Hay posiciones muy serias en la antropología
que juzga a la cultura como factor determinante en la violencia de los pueblos,
el hecho de que existan culturas más pacíficas que otras indican que no todo el
peso de la violencia recae en la biología.
Las nuevas teorías ambientalistas destacan
que, en la naturaleza la competencia y por ende la violencia no son los
factores predominantes, al contrario, son la dependencia y la colaboración
entre organismos los comportamientos más exitosos en la lucha por la vida.
Pero fue la biología la que daría
explicaciones profundas a los comportamientos violentos; eso, antes que llegara
el psicoanálisis.
Keith Webb quien escribió el excelente artículo Ciencia, Biología y Conflicto (1994) para la Universidad de Kent, en Inglaterra, nos dice: "El argumento de que existen bases biológicas en el comportamiento violento del hombre deviene de numerosas fuentes. La más simple y, quizás, la más ampliamente difundida es la Teoría Darwiniana. En un distante pasado, cuando el hombre se encontraba compitiendo por sobrevivir, tenía más oportunidad si el sujeto era más fuerte y agresivo que los demás.
Mientras más agresivo tenía mejor oportunidad
de aparearse, de alimentarse y de defender a los suyos. De modo que, en
términos evolutivos la selección del más apto significaba la selección del más
agresivo. Por lo que, a través de los siglos de existencia humana, y antes de
que se desarrollaran las comunidades agrarias, la agresión fue un componente
genético desarrollado en su biología."
Uno de los guías espirituales de la
actualidad, Osho, tiene una visión particular de la violencia que nos pareció
oportuno resaltar; él dice en su trabajo intitulado Más Allá de la Psicología ,
cap 18: "Y el hombre es básicamente un cazador; el no es por naturaleza
vegeteriano. Primero fue cazador, y por miles de años era simplemente un
comedor de hombres, y el canibalismo prevalecía por doquier. El comerse a seres
humanos capturados de las tribus enemigas era perfectamente ético. Todo eso lo
lleva el hombre en su inconsciente."
Osho, alega en su argumento que los
terroristas no ven en el hombre sino materia, materia que pueden destruir sin
el menor remordimiento y lo hacen con armas sobrantes de un mercado mundial,
que al convertirse en obsoletas para las naciones industrializadas, son
ofrecidas a los países del tercer mundo, las guerras son necesarias para la
naturaleza humana, para descargar su agresividad nata y liberar presión, y
gracias a la proliferación de estas armas pequeñas, nace el fenómeno del
terrorismo.
A medida que el hombre se civiliza, que se
integra socialmente y comprende la necesidad del orden y la organización en el
grupo, sacrifica algo de esa libertad natural de hacer lo que le venga en gana,
en aras de unas normas comunes de convivencia y protección mutuas. Poco a poco
van apareciendo las instituciones sociales, los pueblos se van civilizando y va
conformándose el Estado.
A medida que los ciudadanos van comprendiendo
la utilidad del orden social, de acatar las leyes y de resolver conflictos por
órganos jurisdiccionales, se hace cada vez menos necesaria la violencia, la
cual es sustituida por la razón, esto, en su aspecto ideal, pues hay
pensadores, como C. Wright Mills, quien dice: "Toda política es una lucha
por el poder; la última manifestación del poder es la violencia." O como Max Weber, que opina: "El Estado
es... el mandato del hombre sobre el hombre basado en el medio legítimo, o
supuestamente legítimo de la violencia... Todos los Estados están basados en la
violencia."
El uso del terror, para imponer sobre otros
la voluntad del opresor, es tan antiguo como la historia. No le fue difícil a
los líderes de algunas tribus comprender que el castigo ejemplarizante en
contra de amigos y enemigos mantenía el orden y disminuía el disentimiento. Eso
sí, el castigo debía ser brutal y aplicado sin contemplación. De China nos
viene el antiguo adagio: “Mata a uno y asustarás a diez mil”.
Tal era el poder de la fama de algunas tribus
violentas que ganaban guerras sin pelear, los enemigos se sometían asustados
economizando a los conquistadores
recursos y tiempo. Pero el terror tenía sus límites y sus inconvenientes, la
violencia tendía a generar más violencia, la calma que se generaba era aparente,
pues la venganza y el rencor de los sobrevivientes era difícil de olvidar. La
resistencia, si no era acabada, se volvía más virulenta, más arriesgada y
aprendía rápidamente a usar el terror en contra del terror.
El veterano Capitán retirado ex-Marine de los
Estados Unidos e historiador militar Robert B. Asprey, en su monumental obra
“The Guerrilla in History”, nos lleva a tiempos del Imperio Romano y sus
colonias para explicarnos lo que él llama “la Paradoja del Terror”.
Asprey nos dice: “Los esclavos Celtíberos que
trabajaban en las minas de plata de Nueva Cartago debían considerar a los
legionarios romanos como objetos de temor induciendo un miedo extremo. Para
esclavizar las mentes, los legionarios eran armas de terror diseñadas para
mantener a los esclavos en las minas, y aparentemente funcionaron
eficientemente con este propósito.
De tiempo en tiempo, éstos y otros esclavos
se levantaban, en secreto y atacaban a los romanos, quienes al encontrarse con
un centinela asesinado o un destacamento emboscado y exterminado, sin duda se
referían a estos ataques como de tácticas terroristas por parte de los
esclavos.
¿Pero quiénes habían introducido el terror en
este particular ambiente? Los romanos. ¿Tenían otra opción? Ciertamente:
pudieron haber mantenido sus manos fuera de la Península Ibérica, o pudieron
haber gobernado justa y sabiamente (como algunos oficiales trataron de hacer).
En su lugar, vinieron como conquistadores y gobernaron por la avaricia, y, por
tanto gobernaron con la opresión mantenida por el terror.
¿Qué opciones tenían los nativos para
deshacerse de la presencia romana o convertirla en una forma más benigna? Solo
una: la fuerza. ¿Qué tipo de fuerza? Aquella que sus mentes limitadas podían
evocar. Sin armas, ni entrenamiento ni organización, tenían que depender de sus
habilidades, de ataques sorpresa, emboscadas, masacres. ¿Era esto terror, o
contraterrorismo?”.
Dentro de toda esta discusión sobre la naturaleza de la violencia y del terrorismo pudiera perderse de foco un hecho central sobre el terrorismo y es que las acciones terroristas son todas calculadas, sus actores saben muy bien lo que hacen. La selección del blanco es planificada y racional. Ellos saben perfectamente el efecto que persiguen. La violencia terrorista, ni es espontánea, ni está sujeta a la suerte.
El terrorismo tiene la intención de producir
miedo en alguien aparte de la víctima, en otras palabras, terrorismo es un acto
sicológico perpetrado para impactar a una audiencia.
¿Qué pasa cuando a un hombre se le retira
toda oportunidad de participación, de identidad, de contacto con los otros, qué
pasa cuando obligamos a nuestros semejantes a recluirse en guetos de miseria y
violencia, cuando se les niega los más básicos derechos humanos, se le insulta
y amenaza?
¿Qué sucedería cuando un gobierno decide exterminar a una parte de su población, o dejarla sin alimentos? O podemos hacernos una pregunta todavía más simple, ¿Qué pasa cuando un hombre es capaz de morir y matar por sus ideas? Ya no se trata de defender un territorio, o a las crías, o la comida, se trata de ideas como la libertad de pensar y expresarse, del emprendimiento, de tener sus propias cosas, de que nadie se meta con el producto de su trabajo, de poder elegir a sus representantes para un gobierno y respeten esa elección.-
@godoy_saul
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