Cuando voceros muy autorizados afirman que el modelo económico del gobierno, es “profundamente exitoso”, llegan a nuestra memoria unas declaraciones del difunto presidente en las cuales afirmaba que “Cuba es el mar de la felicidad, y hacia allá va Venezuela”. La isla caribeña fue convertida en un país en ruinas, con un pueblo sojuzgado por la infame tiranía de los hermanos Castro durante 55 años. Ese es el modelo que nos quieren imponer, y ya tienen arruinada nuestra economía.
Tales
afirmaciones –un verdadero exabrupto-
constituyen otro eslabón de esa larga cadena de mentiras a las
cuales nos tiene acostumbrados el régimen.
Ni siquiera haciendo toda suerte de malabarismos numéricos, se puede explicar que constituya un éxito
elevar la inflación de un país a
cerca del 70 por ciento.
Lo
cierto de todo esto, es que existe honda
preocupación por la situación económica del país, cuyos
desaciertos, cada día golpean más el
bolsillo de los venezolanos. Es necesario que se apliquen medidas efectivas y
viables para contener la ola inflacionaria que ya se hace insoportable. Que el
pueblo pueda trabajar y ganar lo suficiente para comer bien y completo, que
tenga esperanzas para un mejor futuro de sus hijos, sabiendo que están
recibiendo la mejor educación para el trabajo, que se duerma con tranquilidad y
que se salga a la calle sin el temor de ser víctimas de la delincuencia.
No
es posible que hoy los venezolanos no tengamos tranquilidad en ninguna de estas
áreas, porque aunque el barril de petróleo esté cotizado en 100 dólares, el
pueblo es más pobre que nunca. No hay ninguna justificación que pueda explicar
cómo es posible que en un país inmensamente rico, exista gente viviendo en
paupérrimas condiciones.
Es
posible resolver los problemas que afectan a los venezolanos, pero es necesaria
la voluntad política, la planificación y la buena administración, pero de todo
eso carece el gobierno. Con los ingresos que
se obtienen, sería posible
garantizar mejores condiciones de vida, pero lamentablemente esos dineros los
malbaratan, se los roban o los invierten inadecuadamente. Agua, salud,
educación, seguridad, servicios públicos eficientes, abastecimiento y empleo bien remunerado, es lo que se le debe
garantizar al pueblo.
Aquí estamos atravesando una crisis real: una
crisis institucional, porque los poderes han perdido autonomía; una crisis
económica por la aplicación de erradas políticas; una crisis de incompetencia del gobierno, que
no garantiza la seguridad; y una crisis
moral porque son públicos los hechos de corrupción que no son penalizados.
Antonio
Ledezma
antolede@gmail.com
@alcaldeledezma
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