Por
todos es bien conocido el gran valor de la palabra hablada o escrita. El ser
humano es característicamente distinto al resto de la creación debido al
lenguaje. A través de la palabra somos y dejamos registro de lo que hemos sido.
Por medio del lenguaje le damos forma a nuestras emociones y sentimientos. A
través del lenguaje se han logrado las grandes conquistas del pensamiento y la
voluntad humana. Por esa razón, la manipulación del lenguaje en la distorsión
de la verdad ha llegado a ser un instrumento de una utilidad indiscutible para
conseguir propósitos de diversos fines, entre ellos propósitos políticos.
En
la doctrina cristiana el apóstol Juan relata al principio de su evangelio la
importancia de la acción de la palabra, esto es, el verbo: "En el
principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios". Si
pensamos que el verbo es esa palabra que expresa la acción del sujeto en la oración,
entendemos entonces que Dios es el verbo, es decir, la acción por medio de la
cual las cosas han sido hechas, como lo señala el verso 3: "Todas las
cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue
hecho". Llama poderosamente la
atención que después de esta aseveración Juan expresa que Dios, el verbo, es la
vida y la vida es la luz de los hombres.
Una
declaración que nos lleva de la mano a la profundidad del significado del
verbo, de la palabra en la conformación del lenguaje, en la cual la acción de
la palabra se convierte en vida. La génesis de la vida despierta del silencio,
de la ausencia de la palabra, cuando Dios la acciona por medio de su verbo. La
vida es luz y la luz resplandece en las tinieblas: "En Él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las
tinieblas no prevalecieron contra ella". He aquí una verdad liberadora:
Dios es el verbo, Dios es la palabra, por la acción del verbo las cosas son
hechas. En el verbo, en la palabra está la vida, la vida es luz y esa luz
resplandece en las tinieblas porque las tinieblas no pueden dominarla.
Sin embargo, la humanidad ha persistido en hacer uso del don que le ha sido dado con la palabra para pervertir la verdad. La mentira ha llegado a ser parte intrínseca en la vida de las familias, de las comunidades, pueblos y naciones. A través del proceso de perversión de la verdad en el uso del lenguaje, el verbo se ha convertido en destrucción y en muerte. El proceso es contrario al descrito anteriormente: verbo-vida-luz. Se han convertido en verbo-muerte-oscuridad. Pues, inexorablemente somos enlazados con nuestro verbo, con cada una de las palabras que usamos, declaramos y proclamamos.
Decir
algo contrario a lo verdadero es mentira, expresar parte de la verdad
maquillándola con testimonios falsos es mentira. Aseverar o atestiguar sobre
algo en el fundamento de la falsedad es mentira. La persona que presencia o
adquiere un conocimiento directo sobre algo, y luego, al expresarlo, lo distorsiona
a su conveniencia es un testigo falso, es un mentiroso. En mi opinión, el uso
de una palabra para expresar con ella algo diferente a lo inherente a su
significado es más que una distorsión del lenguaje, constituye una perversión
del mismo. De igual manera, el uso de una palabra con significado antagónico a
lo que realmente se pretende expresar no denota más que la perversidad de la
que ha sido objeto el lenguaje en la manipulación del pensamiento.
En
Venezuela los ciudadanos hemos sido víctimas directas de la perversión del
lenguaje como instrumento de manipulación de masas. El régimen ha conquistado
las mentes y los corazones de muchos venezolanos con el uso vergonzoso y
premeditado de la mentira, la cual lamentablemente ha crecido en la tierra fértil
de la ignorancia, a la cual se ha sometido a nuestro pueblo durante décadas. Se
han repetido mentiras tantas veces que ellos mismos terminaron creyéndolas como
verdades. Se ha tildado a todos los que disienten con calificativos que
describen sus propias características, como él qué se mira en un espejo pero no
se reconoce a sí mismo, sino qué ve al otro y lo llama por su propio nombre.
Estamos
envueltos en la mentira, se habla de paz y lo que se ejecuta es la guerra entre
hermanos. Mientras unos lloran la muerte de sus hijos, otros bailan, cantan y
despliegan en todos los medios de los que se han adueñado, la felicidad de un
pueblo que celebra los carnavales disfrazado de hambre en las interminables
colas que debe hacer para conseguir la harina de su sustento. Una joven es
golpeada brutalmente por una agente de la GNB y las sanciones de las
autoridades son para la agredida. Un país amigo trata de abogar por nuestros
derechos humanos ante un organismo internacional y le tiramos la puerta en la
cara.
¡Qué
irónico es que precisamente por medio del lenguaje un hombre pueda degradarse
por debajo de lo que no tiene lenguaje!
Sören Kierkegaard.
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB
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