“Pobre el pueblo donde la justicia corra detrás de la injusticia, donde el garrote sea el arma de la dama ciega, donde la ley solo sirva para aderezar los juicios, donde el Derecho solo sirva para titular jueces y donde los jueces solo sean sabandijas de los politiqueros”
Son
las palabras del poeta y la reflexión del prosista, que nunca dejarán de servir
de lamentó en el llanto perdido del pueblerino, quien rebusca entre letrados
tratando de entender la razón de la vida en sociedad. Y si alguien nos
preguntara donde queda ese pueblo, tendríamos que decir que a finales del siglo
xx un mesiánico soñador idolatrando al más grande hombre de América adormeció la
mente de una sociedad imbuida en un jolgorio que llamó democracia, sin perder
la necia costumbre de creer en el mesianismo eterno. Pero en realidad, todo fue
una coyuntura mediática, si así podemos llamarla, que transformó a ese pueblo
halado de Dios en una sórdida inmundicia que desespera.
Esa, es la Venezuela
del siglo xxi. Un país en ruinas, donde la riqueza descuella impensadamente en
una pobreza crítica, que compite con horror el calificativo de miserable, y
como se ha dicho, nadie pudo pensarlo ni siquiera imaginarlo, ya que solo en
arte de magia el oro puede transformarse en hiel. Esa amargura que reboza el
“colectivo judicial” en que se ha transformado el TSJ.
El exceso en el
petitum sobre la interpretación del artículo 68 de la Constitución, donde la
Sala Constitucional criminaliza la protesta, ratifica nuestra opinión, que el
sistema judicial es asumido y ejercido por capricho presidencial, poniendo en
tela de juicio la profesionalización, la ética y la moral de los jueces
venezolanos, que como bien dijimos antes, es un menjurje jurídico entablado por
una “revolución” de pacotilla, capaz de hacer creer a sus maltratados
seguidores, que después de 15 años de destrucción del país, pueden de la noche
a la mañana recomponerlo y transformarlo en un país “potencia”, como si nada
hubiera ocurrido. Obvian el desastre económico y en la salud, negándose a un
cambio de timón o de timonel y siguen asumiendo el rol de “promotores de
esperanzas y de sueños” atribulados por la incertidumbre. Pero lo que si es cierto
es que el Poder Judicial se ha autocalificado de depravado y perverso..
También dijimos, que una peculiaridad de esta
“revolución” es la virtud manifiesta de sus “líderes”, de creer que los monjes
los hacen los hábitos, por lo que es triste, que abogados con y sin probidad,
letrados para en lego, crean que solo la justicia manifiesta en una sentencia
vil y amañada cumple el fin del Derecho. No se puede olvidar, que Luisa Estela
Morales expresó “que la división de poderes debilita al Estado”, lo que dio carta
abierta a la eliminación de la independencia de los poderes que es hoy la carta
abierta del TSJ y de todo el poder judicial que hoy se encuentran entrampados
en una adversidad a la que temen, ya que visualizan el fin del “proceso” que
los engarfió y mantiene con el rimbombante título de “magistrados”
Lo peor de esta
situación es la tentación en manos de los comandos de la GN, quienes “duchos”
en Derecho, aprendieron que incluida inconstitucionalmente por la Sala del TSJ
la creación delictiva de la necesaria solicitud de permiso para protestar, han
iniciado la persecución de los estudiantes enardecidos por la violencia creada
por ellos, al extremo de violar los domicilios de familias ajenas a la acción
estudiantil para su detención. La justificación, “persecución de delincuentes
flagrantes”. ¡Que lerdos! Así nos preguntamos, ¿Ante un régimen de gobierno en
decadencia y con el sol a sus espaldas, no piensan los magistrados que la
perdedora es la justicia?
Insistimos en decir, que de barbarismo en barbarismo salta el Poder Judicial en Venezuela, siendo innecesario repetir que el Derecho es una ciencia que se ha perfeccionado en el tiempo y que sus principios no pueden ser cambiados por falsas “revoluciones”. De estos principios han surgido la doctrina y las normas, que entienden al hombre como el eje del universo y son garantes esencialmente de la vida en contra de la muerte, por lo que pensamos, que dedicar la justicia solo para reforzar un ideal político partidista en el Estado es una contradicción al principio de hacer el derecho para beneficio y no para el perjuicio de los ciudadanos, como está ocurriendo en Venezuela
Enrique Prieto Silva,
eprieto@cantv.net
@Enriqueprietos
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