
ticipación
de representantes de la oposición, pero a la postre ninguna de esas iniciativas
cuajó y los nuevos gobiernos que se establecieron fueron exclusivamente
conformados por representantes de la oposición. En todos los países los
partidos comunistas se disolvieron o mimetizaron.
La
excepción ocurrió en Rumania y Bulgaria, donde los nuevos líderes habían
formado anteriormente parte de la nomenklatura.
Los
gobiernos comunistas no cayeron por golpes militares, sino por la resistencia y
rebelión mayoritaria de la sociedad civil, que con poca violencia generó vacíos
de poder que debieron ser llenados. Las fuerzas armadas se quedaron neutrales.
Un
aspecto curioso fue que los respectivos procesos de transición dependieron de
las particularidades de cada país. Tampoco ocurrieron por el colapso de la
Unión Soviética, la cual continúo existiendo hasta fines de 1991. En todos los
países los gobiernos surgidos después de la transición se declararon
democráticos, promovieron regímenes multipartidistas y se mostraron inclinados
a una economía de mercado, con mayor o menor intervención del Estado. En la
generalidad de los países se trató de mantener los programas de seguridad
social preexistentes.
Sin
dudas, todas esas manifestaciones de reclamo social que finalmente desembocaron
en protesta civil, tuvieron como origen importante, el proceso de reformas
iniciado por Mijail Gorbachov, con el nombre de Perestroika. En la última parte
de los años ochenta, como consecuencia, había ocurrido un periodo de distensión
del control ejercido por la Unión Soviética sobre sus satélites. Durante estos
años dentro de los propios partidos comunistas de los satélites, habían surgido
intentos reformistas o de corrección de los profundos daños que le habían
causado a sus pueblos. Pero tales iniciativas llegaron tarde para ellos. El
comunismo demostró ser mucho más débil de lo que suponía la mayoría de la
gente.
¿Qué
lecciones deberíamos extraer del recuento sucintamente expuesto, de cara a la
situación venezolana? La prioridad de mantener y fortalecer la unidad y ampliar
el ámbito de su cobertura a la mayor parte de la sociedad civil. La necesidad
de conjugar en una sola estrategia la acción electoral, la protesta social y la
resistencia civil. Adoptar un mensaje común que suscite optimismo y esperanza a
toda la población. Y prepararse bien para la transición, ya que ella
irremediablemente ocurrirá.
Arnoldo
Gabaldón
agabaldon@cantv.net
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