La complejidad de la vida moderna aumenta por dos razones bastantes simples. La primera tiene que ver con cantidad; se trata del aumento numérico cuasi grotesco de la población del globo. La segunda se refiere a calidad y envuelve al cambio en la naturaleza de la producción de bienes o servicios y que cada día depende más del cerebro que de la fuerza muscular.
Gentes y conocimiento son los factores promotores de la bondad que disfrutan las sociedades. En el pasado lo hicieron como categorías distintas pero ahora, y en los tiempos por venir, lo están haciendo como entidades que se complementan mutuamente.Es por ello que el futuro dependerá de personas capacitadas. Lo anterior no es un intento de filosofar sobre el devenir del hombre. Es una de esas cosas que no necesitan ser pensadas para saberla, y que inconscientemente mueven a muchos, especialmente, a quienes tienen la buena fortuna de no creerse pobladores de algún paraíso.
A los venezolanos, al nacer nos formatean el disco duro dándonos a creer que nuestro terruño es la primera estación del camino entre el cielo y el resto del mundo. El petróleo y la bonanza que conlleva entregarlo simplemente a cambio de dinero ha sido el gran responsable de esa fantasía. Una que hasta finales de la segunda mitad del siglo pasado vivimos y cuando un cierto grado de estabilidad y prosperidad alcanzado por una buena parte de nuestra población, nos llevó a pensar que la nave del país estaba navegando por aguas favorables y que se estaba próximo a recalar en buen puerto. Esa alucinación volvió a instaurarse con el chavismo, y hasta con mayor intensidad, a pesar de que supuestamente la revolución había nacido para erradicar espejismos. Actualmente, un buen sector de nuestra sociedad cree que vive mejor que antes y hasta mejor que los vecinos; que los venezolanos como pueblo estamos a punto de ser feliz para siempre. ¡Que se tiene Patria!
Sin embargo, con ellos coexiste otro grupo de venezolanos tan numeroso como ellos que mira con aprensión el futuro y que sienten que la felicidad se les está escapando. Generaciones que vislumbran al camino adoptado por el país como inadecuado. Gentes que quieren prepararse para poder avanzar en un mundo que no les puede ser reducido a más de lo mismo. Estudiantes que comprenden que para vivir mejor tienen que saber de algo y saberlo bien. Jóvenes que necesitan poder sentirse parte del futuro. Personas que entienden que lo gratis o muy barato no existe y que no se puede vivir eternamente de la dádiva.
En estas consideraciones yace la raíz del conflicto que los jóvenes venezolanos presentan en la actualidad. Ellos no le ven futuro a la Venezuela en que viven. Ellos están sedientos de oportunidades. No sólo es la obligación del gobierno dárselas sino, garantizárselas. Y ello pasa por respetarlos, empezando por la vida de ellos.
Jaime Requena
@jaimerequena
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