¿SALIDA
MILITAR?
Para
criticar la propuesta de "la salida" hay quienes dicen que implica
"la llegada de un Pinochet" a través de inevitable violencia. La
opción, frente a la interesada versión que se arguye, habría sido -o es- un
proceso de acumulación de fuerzas para uno de dos resultados: una crisis
económica tan severa que obligara al régimen a pedir cacao -¿cambiar?
¿Renunciar?- o avanzar hasta las elecciones parlamentarias de 2015, el
referéndum revocatorio presidencial o, al final, en las elecciones
presidenciales de 2019. Según esa visión las opciones serían
"Pinochet" ahora, o elecciones el año 2015, 2016 o 2019.
Los
promotores de "la salida" tendrían dos culpas combinadas. Una, de no
haber explicado con qué se come eso; dos, haber promovido la violencia que se
extiende ya por más de dos meses en el país. Conviene analizar estos dos
elementos, constitutivos ambos de falacias destinadas a corear las acusaciones
en contra de Leopoldo López, María Corina Machado, Antonio Ledezma, como
instigadores de la conmoción que se ha desplegado por más de sesenta
imprevisibles días.
Ya
se ha dicho con suficiencia que los planteamientos del 23 de enero y del 2 de
febrero formulados por los dirigentes mencionados fueron para iniciar una
discusión sobre los mecanismos constitucionales de reemplazo del régimen de
Maduro; hay quienes argumentan, sin embargo, que esa fue la fachada, que lo que
estaba en el fondo era la provocación del caos, tal como sostiene el Gobierno.
Les atribuyen una capacidad de adivinación que cualquier brujo o curioso
desearía para sí. La verdad es que nadie sabía, ni ellos ni nadie, el grado de
furia y desesperación existente, que emergió no por un llamado que a la luz de
hoy parece modesto, sino por la represión y los asesinatos cometidos por las
fuerzas policiales, militares y paramilitares del régimen. Hasta el Gobierno
tuvo que conceder que los asesinatos del 12 de febrero, con motivo de la
inmensa manifestación convocada por los estudiantes, fueron directa
responsabilidad de sus fuerzas.
Resulta
extraño que la propuesta de "la salida" (no menos precisa que la de
esperar elecciones en las que hipotéticamente se ganaría) reciba los denuestos
de quienes la consideran abstracta. Desde luego que hay temas más subalternos,
como sobre quiénes son los líderes y cuál es su autonomía de vuelo. Hoy los
líderes son los dirigentes de la calle, los estudiantes, los jóvenes, y sin
duda los mencionados dirigentes políticos. Expresan el momento, así como
Henrique Capriles expresó el momento electoral de 2012 y 2013. Nadie está en un
lugar definitivo, porque el liderazgo es líquido y no depende de lo que se ha
hecho, sino de lo que se hace. Nadie es jefe definitivo. Desde esta esquina se
ha insistido en lo que son los líderes, cómo dejan de serlo, y cómo algunos
"caídos" retornan. Nada está escrito y están para testimoniarlo:
Carlos Ortega, Pedro Carmona, Enrique Mendoza, Manuel Cova, Julio Borges,
Teodoro Petkoff, Carlos Fernández, Juan Fernández, Manuel Rosales, Henrique
Capriles, Antonio Ledezma, Leopoldo López, María Corina, para nombrar algunos
de los más relevantes. Sólo la interpretación cabal de una situación compleja
permite el ejercicio del liderazgo y es lo que ha ocurrido con la multitud de
dirigentes estudiantiles y juveniles, así como los portavoces de "la
salida". Son dirigentes en la medida en que interpretan y -hasta cierto
punto- canalizan la energía inmensa que hoy se despliega, pero no tienen -ni
quieren, ni podrían tener- la capacidad de domesticar la calle.
LOS
MILITARES.
La
salida del actual régimen no demanda un golpe militar, tal como el de Chávez en
1992, sólo que exitoso. El reemplazo de este bochinche requiere que todos los
sectores democráticos cumplan con sus obligaciones y, deseablemente, que la
Fuerza Armada cumpla con su deber constitucional, que se concreta en no acatar
órdenes inconstitucionales o ilegales, que no se comporte como la guardia
pretoriana de un régimen muy debilitado y que no reprima la protesta popular.
A
los militares conviene que en Venezuela no exista un régimen militarista; a los
militares conviene un fortalecimiento de la institución, bajo la subordinación
constitucional al poder civil -no al poder de un civil militarista- , al poder
republicano. Los militares pueden contribuir a la consecución de este objetivo
y ya lo hicieron en 1958. El 23 de enero se explica porque la lucha ciudadana y
civil fue acompañada por el desacato de órdenes inconstitucionales del dictador
por parte de la mayoría de los oficiales; surgió una Junta de Gobierno
presidida por un militar, Wolfgang Larrazábal, quien cumplió en forma impecable
la tarea de conducir a Venezuela hacia unas elecciones libres y limpias. En ese
caso, los militares cumplieron la tarea de contribuir a reemplazar un régimen
que proclamaba gobernar en nombre de las Fuerzas Armadas, para transitar hacia
un régimen civil. ¿Qué obtuvieron los militares? Una institución que fue sólida
y confiable por muchos años, pero mucho más importante, el respeto de la
República y de sus ciudadanos.
El
papel de las fuerzas armadas en las transiciones es crucial. Pinochet fue
derrotado por la unidad política en el referéndum pero intentó desconocer el
resultado; entonces el general Fernando Matthei, comandante de la Fuerza Aérea
y otros generales se le enfrentaron al dictador. Fue una decisión del
generalato chileno, "la cual aceptó" el enfadado Pinochet. Igual ocurrió
en Brasil que tuvo 21 años de gobiernos militares de 1964 a 1985, el general
Ernesto Geisel uno de los presidentes de la serie, fue el que encabezó la idea
de la "apertura" y la "descompresión" que tardó casi cinco
años en dar sus frutos, hasta que apareció un poderoso movimiento por
elecciones -¡Directas Ya!- que abrió camino, al principio zigzagueante, a la
ahora fuerte democracia brasileña.
Hoy,
en un año o en diez, para el retorno a la democracia será indispensable que los
militares dejen de reprimir como hoy lo hacen, eso significará una de dos
cosas: o que sectores del chavismo comprendan que tienen que abrir camino a una
transición que ya va siendo estrepitosa o que los militares dejen de acatar las
órdenes de reprimir a los ciudadanos, porque éstos no vencen sin armas a los
armados. En todas las crisis políticas de América Latina los militares han
dicho su palabra.
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@carlosblancog
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