Educar
es sembrar otra vez, acunar la golosa semilla, alimentar su sed de árbol
dilatado acompañando al enjambre nutriente que la abona o le ofrece su sombra
protectora. Enseñar es saber esperar, creer, ayudar, desbrozar; es derramar
otra vez y hasta el cansancio, la convicción madura de que formar alberga un
horizonte desmedido y esquivo.
Sembrar
no es recoger, es distanciarnos libres para mirar emancipados nuestro esfuerzo.
Educar requiere de la convicción de sabernos íngrimos, pasajeros en tránsito.
Enseñar es repartir desde adentro y de
allí para todos, que es casi como decir ninguno, ya que no hay ni posesión ni
hacienda en lo entregado. Recoger es no sólo después, es más allá, es volver a
empezar y observar ese fruto vedado será
esparcir en la conciencia que se puede partir y compartir. Nada se pierde todo
se disimula.
Multiplicar
es después de sumar, aunque sembrar sea sumar multiplicando. “Sueño que
siembro”, debería ser la ambición que acompaña el camino del vivir, que es el
dejar a veces apartándose. Cada paso que doy es una entrega aunque no se
distinga, mi sombra es su vereda y mi
fragmento está para soñar que pienso. Y si llego a sentir que “luego
existo”, ya estaré dando gracias a los
que tal vez sin saber me hicieron el que soy para que recogiera el bien
regalado de su heredad tan próxima e incomprendida. Y puede que los que
transitan por el mismo camino de los que ya pasaron se reúnan en homenaje de
los que no sabemos aún, que somos todos. O insistimos o erramos.
Educar
será siempre un corazón errante y saber
que ese fruto logrado no es propio y sí efímero, y se irá sin sentir que fue
sembrado por tu siembra como tú lo olvidaste en su momento y ahora por fin tal
vez comprendes, es florecer. Porque sentir amor o filo de rechazo sólo se puede
apreciar después de muchas talas y de quemas que diste o que te dieron. A veces
aprender a sentir no es tarea fácil, requiere de tanto fruto recogido que se
pudrió a la vera sin poder entregarse a su reconocimiento de luz ensimismada.
Que eres al ser tragado no es fácil de digerir y cuando vienes a darte cuenta
eres, en sorprendida perplejidad, abono transportado por ángel disfrazado de
pájaro. Ser es caminar descalzo sobre seco que necesita de húmedo para dar de
vivir. Tú eres el puente sobre el que tendrán que andar tantos viajeros que no
recordarán su travesía ni la tuya mientras cubrían su intemperie sin brújula en
las rendijas de tu conciencia vaga y de su viaje presuroso hacia quién sabe
dónde.
Eres
al fin y al cabo la semilla que abonará
el terreno que tienes a tus pies y a lo mejor florezcas en tiempo que
pasó o en el futuro, ya que educar no es un límite sino una aventura del
espíritu. Y mientras más me resumo en la semilla, más me dispongo al ayuno, más
me despacho satisfecho de origen.
A lo que vine y aún no sé completo es que no
tengo sino el sol que se avecina, el cielo que me cubre y la tierra que se abre
y se cierra contigo de testigo.
Leandro Area Pereira
leandro.area@gmail.com
@leandroarea
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