La creciente importancia mundial y regional que ha venido desarrollando el Brasil nos muestra una nueva realidad latinoamericana: el Brasil se perfila como la gran potencia de América del Sur.
Lamentablemente, la forma ligera e irresponsable como el
gobierno de Hugo Chávez planteó una total apertura económica de nuestro país a
los agresivos capitales brasileños, es una de las más delicadas herencias que
nos dejan estos catorce años de socialismo del siglo XXI.
Venezuela requerirá
del diseño y ejecución de una prudente política exterior, que preserve las
estrechas relaciones existentes con el Brasil, pero al mismo tiempo reconstituya
los tradicionales equilibrios geopolíticos que, con suma habilidad, habían creado en el continente
americano los gobiernos civiles durante los cuarenta años de democracia.
La ruptura de esos
equilibrios produjo tal debilitamiento en la posición internacional de Venezuela que, sin lugar a dudas, comprometió ampliamente nuestra capacidad de
maniobra en las negociaciones económicas que, en una estrategia correcta, iba a iniciar
nuestro país con una potencia regional como es el Brasil. De manera
inexplicable, Hugo Chávez se empecinó en destruir al Grupo de los Tres, un
tratado de libre comercio entre México, Colombia y Venezuela, y a la Comunidad
Andina de Naciones, una organización subregional constituida por Venezuela, Ecuador y Bolivia,
la cual había evolucionado desde una Unión Aduanera a un Mercado Común, con el
objetivo de consolidar una alianza estratégica con el Brasil mediante el
ingreso de Venezuela al Mercosur y la apertura de nuestra economía a las
exportaciones brasileñas.
El diseño de una
nueva política con el Brasil debe considerar dos factores dominantes. El
primero, que somos países vecinos con una extensa frontera. El segundo, que el
Brasil se perfila como una potencia mundial en el siglo XXI. Estas realidades
conducen a que los venezolanos se planteen un conjunto de interrogantes: ¿Es conveniente para Venezuela unir nuestro destino al
inmenso porvenir que ha empezado a construir el Brasil, o por el contrario
debemos buscar aislarnos de su posible influencia por temor a que su poder
limite nuestra libertad de acción política y económica? El ejemplo de México es
una excelente respuesta: olvidó la tragedia que le correspondió vivir en el
siglo XIX y con capacidad y visión moderna negoció su incorporación al Tratado
de Libre Comercio de América del Norte que le permitió el acceso al mercado norteamericano.
Una segunda interrogante surge casi de
inmediato: ¿Debe respaldar Venezuela, con firmeza y decisión, los intereses
vitales del Brasil en la región y en el mundo; o por el contrario, debe nuestro
país sólo darle un apoyo formal y limitado a esos intereses? El ejemplo del Canadá nos da la respuesta.
Desde su misma independencia se ha comprometido totalmente, primero con los
intereses vitales de Inglaterra, después con los de los Estados Unidos. Esa posición
ha hecho que esos dos países siempre hayan considerado al Canadá como un
aliado, pudiendo, de esa manera, exigir un tratamiento privilegiado a sus
intereses como país. Si Venezuela respalda como aliada al Brasil podrá mantener
unas relaciones que privilegien sus intereses vitales y que, al mismo tiempo,
le permita preservar una importante libertad de acción.
Una tercera interrogante, de inmediato, es la siguiente: ¿Crear una alianza política,
económica y militar con el Brasil significa que Venezuela en la región no puede
establecer otros acuerdos? Sin lugar a dudas que no. Una alianza no significa
una limitación de los derechos soberanos
de los Estados, lo que muestra es la coincidencia de intereses tanto en
el orden mundial como regional. Venezuela y Brasil, de manera natural, tienen
multiplicidad de intereses comunes. Pensemos, por ejemplo en la importancia que
tiene para los dos países proteger la Amazonía de los intereses de otras
potencias o de grandes empresas multinacionales. De allí que sea imprescindible
para preservar un relativo equilibrio con el Brasil reconstruir al Grupo de los
Tres, a la Comunidad Andina y de manera fundamental relanzar nuestras relaciones con los Estados Unidos.
Una cuarta interrogante es la siguiente:
¿Qué interés puede tener el Brasil en un pequeño país como Venezuela?
Ciertamente, que sus reservas petroleras pueden llegar a ser de gran
importancia para la región, en
particular para el Brasil, en un mundo
que tiende a la escasez de energía. Además, del interés petrolero existen otros
factores de orden geopolítico que tienen una gran importancia para el
Brasil. La ubicación estratégica de Venezuela en la
América del Sur le permite ser, al mismo tiempo un país amazónico, andino y caribeño.
Además, logra ser una especie de bisagra entre la América del Sur y el resto
del continente. El Brasil requerirá, sin
lugar a dudas, una salida al mar Caribe que le permita tener acceso al mercado
americano. Construir un destino común entre nuestros dos países es un inmenso
reto para las nuevas generaciones…
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