Nadie sabe cuando nació Jesús de
Nazaret. Los primeros cristianos empezaron a conmemorarlo alrededor de Agosto, después movieron la fecha a Enero y
finalmente a la actual.
En la Roma antigua se celebraban, desde el 17
al 23 de Diciembre, unas fiestas en honor a Saturno, que dicen eran buenísimas
pues se dejaba que los esclavos tuviesen
libertad por esos días, se intercambiasen regalos y había comida y caña
pareja. Con el crecimiento de la influencia del cristianismo se hizo coincidir
esas fiestas con el nacimiento de Jesús.
Pero independientemente de eso recordar el nacimiento de Jesús cada año posee una magia especial. Jesús divide en dos a la historia de la humanidad. Su prédica de amor volvió trizas a todos los antiguos valores centrados en el poder y en el placer. La imagen del gran rey naciendo tiritando al lado de una mula y un buey modificó, para siempre, los esquemas establecidos.
Miles de cosas dijo Jesús pero, para muchos,
las principales fueron: “Quiéranse”, “Perdónense” y “Sean como los chamos”.
Uno
de los mayores obstáculos para la práctica del querer y el perdonar es suponer
que ello conlleva a volverse amigo y pana burda del otro. Eso no es cierto.
Perdonar es sacar de nuestra alma el odio que nos carcome y querer es el no
olvidar que somos seres humanos. Perdonar y querer no significan estar de
acuerdo con lo que el otro dijo, hizo, dice o hace. Ciertamente esa actitud
puede ayudar a la solución de
conflictos, pero también puede perfectamente convivir con ellos.
A
veces nos parece impensable dejar de odiar
por la gravedad de lo que se nos hizo, eso es muy cierto pero, por otro
lado, nunca olvidaremos el ejemplo de Juan Pablo II, perdonando y hablando de
cerca con aquel fanático que le había dado unos plomazos.
Por
supuesto Jesús nunca dijo “sean como los chamos”, pero la idea si que la
expresó. Jesús sabía que los jóvenes representan lo bueno en forma natural. Son
alegres, se enamoran sin pensar, tienen la fuerza para cambiarlo todo, se ríen,
aprenden a velocidad de vértigo, sienten la vida, son curiosos y espontáneos y
son los que ven las estrellas como retos
además de poesía. Jesús nos sugería imitarlos sin importar nuestra edad
y vivir con su intensidad y sus sonrisas para disfrutar día a día, todos los
días.
Han
pasado más de dos mil años del nacimiento de Jesús y el mundo ha cambiado
mucho. Ya no se usan tanto los pollinos para viajar, se han remplazado los
remos de los barcos por motores y los
mensajeros pata-corriendo de un sitio a otro se volvieron pequeños
celulares.
Pero Jesús sigue vigente porque poco hablaba de los peroles, pero mucho de los valores eternos. Por ello poco le importa la velocidad de los carros o los mega bites, lo que realmente le importa es que en cada uno de nosotros exista ese deseo por lo bueno, por la paz y por el amor, porque en ese infinito del espíritu humano es donde el siempre moderno Jesús es el campeón mundial.
Nota. Esto fue escrito hace varios años, pero como no se oxida lo vuelvo a enviar. Un gran abrazo de Navidad.
Eugenio
Montoro
montoroe@yahoo.es
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