Amigo lector, de entrada lo afirmo: estoy de
acuerdo con el diálogo democrático. Sin lugar a dudas, este es un mecanismo
indispensable para sentar a los diversos actores en conflicto con la finalidad
de trabajar en torno a la búsqueda de soluciones sostenibles a la crisis que
vive el país. Desde luego, para que esta actividad sea exitosa, se
requiere observar ciertas condiciones de
carácter normativo.
La primera,
comprender que diálogo es distinto a negociación. Esta última actividad
se refiere a enfrentar situaciones conflictivas
concretas. Su propósito es definir y satisfacer intereses materiales
mediante acuerdos específicos. El diálogo, por el contrario, implicaría la
creación de nuevas capacidades humanas y políticas para solucionar problemas.
El diálogo, entonces, apunta hacia un
horizonte estratégico y, la negociación, se inscribe dentro de una perspectiva
de un sesgo táctico. En fin, podríamos elevar la siguiente interrogante: las
conversaciones que sostendrá la MUD y el gobierno, ¿cómo pueden caracterizarse?
¿Diálogo o negociación?
La segunda condición necesaria para alcanzar
un diálogo fructífero es la inclusividad. Quizás ésta sea la
característica más importante. Ella
implica incorporar, en esta acción, a
todos los actores involucrados en la situación que provocó la instrumentación
de este mecanismo de solución de conflictos. Nuevamente, sería justificado
preguntarse ¿están implicados todos los actores? ¿Se encuentran legítimamente
representados?
A primera vista, pareciera que la iniciativa
planteada es más una negociación que un diálogo. Desde luego, una afirmación de
esta naturaleza puede resultar prematura. Después de todo, recién comienzan los
intercambios entre la esfera gubernamental y la MUD.
Sin embargo, experiencia
anteriores (2002) indican que el gobierno estaría dispuesto a negociar algunas
reivindicaciones y, de esta forma, ganar tiempo para rehacerse política y
simbólicamente. Los representantes de la oposición, por su parte, no han
asumido estos encuentros en términos de una agenda que implique la necesaria recomposición del modelo social, económico y
cultural que ha prevalecido en el país a lo largos de estos últimos 15 años. Me
parece que esta visión estratégica se encuentra ausente en las cartas que
pondrá en juego la MUD en estas reuniones. De darse estas circunstancias esta iniciativa adquiriría, entonces, un aire de espectáculo con el objetivo de
demostrar que los actores en desacuerdo pueden sentarse juntos, pero evadiendo
los temas controversiales que dividen al país.
El gobierno juega a dividir la oposición
entre una "buena", dispuesta a negociar, y una "mala" que
demanda la necesidad de dialogar con la finalidad de promover cambios
sustanciales en el país. Bajo esta mirada intentará acordarse con la
"buena", dejando por fuera a la otra versión de la oposición democrática
del país. Ello explicaría, las ausencias, en esta mesa de diálogo, del
movimiento estudiantil y la de aquella porción del país que se identifica con
Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma. Resulta paradójico, que
los protagonistas de la protesta y quienes han creado las condiciones para que
este diálogo se produzca se encuentren ausentes de este proceso.
Lo voy a expresar por la calle del medio. Hay que marchar y dialogar. Marchar pacíficamente para poder crear las condiciones que permitan transformar la negociación en un verdadero diálogo democrático. Ir a la calle, acompañar a los estudiantes, jóvenes y ciudadanos para que el diálogo sea inclusivo y representativo de todos los actores políticos del país. No podemos obviar la nobleza, valentía de nuestros jóvenes y estudiantes. Su sacrificio y lo justo de sus demandas han obligado al gobierno ha solicitar ese diálogo con los sectores democráticos del país.
Nelson
Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
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