A Chávez siempre ha sido difícil ubicarlo
políticamente: se disfrazaba de nuevo Fidel Castro y se jactaba de ser un demócrata, se comparaba con un Allende respaldado por
los fusiles; afirmaba que el país marchaba hacia el mar de le felicidad, una
contradicción insostenible, porque ¿Venezuela es una segunda Cuba? ¿Cuál Cuba?
¿La del 2014, o la del 1959? ¿La Cuba que abre su economía?
Chávez se condujo siempre con cautela a pesar
de su lenguaje destemplado. Fidel nombra a Raúl Castro sucesor sin pedir la
opinión de terceros, o del partido como hubiera sucedido en China. Chávez
escogió a Maduro como candidato
presidencial, no lo nombró presidente de
una vez, lo designó vicepresidente para que ocupara su lugar hasta las
elecciones. Esta diferencia entre Venezuela, Corea Norte y la propia China
mostraría a Chávez como un Allende
inescrupuloso que legitimaba la revolución a través de consultas electorales,
algo tramposas por el ventajismo. En Corea del Norte el hijo del dictador
lo sucede, al estilo de las monarquías
hereditarias.
El chavismo es un tinglado que se está
derrumbando con Nicolás Maduro, porque además de perder popularidad arremete
contra los estudiantes, el dinero del petróleo no le alcanza y carece de autoridad. Maduro no le mete miedo ni a la
oposición ni a sus seguidores.
Al chavismo lo ayudó la campaña feroz que
contra los presidentes civiles emprendió la sociedad civil, la anti política,
la izquierda, la prensa, los intelectuales. Ellos cometieron errores: no
enfrentaron la corrupción, no supieron reformar el sistema económico, limitaron
en contadas ocasiones la libertad de prensa, mancharon la majestad
presidencial, pero aun así representan la mejor época de Venezuela desde todo
el siglo XIX hasta hoy. En vez de reformar la democracia se aplaudió la vuelta
a lo peor del pasado. Conviene reivindicar a esos presidentes, señalar sus
virtudes, sobran los que los cubren de oprobios.
Nadie borrará de la historia el Caldas,
cuando Jaime Lusinchi defendió la soberanía nacional y obligó a Colombia a
retirar la corbeta de aguas venezolanas.
En estos años que “tenemos patria” el gobierno chavista ha permitido que Guyana invada la zona
marítima venezolana, se ha reconocido el plan expansionista de los guyaneses.
Gracias a los presidentes civiles todavía el
venezolano tiene algo de agua y electricidad; ellos impulsaron el plan de
viviendas más exitoso que hemos conocido; la propiedad horizontal, millones de
venezolanos viven en residencias que han soportado el paso del tiempo, sin
contar desarrollos construidos por el estado como los edificios de Caricuao. La
Doctrina Betancourt hoy la sigue el mundo entero.
Al chavismo lo define el plan ferrocarrilero,
el plan eléctrico, el eje Orinoco Apure, la destrucción de PDVSA. El presidente
eterno despreciaba a las elites venezolanas. En Guárico, Cojedes, Anzoátegui,
Carabobo, las ruinas recordarán siempre los miles de millones despilfarrados en
construir ferrocarriles que nunca se terminarán. La falta de agua también
representa el olvido criminal de los planes para construir embalses y cuando
sufrimos un apagón también somos víctimas del plan eléctrico.
El chavismo
despreció a la elite, así nos ha ido. Hoy no sabe cómo superar un
sistema económico con 4 tipos de cambio, ideal para enriquecer a unos pocos,
donde se castiga a los hombres que producen, se les condena al desempleo, o a
salarios de hambre. En comparación se agigantan los presidentes civiles que
representaron un sistema democrático en tiempos oscuros de dictaduras en el
continente, solo con haber permitido la alternancia en el poder los presidentes
civiles representaron un período glorioso de la historia del continente.
La jactancia de que tenemos patria nunca fue
tan verdadera para Venezuela como cuando Lusinchi puso al país en pie de guerra para impedir la
violación de la soberanía.
¿Tenemos patria? No, la tuvimos con
Betancourt, Leoni, Caldera, Lusinchi, Herrera, Pérez, cuando un presidente
sucedía a otro mientras dictadores militares gobernaban en el continente, menos
en Venezuela que era un faro democrático en esos tiempos oscuros.
Fausto Masó
fausto.maso@gmail.com
@faustomaso
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