Ya son casi veinte años desde que Hans Magnus Enzensberger, uno de los más brillantes publicistas alemanes, escribiera su breve ensayo “Los héroes de la retirada” (Die Helden des Rückzugs). Y todavía es un punto de referencia en las discusiones políticas y académicas.
El tema es siempre actual. Trata de esos difíciles momentos que llevan desde el fin de una dictadura hacia el comienzo de una democracia.
El título dice mucho: Enzensberger designa efectivamente como héroes a personajes que han hecho posible el ingreso de sus naciones a vías democráticas sin pasar por cruentos traumas históricos. En la mayoría de los casos han sido políticos conocedores del arte del dialogo. Sus armas han sido la inteligencia y la cautela. Nunca pronunciaron frases gloriosas, más bien se distinguieron por su tacto y su prudencia.
“Cada cretino puede lanzar una bomba” –escribe Enzensberger- “Mil veces más difícil es desactivarla”. Efectivamente, el trabajo de desmontar una dictadura implica conocer técnicas que pocos dominan. Claro está que a los “héroes de la retirada” nunca le levantarán estatuas. No llenarán páginas en libros, ni serán objeto de homenajes públicos. Casi todos han sido enterrados en tumbas modestas. Algunos ya fueron olvidados. Pero la deuda que dejan, es enorme.
Enzensberger comienza su lista con Nikita Kruschev, aquel gris funcionario de Stalin que tuvo en ese memorable 20. Congreso de la URSS el coraje de revelar los espantosos crímenes de su predecesor. Desde ese momento la sospecha se convirtió en verdad: El comunismo soviético había sido edificado sobre la base de uno de los genocidios más grandes cometidos en la historia de la humanidad.
Kruschev no democratizó a la URSS, pero sin el “deshielo” (así fue calificada su política), nunca habría podido aparecer la Perestroika. En cierto modo la Perestroika fue iniciada por Kruschev y tras el interregno burocrático de Breschnev, retomada por Michael Gorbaschov, el segundo héroe de la retirada.
Los héroes de la retirada provienen de las mismas entrañas de las dictaduras. Para los puristas solo son cómplices del oprobioso pasado. Para los fans de las ex –dictaduras –todavía hay muchos- grandes traidores. Ese fue, según Enzensberger, el caso de Janos Kadar en Hungría.
Co-autor de las masacres de 1954, Kadar desmontó al comunismo pieza por pieza. A la hora de las grandes revoluciones de 1989-1990 la economía húngara era capitalista y la política -en comparación con la de los otros países de la órbita- liberal. En cierto modo la evolución “desde arriba” conducida por Kadar facilito la revolución “desde abajo” que tuvo lugar en Polonia. Pero Kadar no sólo fue un héroe de la retirada. Fue también un héroe de la ambivalencia. Una ambivalencia sin la cual nunca habría sido posible la retirada.
¿Y quién más ambivalente que el general Wojciech Jaruzelski cuando en 1980 dio un golpe de estado en Polonia? Si no hubiera sido por el golpista Jaruzelski –el general que nunca sonrió- la URSS habría invadido Polonia y cometido una masacre al lado de la cual la de Hungría habría sido un juego de niños. En gran medida el golpe de Jaruzelski protegió a Polonia y con ello a Solidarnosc. Así lo reconoció el historiador Adam Mischnik quien, durante Jaruzelski, pasó largo tiempo en prisión.
Para Enzensberger un gran héroe de la retirada fue el español Adolfo Suárez al haber planificado el tránsito hacia la democracia. Suárez, en verdad, hizo un verdadero trabajo de joyería desde el franquismo, pasando por la monarquía, hasta llegar a los sindicatos obreros, los socialistas y los comunistas. Pocos en España, entre otros Felipe González, saben lo que deben a Adolfo Suárez.
La llamada RDA también tuvo héroes de la retirada. El más decisivo fue Egon Krenz, estrecho colaborador de Honecker. Krenz, en contra de las presiones ejercidas por la fracción estalinista conducida por Erich Mielke y Margot -fanática esposa del dictador- dio la orden de abrir el muro.
En América Latina –aunque no mencionados por Enzensberger- hay también algunos héroes de la retirada. Quizás el caso más extraordinario fue el de Joaquín Balaguer. Mano derecha de Trujillo fue él quien condujo la transición de la República Dominicana si no hacia la democracia, por lo menos hacia una república civil. Como presidente osciló en sus diferentes gobiernos entre el neo-trujillismo y el neopopulismo. Nunca tuvo un principio, jamás siguió una ideología y quizás por eso, aunque la palabra héroe le queda muy grande, fue el actor que necesitaba su país para dejar atrás el siniestro pasado dejado por “El Chivo”.
El Chile que siguió a la dictadura de Pinochet tuvo, en parte, sus héroes de la retirada. Por ejemplo, el general Matthei, quien reconoció el triunfo del NO en el plebiscito justo cuando el dictador se preparaba para realizar un segundo (y aún más sangriento) golpe. A su vez, el primer presidente de la Concertación, Patricio Aylwin, si no fue un héroe de la retirada, lo fue al menos de la transición. Beato más que religioso, temeroso más que prudente, reprimido más que conservador, convirtió sus defectos en virtudes, justo las que requería el difícil momento por el que atravesaba Chile.
¿Quién será el héroe de la retirada en Cuba? Durante un tiempo no pocos creyeron que ese rol le correspondería al hermano de su hermano. Mas, Raúl solo se ha limitado a ejecutar reformas económicas. Pero en Cuba al menos ya no hay socialismo. Lo que existe es un rígido capitalismo militarista de Estado. Las libertades políticas -de reunión, de asociación y de prensa libre- continúan pendientes. La retirada en Cuba menos que política, será biológica.
Y la pregunta del millón: ¿Quién será el héroe de la retirada en Venezuela? Nadie puede todavía saberlo. Lo único que sí se sabe es que un sistema que ha causado la más grande crisis económica que ha conocido la nación, con una dudosa legitimidad de origen y de ejercicio y que, a través de un mandatario brutal e incompetente ignora los derechos de la mitad del país, tendrá que emprender más temprano que tarde una retirada (retirada no significa necesariamente caída). Quien o quienes serán los héroes de esa retirada no es la pregunta decisiva. Lo importante –por eso están luchando y muriendo los estudiantes- es que sí habrá una retirada. Sus héroes ya aparecerán. Quizás, en este mismo momento, ya están conversando entre ellos.
Fernando Mires
fernando.mires@uni-oldenburg.de
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